NARRATIVA ESPAÑOLA. OCIO Y CULTURA

Lorenzo Silva: “Franco pensó disolver la Guardia Civil por su lealtad a la II República”

El creador de la pareja de la benemérita, Bevilacqua y Chamorro, reflexiona sobre la historia de España y sobre su primeros 25 años en la literatura

Lorenzo Silva ha participado en el ciclo de escritores que organiza la Diputación de Zaragoza y en el proyecto literario de la España vacía en Teruel.
Lorenzo Silva ha participado en el ciclo de escritores que organiza la Diputación de Zaragoza y en el proyecto literario de la España vacía en Teruel.
A. C.

Acaba de estar en Aragón: en Borja, Zaragoza y Teruel… ¿Cuáles son las sensaciones?

Muy buenas.

¿Qué quiere saber la gente?

Conduce las charlas el escritor y coordinador del ciclo de la Diputación de Zaragoza Julio Espinosa, pero me gustó mucho que alguien me preguntase por un libro al que le tengo mucho cariño.

¿Cuál?

‘Recordaron mi nombre’, que es la narración de de la sublevación militar en Barcelona el 19 de julio de 1936, del desafío del general Goded a la legalidad republicana y de la decisión del general Aranguren, el máximo responsable de la Guardia Civil, que optó por defender la democracia. Me encantó que me preguntaran por él y me preguntaban qué fue antes Bevilacqua o este hombre, y la verdad es que llegué al escribir de Bevilacqua, me interesé más por la Guardia Civil. Yo tenía un conocimiento de cultural general y un día me dije, voy a estudiar la historia. Y ahí estaba él, que no ha sido recordado ni homenajeado por nadie, aunque fue fusilado por ser fiel a la legalidad.

¿Empezó por el Duque de Ahumada, fundador de la Guardia Civil?

Sí, sí, y me encontré con media docena de personajazos, y uno de ellos este, Aranguren. Hay otro personaje, al que dudo si hacerlo personaje de novela, el sucesor del Duque de Ahumada que era un liberal, del ala radical, vinculado a la revolución de 1854, muchos revolucionarios eran partidarios de disolverla, y él, que se opuso, era uno de ellos era él: masón, exiliado en Sudamérica. Hablo de Facundo Infante. Hizo una defensa de la Guardia Civil como no ha hecho nunca nadie. Decía que esta es una creación de nuestros enemigos políticos, pero la Guardia Civil ha traído la seguridad, la paz, la justicia, acabó con el bandidaje, ha contenido los excesos de los caciques, y no hay nadie que haya luchado por la libertad de este país como la Guardia Civil. Es un discurso que soltó en las Cortes…

Un relato debe entretener, sino entretiene es un mal relato, pero a partir del entretenimiento hay que hacer algo más: entrar las dimensiones necesarias de la existencia. Como decía Spinoza, si cuentas una cosa quieres que el lector experimente una corriente de afecto hacia ella

Cuando empezó a investigar, la Guardia Civil era más bien de la esfera rural…

Originalmente, sí, y ahora tiene encomendada la esfera rural española contemporánea. Pero, claro, el mundo rural es un lugar donde pasa el asesinato de Diana Quer, el relato del niño de Almería, el concejal de Llanes, es decir, suceden crímenes complejos. La España rural de ahora no es la España de hace cien años. Siguen teniendo competencias en terrorismo, drogas, crimen organizado…, han intervenido en todas las tramas de corruptos de la Comunidad de Madrid, de la Comunidad valenciana… Presentar a la Guardia Civil como una policía rural es, como mínimo, inexacto.

Da la sensación de que siempre ha tenido mala imagen.

En determinados casos sí, y muy buena en otros. Pero yo creo que también poseía connotaciones que no eran buenas para hacer literatura. Y eso no lo digo yo: lo dijo José Aramburu Topete, el director general de la Guardia Civil durante el 23-F. Encontré un texto suyo que decía que “la Guardia Civil no había generado un texto a su altura” porque, por un lado, había sido objeto de una inquina excesiva, y desde la inquina y el odio no se podía construir un buen relato, y por otro lado había sido objeto de un panegírico, más o menos lírico, o de exaltación excesiva desde la que tampoco se podía hacer buena literatura. Y el general, que era ingeniero y no literato, lo ve y lo cuenta con mucha lucidez.

Nos acordamos de aquellos días. Era un personaje complejo.

Era un tipo muy listo, veterano de la División Azul, tenía dos cruces de guerra, y era muy inteligente. Era ingeniero, formado, con cabeza, y luego con mucho sentido del humor. Hizo la línea de fortificación del Pirineo, después de la Guerra Civil, y se entendía y tenía que negociar con oficiales franceses. Y un día, un oficial francés, le dijo: “No sé si estas fortificaciones os van a valer”. “¿Qué? Si no estamos pensando en vosotros, estamos pensando si vuelven a llegar los alemanes hasta aquí”.

"No se ha subrayado el valor que tiene la asunción de un ideario, de un código de valores, que no es nominal ni es de boquilla, sino que se exige, que se practica… Le imbuyen un código de servicio público, que está en la cartilla de Ahumada, de sacrificio personal, de integridad moral"

¿Qué ha descubierto, qué le ha llamado la atención de la historia de la Guerra Civil, de la que hizo su biografía?

