LITERATURA. OCIO Y CULTURA
José Hierro, el poeta que paseaba "el maletín de oxígeno celeste"
Jesús Marchamalo y Antonio Santos publican en Nórdica un libro ilustrado sobre el escritor que ganó el Cervantes en el centenario de su nacimiento
Un clásico de estas fechas es la pequeña joya que hacen todos los años el escritor y periodista cultural Jesús Marchamalo (Madrid, 1960) y el artista Antonio Santos (Huesca, 1955) para la editorial Nórdica, que cumple 15 años: se trata de un perfil, con hechuras de cuento, de un personaje literario importante: Kafka, Pessoa, Baroja, Machado, Karen Blixen, etc. Ahora, en vísperas de su centenario, le ha tocado al poeta José Hierro (1922-2002), que logró los premios más importantes de la literatura española: el Adonais, el Nacional de las Letras o el Cervantes. A la prosa miniada de Marchamado, que encuentra su mejor expresividad en el vaivén de los adjetivos y en la acumulación de detalles, se suman los dibujos y los grabados de Santos, siempre sugerentes, magistrales, que dominan a la perfección el binomio del blanco y negro.
Marchamalo recuerda, de entrada, algunos detalles de José Hierro, que hizo muchas cosas, entre ellas deambular por varias cárceles de España, desde 1939 a 1944, y fue un superviviente de posguerra; antes de conocer el presidio, iba con su madre a visitar a su padre preso, e hizo todo lo posible para olvidar la pena del progenitor y su propia cautividad. Escribía en el bar, con “un chinchón seco, un poco aguado, en copa, y se encendía un cigarro: un Ducados que acababa convertido en humo espeso, acogedor como la niebla, y que le acabaría quemando los pulmones”.
Además de escribir en cuadernillos, “con la certeza de que acabaría deforestando Europa con sus versos”, también hacía dibujos con un rotulador de punta fina, y redondeaba la obra, que tendía a ser arborescente, “extendiendo la tinta con los dedos”. El niño Pepín no tardaría en trasladarse de Madrid a Santander, donde le sorprendió la Guerra Civil y donde tendría amigos decisivos: Gerardo Diego, que sería su maestro, y sobre todo el poeta José Luis Hidalgo. El mar le inspiró muchos poemas, y dice Marchamalo que acabaría construyéndose una casita, “sin luz ni agua corriente, frente al mar”, a la que llamaban ‘El minifundio’ y pensaban los vecinos que era el espacio de un loco.
Uno de sus primeros oficios fue el de apuntador, y antes había ganado un premio infantil, con doce años, ‘La leyenda del almendro’. Con el paso de los días, sería acusado de auxilio a la rebelión y acabaría en la cárcel. Antes de los 18, fue condenado a doce años y un día de reclusión. Lo soltaron en 1944 y su amigo José Luis Hidalgo le dijo que tenía un empleo para él. No era cierto. Se instaló con su maleta de madera en una pensión, e hizo un poco de todo: repartió leña, redactó biografías por encargo, frecuentó a las mozuelas y las tertulias de madame Leontine y a la vez se volcó con la poesía de todas las formas posibles: en las revistas, con sus libros; también se dedicó al arte, y no solo hacía acuarelas sino que redactaba críticas de arte y catálogos. Y trabajaría con gusto y profesionalidad en todo ello en Radio Nacional de España.
Aunque lo esencial de él fue su poesía: ‘Tierra con nosotros’, ‘Alegría’, ‘Quinta del 42’, ‘Cuanto sé de mí’, ‘El libro de las alucinaciones’; logró todos los galardones… Al final el tabaco fue su principal enemigo, y hubo de llevar con él “el maletín de oxígeno celeste”. Poco antes de morir publicó uno de sus mejores libros, ‘Cuaderno de Nueva York’, su gran homenaje a la ciudad, a la música y al desconcierto de vivir. “Después de tanto, todo para nada”, escribió, como recuerda Marchamalo. Por tener, este guerrero de aspecto turco tenía un bosque particular de cipreses, y plantaba uno, un mes antes del parto, cada vez que iba a nacer un niño.
Este año se hablará mucho de José Hierro. Cronista cultural, rapsoda, pintor de nerviosas manos. Excepcional poeta y también todo un personaje. Jesús Marchamalo y Antonio Santos dan el primer apunte inolvidable y entrañable en Nórdica. Un libro para siempre.
LA FICHA
‘Hierro Fumando’. Texto: Jesús Marchamalo. Ilustraciones de Antonio Santos. Nórdica, 2021. Madrid. 50 páginas.