Por
  • Enrique Abenia

Los sueños y lo vívido

Anya Taylor-Joy, en la película 'Última noche en el Soho'
Anya Taylor-Joy, en la película 'Última noche en el Soho'
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La sugerencia define la trayectoria del británico Edgar Wright, en la que destacan títulos de culto como ‘Zombies Party’ (2004), comedia con la que se dio a conocer, y ‘Scott Pilgrim contra el mundo’ (2010) además de la alocada ‘Bienvenidos al fin del mundo’ (2013), su mejor trabajo. Tras la estimulante ‘Baby Driver’ (2017), el director amplía su ambición creativa y estilística en ‘Última noche en el Soho’, ‘thriller’ de componente onírico y fantástico que activa la evocación en torno a cuestiones como los sueños vívidos, las conexiones que surgen de la identificación, las expectativas que acaban en trastorno y perdición y las dos caras que puede exhibir un mismo lugar, con lo apasionante y seductor en convivencia con lo sórdido.

‘Última noche en el Soho’ ***
Director:Edgar Wright.
Guión:Ed Edgar Wright y Krysty Wilson-Cairns.
Intérpretes:Thomasin McKenzie, Anya Taylor-Joy, Matt Smith, Michael Ajao, Terence Stamp y Diana Rigg.

Un cauce articulado a través de una chica, interpretada por una estupenda Thomasin McKenzie, que se instala en Londres para hacerse diseñadora de moda y que al dormir se traslada a la realidad de una joven aspirante a cantante en los años 60, la época que le fascina. El impulso anímico de verse reflejada da paso a la pesadilla y a las visiones que asaltan cuando esa figura, una magnética y fantasmal Anya Taylor-Joy, se convierte en víctima al ser obligada a prostituirse. En virtud de su tratamiento visual (la plasmación del juego de espejos, los ecos de ‘giallo’ presentes en la escena del asesinato clave), de lo que este confiere a la narración y de la ambientación, la película ejerce atracción aunque no llega a subyugar tanto como gustaría, y dentro de sus detalles cautivadores tampoco adquiere la relevancia artística que su autor cree.

Las perturbadoras apariciones simbolizan el lado menos convincente del filme, dedicado a la fallecida Diana Rigg, en un papel secundario relevante. No obstante, el rostro deformado de los espectros potencia el discurso feminista de fondo, en cierto modo deconstruido en un tramo final arrebatador por lo que abraza y todo lo que conjuga.

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