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Alejandro Simón viaja de la oscuridad a la luz en una novela de amor, 'La parcela'


El escritor publica su narración en el sello Caballo de Troya y narra la pasión entre un profesor y un refugiado sirio

Alejandro Simón es un poeta que ha dado un paso a la narrativa.
Alejandro Simón es un poeta que ha dado un paso a la narrativa.
Archivo Caballo de Troya.

Un profesor treintañero huye de su vida en una capital de provincias, huye de la enfermedad del padre con la torpeza de un Edipo fuera de forma, sin intuir siquiera que en la huida estará la vida entera. Partiendo de este axioma, Alejandro Simón Partal (Estepona, 1983) construye una fábula en la que el deseo, la marginalidad y la poesía forman un todo deslumbrante. A través de cincuenta capítulos de extraordinaria exactitud narrativa cuenta una historia que posee una profundidad imbatible, que provoca un cataclismo emocional en el lector a media que va adentrándose en cada párrafo, en cada frase. Su sencillez te deja literalmente sin aliento porque camina por la sangre de quien lee con esa complejidad con que un acróbata cruza la mentira contundente y bellísima que  siempre forma el cielo.

‘La parcela’ es una breve historia del mundo contemporáneo, una heterodoxa forma de cambiar los límites, de cambiar los márgenes. En unas pocas páginas, Simón Partal, disecciona el corazón del mundo real y lo despoja de esa pátina de silencio sobre la que el poder ancla su longevidad. 

El comienzo y el final de cada capítulo son una prisión de belleza que te guía hacía la verdad más hiriente y subversiva sin posibilidad de salir de su camino bajo ningún pretexto. Cada comienzo y cada final te atrapan como atrapa el peso de la luna, cuando llega, la longevidad del más perseverante atardecer: “En los lugares donde domina la frustración se impone con más certeza la existencia” o “En la madrugada las gaviotas hambrientas no subían a la ciudad, y sin sus gemidos las calles se llenaban de cosas muertas”.

La insistencia con que el protagonista cree en el deseo es pura poesía, una  poesía útil que se adentra en la oscuridad de muchas vidas sin herirlas. Simón Partal llena de luz la biografía de los marginados mientras dura esta historia. Los ve sobrevivir, luchar por un solo instante de esa gloria emocional que el exilio y los dictadores les roban a los supervivientes. Partal trata el tema con una concreción superlativa, se detiene en las aristas de muchas vidas y las convierte en núcleos sustanciales. No abusa de la ferocidad narrativa para situarlos en el mundo sino que los va yuxtaponiendo sobre la espalda de la rutina hasta devolverles la dignidad que les roba su condición de refugiados. Partal hace hincapié de una manera reflexiva y atrapante en que el refugiado acaba viendo siempre como se pudre su presente dentro del cuerpo de esa palabra cuyo significado nunca logra alcanzar.  

“En la madrugada las gaviotas hambrientas no subían a la ciudad, y sin sus gemidos las calles se llenaban de cosas muertas”.

Partal hace de los márgenes en esta novela un remanso de paz, y con su calma te lleva a antiguas narraciones, a antiguos narradores, a aquellos en que los detalles son todo, pero un todo que no empalaga. Un todo tácito e inclusivo: “Con esas botas me prometí acudir al día siguiente a mi lugar, al buen lugar, allí donde reinaba la oscuridad, donde resistía lo que elegí como luz”.

Partal resucita en ‘La parcela’ a Rimbaud, pero lo hace sin la afectación juvenil del prodigioso poeta francés. Sus párrafos son esa antorcha encendida de la que se enamora la tormenta y cuyo único objetivo desde ese momento será apagarla.

Partal reconstruye el mundo a partir de su amante Sirio, Nízar. A través de su piel, de sus besos y de la contradictoria calma que despliega en su viaje a ninguna parte, el joven profesor se acercará de nuevo a los sueños y recuperará su aliento, su porvenir.  El antagonismo que arruga las sábanas en que habita su cuerpo a cuerpo lo alimenta, y el desarraigo en las noches inciertas de La jungla, ese lugar que solo existe  para vender periódicos, como foco de inspiración para escritores, o para ver morir la inocencia de sus pobladores, lo mecen con el aristocrático pulso con que mece una araña a la presa que pende de su tela antes de devorarla: “La humedad reconocía cada hueso de mi cuerpo, y los rajaba en silencio”. También escribe: “En ese momento estaba asustado, la noche no acababa nunca y no creo que haya vivido momento más alto que entre esos charcos de desaparecidos”.

‘La parcela’ es un espejismo que contradice la mentira, un libro de una belleza desbordante, de una perfección narrativa que suele serle ajena a quién escribe su primera novela y que sin embargo a Alejandro Simón Partal le ha sido absolutamente propicia. Emoción y conciencia en estado puro. Sin duda uno de los imprescindibles de la temporada.

LA FICHA

‘La parcela’. Alejandro Simón Partal. Caballo de Troya. Madrid, 2021. 208 páginas.

[Esta noche del profesor de la Universidad de Huesca y becario de Etopia se presenta el viernes, 17 de septiembre, en la Fnac, a las 19.00 con Aloma Rodríguez.]

 

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