música

Loquillo devuelve a Zaragoza el placer de los conciertos a golpe de rock and roll

3.000 personas asisten al primer gran concierto sin restricciones desde marzo de 2020. El aragonés Gabriel Sopeña acompaña al cantante en dos canciones. 

Abrazos efusivos, saltos eufóricos, selfis con sonrisas rotundas y un brindis tras otro con cervezas. Así han sido los minutos que han precedido al concierto de Loquillo en la pista del Príncipe Felipe. La ocasión bien lo merecía. Tras 20 meses de confinamientos y prohibiciones, este viernes, por fin, han regresado a Aragón los conciertos de gran formato sin restricciones. Fuera las sillas y de vuelta las barras. Adiós a la contención y hola al baile y al contacto humano. Únicamente las mascarillas han recordado el viacrucis padecido por la sociedad y con especial virulencia por la música en directo a causa de la pandemia.

"Es el primer concierto al que voy en prácticamente dos años. Me gusta Loquillo y además es un placer poder tomar una cerveza mientras toca la banda. Se ha hecho muy larga toda esta espera", explicaba el zaragozano Alberto Santiesteban. A escasos metros, Dolores Montes, una barcelonesa ataviada con camiseta, bufanda y bandera estampadas con el logo del pájaro loco tan emblemático del cantante, aguardaba con una indisimulada emoción el acontecimiento. "Hemos venido un grupo de amigos expresamente desde Barcelona. Tenemos muchas ganas de ver al Loco y qué mejor que en Zaragoza", proclamaba.

Y la estrella deseada no se hizo esperar. Apenas ocho minutos después del horario previsto, a las 21.38, comparecía con su ya clásico traje negro y su inseparable y competentísima banda, con el ‘aragonés’ Laurent Castagnet a la batería –residió en Zaragoza y ahora lo hace en Torralba de losSisones–. Por delante aguardaban casi dos horas de rock and roll y actitud, una celebración colectiva con una liturgia bien sabida pero bien necesaria en estos tiempos de ‘playbacks’ y atajos. Como si un metrónomo guiara sus pasos, Loquillo abordó un generoso repertorio de 25 canciones que transitó por sus más de cuatro décadas de magisterio artístico y vital. Su voz jamás ganaría concursos de talentos, pero es tan imperfecta como atronadora. Para hipnotizar a su parroquia le basta con su mera presencia, sus poses orgullosamente chulescas, su forma de moverse camino de los 61 años... en definitiva, su carisma, un bien que ni se vende ni se compra.

Concierto de Loquillo en el pabellón Príncipe Felipe de Zaragoza
Concierto de Loquillo en el pabellón Príncipe Felipe de Zaragoza
Toni Galán

Arrancó con ‘Los buscadores’, la canción que también abre su último disco, ‘El último clásico’, editado en noviembre de 2019 pero no presentado hasta ahora. De este álbum también eligió ‘Creo en mí’, ‘La vampiresa del Raval’ y el corte que da título al elepé. También revisitó con profusión –cuatro canciones– ‘Balmoral’, disco de 2008.

Como jefe de la tribu y amigo de sus amigos –más bien hermano–, compartió dos himnos con el aragonés Gabriel Sopeña: ‘Brillar y brillar’ –su primera colaboración, en 1991– y ‘No volveré a ser joven’, ese monumento lírico de Jaime Gil de Biedma («Que la vida iba en serio, uno lo empieza a comprender más tarde»).

Esas sutiles caricias en forma de verso dieron paso, claro que sí, a ‘crochets’ con puño de hierro, a golpe de imbatibles himnos generacionales. El primero, en el ecuador de la actuación, fue el ‘Rompeolas’ –aquí Loquillo fumó su primer cigarrillo con la clase de Cary Grant–. La lluvia de bombas prosiguió con ‘Carne para Linda y ‘Rey del Glam’.

Y para los bises, como mandan los cánones, una escalera de color que no admite contestación: ‘El hombre de negro’, ‘La mataré’, ‘El ritmo del garaje’, ‘Feo, fuerte y formal’ y ‘Cadillac solitario’. La banda sonora de varias generaciones. La ley del Loco.

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