LA CONTRA. OCIO Y CULTURA

Paco Paricio: "El teatro sirve para explicar lo que nos pasa"

Nació en Binéfar en 1955 y es el cofundador de los Titiriteros de Binéfar con Pilar Amorós. Publica ‘La lagartija pilla’ (La Casa de los Títeres)

Paco Paricio se siente, sobre todo, un hombre de teatro que mira a los ojos al público y que anota, una vez concluida la función, muchas cosas en su cuaderno de apuntes. Cada vez más.
Paco Paricio se siente, sobre todo, un hombre de teatro que mira a los ojos al público y que anota, una vez concluida la función, muchas cosas en su cuaderno de apuntes. Cada vez más.
Oliver Duch.

«Cuando vas por el mundo con esta furgoneta roja te pasan cosas curiosas. Me acabo de encontrar con una mujer que me conoce; hemos estado con los chicos del colegio donde trabaja. En la panadería de su barrio hacen unas magdalenas muy ricas. Va y compra para toda la compañía y para mí. Esas cosas te emocionan. Me sucede como a Lorca: hago teatro para que me quieran más, y sí, soy rocero. Aprendo y recibo mucho del público. Soy más rocero que artista. Me siento un oficiante de un rito antiguo que no da soluciones pero que sirve para ayudar a entender el mundo», dice Paco Paricio. Los Titiriteros de Binéfar, como es tradicional, ocupan el Teatro del Mercado, ahora con sus hijas Eva y Marta.

¿Sabe uno cómo empieza en este oficio?

Yo no tengo formación de actor. Soy maestro y he ejercido, como mi mujer y compañera Pilar Amorós, durante casi una década. Quise ser objetor de conciencia, pero me tocó el servicio militar en 1975, el año de la muerte de Franco, y no lo logré. Me mandaron a Figueirido, en Pontevedra, y luego fui a Orense, donde tuve contactos con el teatro. En una revista militar, que se llamaba ‘Finisterre’, hice un cómic de ‘La sopa de piedras’, sobre los soldados que comparten lo poco que tienen, y me lo premiaron. Me dejaron salir para hacer los dos o tres exámenes de las oposiciones, que saqué.

¿Qué otras referencias tiene?

Muchas. Pero recuerdo que Los Goliardos actuaron en los años 70 en Binéfar con ‘La ópera de tres centavos’ de Bertolt Brecht, y aquello me impresionó. Siempre me ha interesado la ‘distancia’ brechtiana: aunque hago teatro popular, siempre lo he tenido en cuenta. Sin ir más lejos, en ‘El bandido Cucaracha’, que era un homenaje a mi abuelo libertario de Albalate de Cinca.

"Los aplausos, las risas y los suspiros te dan muchas pistas. Me gusta mirar a los ojos a los espectadores, lo hacemos casi como una introducción al espectáculo", dice Paco Paricio

Aprobó las oposiciones y ejerció. ¿Por qué abandonó la profesión?

Algunos amigos me dicen que jamás he dejado de enseñar. Yo creo que me rebelé contra el didactismo y quise apostar por un arte en libertad, un arte por sí mismo; el teatro es como un centro de interés que abraza muchas disciplinas. En los 80 el país se estaba transformando. Con las asociaciones y las juntas de vecinos, que nos llamaban, parecía que vivir de este oficio era posible.

¿Lo era?

Lo ha sido para nosotros. Hemos dado la vuelta a medio mundo. Hemos estado en China, Japón, en Estados Unidos, etc. Recuerdo que cuando fuimos a actuar al Guggenheim de Nueva York, invitados por Ian Gibson, nos alojaron en el hotel donde habían matado a John Lennon, y nos lo dijeron casi con pena. Ja ja. Cuando cuento esto en las aulas, que dejamos la enseñanza por el teatro, nos miran no sé si con desconcierto o incredulidad.

¿Qué le ha dado el teatro?

Me ha dado la vida y yo se la doy a él. El teatro me hace sentir útil.

¿Útil? ¿En qué sentido?

Sí, sí. El teatro sirve para explicar lo que nos pasa. No da soluciones porque lo que pasa es inexplicable, pero da pistas, intenta explicar la vida social. Cuando los espectadores asisten a una función pasan muchas cosas. El teatro es un rito donde estamos todos. Cada obra es como una cátedra. Hay otro concepto que me interesa...

¿Cuál?

El de la escucha. Cuando estás en el escenario no solo escuchas al otro, no son solo las palabras, sino lo que te dice su cuerpo, lo que sucede. Y oyes al público: los aplausos, las risas y los suspiros te dan muchas pistas. Me gusta mirar a los ojos a los espectadores, lo hacemos casi como una introducción al espectáculo.

¿Qué ha significado Abizanda para ustedes?

Es la culminación de un sueño. Es nuestro paraíso. Cuando ibas a actuar a los pueblos, al final el que te ibas eras tú. Y ahora es el público. Nosotros nos quedamos en nuestra casa, en el museo, en el teatro, y seguimos creando.

¿Qué le debe a Pilar Amorós?

Ha sido y es mi compañera, la tranquilidad, el soporte, la confianza. Es, también, la tierra que me acoge y me sostiene. Y es la madre de Eva y Marta, nuestras hijas, la semilla de un tiempo nuevo. Yo no me he jubilado, pero gracias a ellas vivo más tranquilo. Con una calma nueva.

Publica ‘La lagartija pilla tonterías y disparates a base de bien’.

Es un libro de poemas que son como un juego. Quería jugar con los conceptos, con las palabras, dejar el poema desnudo al máximo y explorar la lírica popular y darle un giro como hacía Lorca. Es un experimento, un divertimento, y también ensayo el mundo de las sugerencias y del compromiso. La poesía, como la vida, puede ser un juego. Ha sido clave el diseño de Víctor Gomollón.

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