El catálogo de edificios protegidos de Zaragoza, con lagunas y poco contemporáneo

Arquitectos e historiadores piden que se actualice la lista tras lo ocurrido con el convento de Santa Inés

Edificio proyectado en los años 20 por un Regino Borobio recién licenciado de arquitectura, el derribo de Torre Ramona parece irreversible, con la excepción de la antigua capilla y de unas bodegas anexas.
Edificio proyectado en los años 20 por un Regino Borobio recién licenciado de arquitectura, el derribo de Torre Ramona parece irreversible, con la excepción de la antigua capilla y de unas bodegas anexas.
José Miguel Marco

La reciente paralización temporal del derribo del convento de Santa Inés ha evidenciado las lagunas del catálogo de edificios protegidos de Zaragoza. Otras ciudades han actualizado el suyo recientemente, como es el caso de Barcelona, o están a punto de hacerlo, como Madrid. Mientras los expertos reclaman una actualización de la lista de edificios protegidos en la capital aragonesa, sobre todo en lo que corresponde a la arquitectura contemporánea, la piqueta amenaza a varias construcciones significativas. Como el antiguo reformatorio de El Buen Pastor, Torre Ramona, el convento de Jerusalén o la Universidad Laboral, por citar algunos.

El convento de Santa Inés había recibido en 1965 el Trofeo Ricardo Magdalena, convocado por la cátedra homónima de la Institución Fernando el Católico. El actual director de la cátedra, José Laborda, solicitó en 2005 que se catalogaran 14 edificios galardonados, entre ellos el convento, pero solo le hicieron caso en 10. "El patrimonio contemporáneo es más complicado de salvaguardar que el histórico –apunta–. Pero no todos los edificios premiados deben ser conservados, hay que dejar que el tiempo los afiance y les conceda una importancia que en el momento de la inauguración no tienen. Para saber si una construcción merece ser conservada hay que pensar en su tipo y en su tiempo. Si no hay modelos semejantes de su misma época en la ciudad, tiene que ser preservada. Es lo que ocurre, por ejemplo, con el convento de Santa Inés".

Para el historiador del arte Javier Martínez Molina, profesor de la Universidad de Zaragoza, los cuatro ejemplos citados deberían tener mayor protección. La capital aragonesa, a su juicio "necesita que se haga una campaña seria de catalogación de arquitectura contemporánea, a cargo de un equipo de arquitectos e historiadores. Hay que catalogar más y mejor, porque, a la hora de proteger, nos hemos quedado en los años 30-40 del siglo pasado".

Pedro Navarro, decano del Colegio de Arquitectos de Aragón, revela que están preparando "una carta para la DGA y el Ayuntamiento solicitando que se revise el catálogo y se incluyan edificios de interés. Propondremos que se incluyan algunos de los premiados con el García Mercadal o el Ricardo Magdalena, o los que ya están catalogados por la Fundación Docomomo Ibérico. Hay que valorar bien qué se protege, sí, pero la lista hay que actualizarla cada pocos años". Navarro cita un ejemplo de obra que hoy parece no correr ningún peligro pero que carece de protección: la fábrica Diestre, el primer edificio diseñado por Rafael Moneo, premio Pritzker, el ‘Nobel de la Arquitectura’.

El decano es bisnieto del arquitecto que diseñó el Mercado Central y eso le lleva a una reflexión. "Lo que mantiene a un edificio es su uso. El Mercado es un ejemplo evidente de que con buen gusto se pueden mantener las esencias arquitectónicas de un edificio, ya sea conservando el uso para el que fue diseñado, o incluso cambiándolo. El antiguo Seminario, por ejemplo, se ha convertido en oficinas con buen resultado. Y la sede del Colegio de Arquitectos es un palacio del siglo XVI. Entiendo que un edificio grande es difícil de mantener y costoso de rehabilitar, pero a veces se promueven obras nuevas que podrían haber reutilizado edificios antiguos".

Diseñada por el madrileño Manuel Ambrós, la Universidad Laboral pasa por ser un paradigma de la arquitectura moderna de la posguerra en Aragón. Catalogada por la Fundación Docomomo, se derribará en 2022.
Diseñada por el madrileño Manuel Ambrós, la Universidad Laboral pasa por ser un paradigma de la arquitectura moderna de la posguerra en Aragón. Catalogada por la Fundación Docomomo, se derribará en 2022.
José Miguel Marco

La Fundación Docomomo Ibérico, dedicada a la documentación y difusión de la arquitectura del Movimiento Moderno en la Península Ibérica, es una de las entidades, junto a Apudepa, que se ha movilizado para salvar el convento de Santa Inés. Ha enviado informes a la DGA y al Ayuntamiento solicitando su catalogación. Su representante en Aragón, el arquitecto Fernando Aguerri, cree que "hay que pensar en catalogar edificios que son importantes, que han sido construidos entre 1925 y 1975 y no están convenientemente protegidos. Hay muchos ejemplos, como el centro de clasificación postal de la calle Anselmo Clavé. Y tenemos que prestar atención a los conventos, con los que puede pasar lo mismo que ocurrió hace unos años con la famosa Operación Cuarteles. Docomomo nació para intentar romper con un cliché, y es que se suele considerar ‘histórico’, y por tanto merecedor de ser conservado, lo que tiene al menos 100 años. Se valora más lo más antiguo, y el problema es que hay arquitectura contemporánea valiosa y las ciudades evolucionan de manera muy rápida: un polígono industrial de hace 30 años se elimina hoy para hacer una ciudad tecnológica u otra cosa. Y se pierden cosas que luego se lamentan. El derribo de la famosa ‘pagoda’ de Fisac produjo una convulsión en Madrid, y muchos de sus ciudadanos miran desde entonces con otros ojos la arquitectura contemporánea". Para Aguerri, es necesario catalogar más, "pero con flexibilidad, porque es importante permitir el reuso".

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