'Ron da error': lo imperfecto y lo auténtico
La familiaridad con los avances tecnológicos que han transformado la sociedad surge a edades cada vez más tempranas, y con ella nace también la inevitable dependencia. La película de animación ‘Ron da error’ remite al despliegue continuo de innovaciones, a la era de las pantallas y a la fijación por ‘likes’ y seguidores, marco que resalta aun más la soledad del protagonista, un chico marginado, el típico considerado como el raro, y además el único que no tiene un revolucionario robot que se adapta a los gustos de su propietario y favorece que conecte por redes con jóvenes con aficiones similares. La premisa incide por duplicado en la clásica cuestión de la diferencia, ya que al perfil del menor añade lo representado en el funcionamiento defectuoso de la máquina que por fin le acompaña. Desde la reivindicación de lo imperfecto, la obra conjuga lo divertido y lo alocado con lo entrañable al canalizar la magia de cuando fluye un vínculo verdadero, doble cauce revestido de sugerencia extra por los temas y reflexiones en los que sumerge, faceta por la que agrada y sorprende.
La propuesta, dirigida por Sarah Smith (detrás de ‘Arthur Christmas. Operación regalo’) y Jean-Philippe Vine, despierta en origen simpatía por su humor, definido por el juego con lo peculiar, lo disfuncional y las ocurrencias, y por la descripción de la amistad que brota, en torno a la que aparecen las peripecias, la aventura, la aceptación, la tentación de la huida hacia delante, el impulso que ayuda a evolucionar y la fuerza de lo auténtico. La importancia de no olvidar este último aspecto centra la evocación discursiva respecto al uso de las redes por parte de la juventud. El mensaje se ramifica en múltiples detalles y apuntes, también en la crítica al lado desaprensivo y turbio de los gigantes tecnológicos escondido bajo su imagen guay: el negocio, la recopilación de los preciados datos, la nula privacidad, el control.