Por
  • Francisco Javier Aguirre

La magia del silencio pianístico

Khatia Buniatishvili en una imagen de archivo.
Khatia Buniatishvili en una imagen de archivo.
Auditorio de Zaragoza

Programa ecléctico el de la georgiana Khatia Buniatishvili, reanudando el XXIV Ciclo de Grandes Solistas ‘Pilar Bayona’ en el Auditorio. 

Programa presidido por la magia, porque esa sensación evoca la ‘Gymnopédie nº 1’, de Satie, que la pianista interpretó como a distancia, envolviéndola en un aura misteriosa, aunque accesible, concediendo cuerpo al silencio, para dar el salto hasta el ‘Preludio Op. 28, nº 4’, de Chopin, preludio en sí mismo y también del ‘Scherzo nº 3’, del genio polaco, que sonó incrustado en esa estrategia de silencios intermedios que Buniatishvili diseñó para su recital. Lejanías centelleantes en los arpegios y escalas que dieron un aire aéreo a la pieza en las manos volátiles de la georgiana.

Aquí el público se desató en aplausos, los primeros. El recurso al ‘Aria para la cuerda de sol’, de Bach, pudo calificarse de retroceso, pero también simultáneamente de avance. La cronología suele jugar un papel secundario en el arte. Porque la virtuosa, quizá devota del genio de Eisenach, lo trajo al escenario mediante una manipulación mágica del teclado que dejó el terreno sembrado para que, religiosamente, sonara el ‘Impromptu nº 3, Op. 90’, de Schubert, y luego su ‘Ständchen’, la popular serenata armonizada por Liszt.

Khatia buniatishvili *****
Repertorio:obras de Satie, Chopin, Bach, Schubert, Couperin y Liszt.
XXIV Ciclo de Grandes Solistas ‘Pilar Bayona’.
Sala Mozart del Auditorio de Zaragoza.

Interrumpió de nuevo la magia del silencio ideado por la artista, la impaciencia de un sector del público, con aplausos miméticos e innecesarios. El concierto estaba concebido sin descansos, porque los hubiera propuesto ella saliendo de escena. Pero fue educada y se levantó a saludar. Hay recitales en los que el aplauso intermedio estorba.

Hubo más música, mucha más, por ejemplo la singularidad de ‘Les barricades mystérieuses’, de Couperin, en línea con el proyecto musical de Khatia. Volvieron luego Chopin y Liszt. La excelencia se queda, a veces, en un calificativo escaso.

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