La hice y se sigue vendiendo. Hay tres detalles fundamentales. Primero: A pesar de la cantidad de detractores de la Guardia Civil, sucede que cuando han llegado al poder la han defendido. El caso de Facundo Infante es un ejemplo. Otro defensor fue Pascual Madoz, el del ‘Diccionario’ y el de la desamortización, del ala más progresista, y lo hacía por motivos económicos. Decía que la Guardia Civil devolviendo la seguridad a los caminos facilitaba que fluyera el comercio económico, y eso era la prosperidad económica de España. Y eso iba a traer la libertad. Otro defensor era Azaña, y otro de los defensores es el PSOE que llegó al poder con idea de disolverla y la reforzó, le dio más medios, y en la II República, exactamente igual… Es un fenómeno que me llama mucho la atención.

¿Por qué sucede eso?

Personas ideológicamente contrarias, cuando tienen que gobernar, la refuerzan porque la consideran fiable y piensan que le da vigor al Estado. Otra cosa que me llama la atención es una función que ha cumplido la Guardia Civil, que no se resalta suficientemente, es que ha sido y sigue siendo una de las pocas contenciones eficaces para el caciquismo. Existe la idea de que la Guardia Civil se ponía al servicio del cacique, es la Guardia Civil de la restauración, la Guardia Civil de Franco al servicio del cacique, pero la Guardia Civil de 1844, se aplica a erradicar el bandolerismo en Aragón, por ejemplo. Muchas partidas de bandoleros están a sueldo del cacique del lugar, las armas estaban en el ayuntamiento, y lo primero que hace la Guardia Civil es detener a alcaldes. Y curiosamente lo último que ha hecho la Guardia Civil ha sido detener a un montón de alcaldes. Gente que era señor de vidas y haciendas, mangoneaba de manera impune hasta que se encontró con la Guardia Civil y esa función la ha hecho en varios momentos. Sin embargo, ha pasado a la historia la excepción de la Restauración y del franquismo que son dos momentos contrarios al espíritu de la Guardia Civil.

Así, de entrada, podría parecer lo contrario.

La Guardia Civil es una creación de la España liberal, de los liberales moderados, y sin embargo la identificamos con los períodos más antiliberales donde la Guardia Civil ha tenido serios problemas: Franco pensó disolver la Guardia Civil por su lealtad a la II República y no se ha destacado esa faceta.

¿Cuál sería el tercer aspecto que le interesado?

Hay otra cosa sí: no se ha subrayado el valor que tiene la asunción de un ideario, de un código de valores, que no es nominal ni es de boquilla, sino que se exige, que se practica… Le imbuyen un código de servicio público, que está en cartilla de Ahumada, de sacrificio personal, de integridad moral, y se lo creen, y se lo creen hasta el extremo de que son especialmente virtuosos como policía judicial…. He sido abogado, y les he escuchado decir a los jueces muchas veces: “Si tengo que instruir un procedimiento penal prefiero a la Guardia Civil porque son los que más respetan las leyes, los que más respetan al juez y de quienes más me puedo fiar”. Y lo son por esos valores. Ese es el gran acierto del Duque de Ahumada, no limitarse a creer un cuerpo con hombres y armas, sino con valores.

No sé si no podría objetársele que padece el síndrome de Estocolmo.

En absoluto. Hay otros cuerpos de seguridad que no han desarrollado esos valores de doctrina ética y no son tan sólidos. Tienen que vivir en la raya entre la seguridad y la delincuencia. Me ha sorprendido la percepción tan contraria a la realidad que tiene mucha gente. Me he encontrado con mucha gente que piensa que la Guardia Civil participó en el golpe del 36 en Barcelona, cuando lo que hizo fue todo lo contrario… murieron su general, sus dos coroneles, los fusiló Franco a todos. A quienes les deberían hacer un momento en Cataluña es a los jefes de la Guardia Civil: Aranguren, Escobar, son muertos que defender…

¿Cómo se le ocurrió crear a esa pareja tan exitosa como Bevilacqua y Chamorro?

Quise crear una ficción criminal que tuviera la mayor dosis de verdad y tenía la sensación de que la ficción criminal que yo leía, no solo en España sino en otros lugares, era muy fantasiosa para tomarse ventaja de la realidad que luego no tenía rendimiento narrativo. Y quería contar unas ficciones que tuvieran ese poso de verdad. Empecé con ‘El lejano país de los estanques’ y ahí sigo.

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¿Cuál es su relación con la realidad?

A mí la realidad me parece muy interesante porque, a menudo, me parece tan misteriosa y fascinante como la ficción más calenturienta. Pasan cosas, y en el mundo criminal se ve a la perfección, a veces las razones por las que una persona le quita la vida a otra son más que increíbles, pero sucede.

"A mí la realidad me parece muy interesante porque, a menudo, me parece tan misteriosa y fascinante como la ficción más calenturienta. Pasan cosas, y en el mundo criminal se ve a la perfección, a veces las razones por las que una persona le quita la vida a otra son más que increíbles, pero sucede"

Ha tocado todos los temas en sus distintas entregas. ¿Qué quiere contar?

Yo desarrollo estrategias que ayudar a contar e interpretar la realidad… Un relato debe entretener, sino entretiene es un mal relato, pero a partir del entretenimiento hay que hacer algo más: entrar las dimensiones necesarias de la existencia. Como decía Spinoza, si cuentas una cosa quieres que el lector experimente una corriente de afecto hacia ella. Y ahí ando yo.

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