FOTOGRAFÍA. OCIO Y CULTURA

Pepe Guinea: "La fotografía es la razón de mi vida y mi terapia"

El artista madrileño expone 'La distancia justa', la crónica visual galardonada en Albarracín en 2019 de su tumor cerebral en la torre DKV

Uno de los retratos de Pepe Guinea, enamorado del cine y la foto.
Uno de los retratos del madrileño Pepe Guinea, enamorado del cine y la foto.
José Miguel Marco.

Pepe Guinea, en realidad, es José Arcadio Guinea. ¿No sé si le ha marcado ese nombre?

No. Nadie me ha llamado así jamás, salvo algunas veces en las listas del colegio.

Ya. A sus padres les debía de gustar mucho García Márquez.

Desde luego. Les impactó ese nombre de varios protagonistas de ‘Cien años de soledad’ y me lo pusieron. Tampoco me identifico demasiado con García Márquez; bueno, quizá sí en un punto: a mí también me gusta contar historias.

Se sintió tentado por el cine.

En el cine era feliz desde niño. Era un auténtico oasis en mi vida, un paraíso en la oscuridad. En las salas de cine me sentía protegido, estimulado. Y no quería que nadie me molestase ni me hablase. Tenía la sensación de que en cada película me metía en un sueño y no quería salir nunca de él. Siempre me he estado buscando.

Llegó a trabajar en algún rodaje.

Un poco y no demasiado tiempo. El novio de mi madre trabajaba en el cine, en diversas producciones, y gracias a él estuve en varios rodajes. Sobre todo en uno: ‘Cartas desde Huesca’.

"En las salas de cine me sentía protegido, estimulado. Y no quería que nadie me molestase ni me hablase. Tenía la sensación de que en cada película me metía en un sueño y no quería salir nunca de él. Siempre me he estado buscando"

¡Anda! Esa es una película del aragonés Antonio Artero.

Sí, hacía de meritorio y recuerdo con mucho cariño a Fernando Fernán Gómez, el protagonista. Aunque yo tenía 18 años, o 17, tuve la sensación de que él se sentía un poco incómodo, que le parecía todo poco profesional, que había demasiada improvisación en todos los aspectos. Sin embargo, conservo un recuerdo maravilloso de él.

¿Por qué?

Porque me trató con mucho cariño, y me impresionó ese respeto que mostraba hacia los más humildes del rodaje. Yo era solo un meritorio que le llevaba los cafés y pocas cosas más. Y siempre, siempre tenía en la boca la palabra ‘gracias’. Un día, al final del rodaje, nos reunimos todos en torno a él, en un café, y fue algo excepcional.

¿En qué sentido? Celebramos el centenario de su nacimiento.

Sí. Él hablaba, contaba historias, reflexionaba en voz alta y se hizo un silencio maravilloso, de admiración y de respeto. Era como si todos tuviéramos la conciencia de que estábamos escuchando la hermosa lección de un maestro.

"Fernán Gómez hablaba, contaba historias, reflexionaba en voz alta y se hizo un silencio maravilloso, de admiración y de respeto. Era como si todos tuviéramos la conciencia de que estábamos escuchando la hermosa lección de un maestro"

¿Qué imagen conserva del cineasta Antonio Artero?

Lo recuerdo lleno de ilusiones, en medio de las dificultades que había, y tuve la sensación de que le faltaba firmeza para manejar a los equipos. Me pareció que los productores ejercían mayor poder que él, lo percibía, y eso le colocaba en una situación nada fácil.

Además del cine, también le interesaba la fotografía.

Sí, desde luego. Podría decirle que la fotografía me ha dado la vida. O que es una de las razones de mi vida. Pero antes de dedicarme a ella con pasión, trabajé desde 1993 hasta 2014 en informática en Caja Madrid. Nunca fui feliz. Desarrollé ‘software’, dirigí equipos, evolucioné. Nunca estuve a gusto conmigo mismo. Y dar el salto a la fotografía fue difícil.

Nadie lo diría.

Yo he sido un chico muy tímido. Vuelto hacia dentro, con muchos miedos. No me resultaba fácil vivir ni adaptarme a la sociedad. Aunque he sido deportista –practiqué ciclismo y baloncesto– siempre he tenido la sensación de que era frágil. Era como una cosa mental. Y para hacer fotos tuve que vencer mi timidez. Jamás me hubiera imaginado que yo pudiese hacer retratos…

¿Cómo lo hizo?

En 2010 me descubrieron un tumor cerebral maligno. Y algunos amigos vinieron a verme a casa. Con su complicidad y su colaboración empecé a hacerles fotos.

Viendo su blog, diría que son retratos que mezclan la serenidad, la inquietud y el desamparo.

La verdad es que no lo he pensado. Quizá el desamparo se perciba porque yo vivía en el desamparo. Cuando me descubrieron el tumor me sentí muy mal. Me sentí culpable. Pensaba que el tumor cerebral me lo había provocado yo porque había vivido mal.

"Cuando me descubrieron el tumor me sentí muy mal. Me sentí culpable. Pensaba que el tumor cerebral me lo había provocado yo porque había vivido mal"

¿Mal? ¿Quiere decir peligrosamente?

Ojalá hubiera sido peligrosamente. Ojalá hubiese vivido distintas aventuras. No había vivido nada. Me sentía muy responsable, perfeccionista, atosigado, con miedo al fracaso. Era muy exigente conmigo mismo, reconcentrado en el trabajo. A eso me refiero.

En 2016 empezó a hacer el proyecto ‘La distancia justa’… Y le dieron la beca del Seminario de Fotografía y Periodismo de Albarracín que dirige Gervasio Sánchez.

Sí y duró hasta 2017. Ha sido una gran terapia, y la novela visual de mi vida. Me ha liberado del dolor y me da confianza. Es un registro de mi enfermedad y de mi intimidad, día a día. Me siento muy implicado en este proyecto que cuajará en un libro, pero yo no me siento un artista. El premio es un honor, Gervasio es un maestro.

"Ha sido una gran terapia, y la novela visual de mi vida. Me ha liberado del dolor y me da confianza. Es un registro de mi enfermedad y de mi intimidad, día a día"
Una pequeña selección de fotos de 'La distancia justa' de Pepe Guinea.
Una pequeña selección de fotos de 'La distancia justa' de Pepe Guinea.
José Miguel Marco.
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