La humanidad del monstruo
El uruguayo Fede Álvarez salió más que airoso de la complicada tarea de no solo convencer, sino también seducir, con un ‘remake’ de una obra tan de culto como ‘Posesión infernal’. Luego sorprendió con ‘No respires’ (2016), notable y reivindicable ‘thriller’ de tensión constante que invertía los roles de la temática de asaltos al hogar al convertir a los ladrones en víctimas del dueño de la vivienda allanada, un veterano de guerra invidente que respondía con brutalidad. Su condición de hombre perturbado por la pérdida y el factor del horror que sacude de modo inesperado redondeaban el atractivo. Álvarez cede el testigo de la dirección a su compatriota Rodo Sayagues, su colaborador habitual en los guiones, en ‘No respires 2’, película que muestra que el ciego interpretado por Stephen Lang consigue años después lo que más deseaba, volver a tener una hija. En ese contexto emocional sufre el ataque de unos criminales aun peores que él, miembros de una banda dedicada al tráfico de órganos. Aunque su tratamiento formal no posee la fuerza de la original, el filme de Sayagues constituye un ejemplo de secuela de carácter menor (rasgo que siempre encierra su vistosidad) que reviste interés por lo que aporta.
La historia plasma el lado humano del viejo monstruo, representado en su actitud sobreprotectora con la menor, a la que cuida y educa a su manera y a la que apenas deja salir de casa, y en la redención que halla en su posterior camino de venganza y salvación. Entonces es él quien entra en lugar ajeno, situación que conlleva, dentro de la similitud, un cambio en la dinámica interna. En el desarrollo se atiende a la perspectiva de la niña una vez descubre la verdad, vertiente expositiva envuelta en la resonancia de la siniestra y sórdida desaprensión del entorno con el que se reencuentra. Un ambiente y unas enfermizas intenciones que motivan la carga truculenta de un tramo final con detalles que se disfrutan.
