Patricia Ramírez: "A los 17 años quería ser presidenta del Gobierno"

Zaragoza, 1971. Psicóloga y escritora. Referente de la psicología deportiva, ha trabajado con los equipos de fútbol de Mallorca y el Betis y con deportistas de élite. Autora de libros de éxito como 'Entrénate para la vida', 'Así lideras, así compites'. 'Cuenta contigo' o 'Somos fuerza'.

La psicóloga y escritora Patricia Ramírez, con su abuela en Zaragoza
La psicóloga y escritora Patricia Ramírez, con su abuela en Zaragoza
P. R.

¿Qué le hizo reír por primera vez?

Tuve una infancia triste, con mucha angustia. Si pienso en momentos divertidos, me veo en el colegio. Recuerdo a una profesora que se paseaba por el aula y con su trasero tiró un estuche metálico. Empezamos a reír sin poder parar. Cuanto más nos regañaba, más nos reíamos.

¿Qué le hizo llorar?

Me hicieron llorar tantas cosas que no sabría ni por dónde empezar. Mi madre me tuvo muy joven y enseguida caí en los brazos de mi abuela, que se convirtió en mi apoyo incondicional, no sabía vivir sin ella. Nací en Zaragoza, pero al separarse mis padres, nos fuimos a Las Palmas, de donde era mi padre. Mientras mi padre cerraba sus negocios en Zaragoza -el pub Pago Pago, el Noah-, nos quedamos al cuidado de una tía soltera en Las Palmas. Ese fue el principio de una niñez y adolescencia que no le deseo a nadie. Separarme de mi abuela fue devastador. Nunca fui feliz en Canarias. Mi resiliencia procede de cómo gestioné sola esos años tan duros de mi vida.

¿Se sentía rara, especial?

A ratos. No tenía el apoyo de una madre y me sentía muy sola. A la vez, mis abuelos maternos -mi abuelo era alemán- me pagaban el colegio alemán, un colegio muy pijo de Gran Canaria. Pero mi padre siempre ha sido muy de izquierdas y eso me hacía sentirme diferente en clase. Mis amigos llevaban ropa de marca y yo llevaba un macuto en el que ponía una frase del Che Guevara. Pero de mi padre se me han quedado muchos valores.

"Nunca fui feliz en Canarias. Mi resiliencia procede de cómo gestioné sola esos años tan duros de mi vida"

¿Qué es lo que más le gustaba hacer cuando no estudiaba?

Rotular y hacer gimnasia. Era mi antidepresivo.

¿Qué es lo que más y lo que menos le gustaba de Las Palmas?

Lo que más, mi hermano Pepe. Pese a que hemos discutido, lo he adorado siempre. Y mira que lo he tenido complicado con la tía que nos crío. Lo que menos, no tener a mi abuela, ni a mi madre. A mi madre no la he tenido nunca. Pero estar lejos de mi abuela, a la que veía cada verano, era la muerte durante el resto del año.

¿Tenía mucha conciencia política?

Con 17 años decía que quería ser presidenta del Gobierno. Me ha interesado la política porque la idea de injusticia me supera. Soy una persona equitativa, tiendo a la izquierda en políticas sociales. Como de economía no tengo ni idea, no sé si conviene más una ideología u otra. Pero sí quiero un país diverso, respetuoso y muy libre.

¿Qué imagen tenía de Felipe González?

Me apasionaba su forma de comunicar, de estar, de hacer. Luego, viendo toda la corrupción que ha habido en un lado y en otro, ya no me apasiona nadie. Pero durante muchos años decía que había dos sobremesas que me hubiera encantado vivir, una con Felipe González y otra con Joan Manuel Serrat. Ese también es un legado de mi padre.

"Soy una persona equitativa, tiendo a la izquierda en políticas sociales"

¿Era religiosa?

Mi padre me educó en el ateísmo. Pero a mí siempre me atrajo la religión y decidí hacer la primera comunión por mi cuenta. Luego me fui alejando de la Iglesia: me cuesta aceptar una institución que rechaza la homosexualidad, la masturbación, que sigue viendo el pecado donde no existe, que sigue excluyendo a la mujer. Me encanta el Papa Francisco, ojalá le permitieran hacer todo lo que desea. Y, por cierto, no hay un lugar en el que encuentre más paz que dentro de una iglesia.

¿Qué fobia forjó claramente en esos años?

En Las Palmas hay muchísimas cucarachas. Puedo entrar en ‘shock’ si veo una.

¿Hasta qué punto influía en su conducta el peso del ‘qué dirán’?

Apenas, aunque durante mucho tiempo traté de comportarme buscando el amor y la aprobación de mi madre. Hasta que me di cuenta de que era inútil.

"Me encanta el Papa Francisco, ojalá le permitieran hacer todo lo que desea. Y, por cierto, no hay un lugar en el que encuentre más paz que dentro de una iglesia"

¿Le angustiaba la idea de la muerte?

Sí. Tal vez porque aprecio mucho la vida y no tengo claro a dónde vamos luego. La primera muerte que me dejó huella fue la de Concha, la cuidadora que teníamos de pequeños. Era muy empática y tal vez la única que se daba cuenta de mi dolor.

¿Cuál fue la primera canción que memorizó?

‘Ya no estás más a mi lado corazón’, el bolero de Los Panchos. Mis padres lo ponían en Zaragoza cuando aún vivían juntos. Cada vez que lo escuchaba de más mayor, me sentía vacía, angustiada, con ganas de beber agua. Hasta que lo procesé.

¿Qué libros le deslumbraron?

Los libros de Celia y de Los Cinco eran un refugio para mí, una forma maravillosa de salir de mi mundo triste para meterme en un mundo genial de aventuras. De adolescente me enamoró ‘Los renglones torcidos de Dios’, fue la puntilla para estudiar psicología.

¿Había alguna persona que conociera a la que admirara de un modo especial?

Sí, a María José, mi profesora de Filosofía, mi Pigmalión. Si no es por ella, yo no sería psicóloga. Cuando la conocí fue como ver la luz, la adoraba. Le pregunté qué había estudiado y me dijo: «Psicología». Y ya solo quise ser tan bonita, luminosa y especial como ella; y ayudar a la gente en la manera en que María José me había ayudado a mí. Por eso estudié Psicología.

"Ese matrimonio perfecto, para toda la vida, felices, con hijos, unidos, que se aman. En mi madurez sigo anhelando no haberlo conseguido"

¿Hay alguna debilidad que detectara en su infancia y que aún no ha superado?

El miedo a las pérdidas. Por otro lado, mi situación personal hizo que idealizara el amor romántico. Ese matrimonio perfecto, para toda la vida, felices, con hijos, unidos, que se aman. En mi madurez sigo anhelando no haberlo conseguido, pero es que estaba confundida con esa idea de amor. Existe para muy pocas parejas.

Si pudiera viajar en el tiempo y regresar a sus primeros años durante un día, ¿a qué día volvería?

A cualquiera en el que hubiera podido tener la templanza y la madurez de ahora para poder contarle a mi padre lo que estaba viviendo, cómo me estaba sintiendo. No sé si hubiera servido de algo, pero me habría desahogado.

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