Más discurso que comedia
Els Joglars celebra 60 años de trayectoria proclamándose herederos de Aristófanes, que en siglo IV a.C. pateó a la tragedia griega donde reinaban los dioses para situar la comedia en el escenario y satirizar costumbres sociales, gobiernos y tribunales de los hombres. ‘¡Que salga Aristófanes!’ aspira a la carcajada desarrollada en una interesante escenografía de planos inclinados que invitan a conectar pasado y presente mediante una lectura crítica de la realidad.
La dramaturgia utiliza la parábasis y el corifeo de la comedia clásica griega para dirigirse al público y exponer las opiniones del autor. Es un preludio discursivo que debería dar paso al diálogo, al conflicto y a la acción de la parodia que ocupa la primera parte de la función donde se confrontan valores y actitudes pretéritas puestas en valor, frente a sus relevos más actuales que reciben guasa y desdén. Este ejercicio dramático prioriza el discurso de un texto que dice más que hace, provoca una deficiencia en la acción y cojea en el tratamiento teatral de unas frases y modismos que repetidos mil veces han alcanzado el tufillo del tópico y tal vez por eso, su enunciación y poco más desactiva toda la carga cómica.
La función eleva el tono cuando la sátira y el detector de ofensas entran en escena para disparar la acción dramática y criticar las prácticas sociales que nos han traído las redes sociales, el narcisismo del selfi y el ejercicio de la cancelación que bloquea a cualquiera situado a un milímetro de distancia de mis verdades que, auto convertidas en certezas sin dudas, piden a gritos parodia, chistes y burlas.
Estos altibajos dificultan que la comedia, sometida al reino de la subjetividad, cumpla con su función esencial de hacerme sonreír. Buena parte de la media entrada aplaudió con fuerza.