ocio y cultura

El libertario que encarnó el creador total: Fernando Fernán Gómez

Se cumplen 100 años del nacimiento del actor, escritor y director. Luis Alegre y David Trueba le dedicaron 'La silla de Fernando'

Retrato de Fernando Fernán Gómez, el hombre que llegaba a todo.
Retrato de Fernando Fernán Gómez, el hombre que llegaba a todo.
Archivo Heraldo.

Fernando Fernán Gómez (1921-2007) se sentía, ante todo, un cómico que escribía, que dirigía cine o teatro (por ejemplo, al fugaz Centro Dramático de Aragón), que iba a la RAE o que se sentaba con sus amigos en el café Gijón; Luis Alegre, codirector de ‘La silla de Fernando’ con David Trueba, dice: «Si el arte de la conversación se pudiera medir como una carrera de atletismo, es muy probable que fuera proclamado el mejor conversador de todos los tiempos».

Este libertario, al que llevó su abuela a la Puerta del Sol a celebrar la llegada de la II República, era intuitivo, lúcido, de respuesta rápida. A la vez, el pelirrojo más famoso de nuestro cine podía suscitar «un amor inmenso», como el que sintió hacia él la actriz Marisa Paredes, que lo consideraba su Pigmalión. «Es una figura única en la historia de España: nunca nadie ha concentrado tantos talentos diferentes ni ningún otro creador ha dejado obras clave en tantos ámbitos», añade Luis.

Como actor está en algunas de las mejores películas del cine español, ‘El espíritu de la colmena’, ‘El anacoreta’, ‘La lengua de las mariposas’, Maravillas’ o ‘Belle Époque’, pongamos por caso, y como director firmó títulos tan perturbadores como simbólicos: ‘El extraño viaje’, ‘El mundo sigue’, ‘La vida por delante’ y ‘El viaje a ninguna parte’, una de las mejores obras que se han concebido jamás sobre la vida y los afanes de un actor. Profesional de los pies a la cabeza, deslumbró por su carisma, por su sensibilidad, por su ausencia de afectación. 

Ganador de cinco premios Goya, Premio Príncipe de Asturias de las Artes, fue un hiperactivo con alma de perezoso y llegó a todo, incluso al desamor. Se casó con María Dolores Pradera, vivió varios años con Analía Gadé; la mujer de su vida fue Emma Cohen, actriz y escritora. Se dieron una tregua hacia 1980, ella se fue con el escritor Juan Benet, y él, tan pudoroso, firmó una breve autobiografía en ‘Triunfo’ (génesis de sus incomparables memorias, ‘El tiempo amarillo’) y deslizó una carta de amor desesperado pidiéndole que volviese a su lado.

Agrega Luis, que aprende de los sabios cercanos: «“Gracias por quererme tanto”, nos dijo, cuando le enseñamos ‘La silla de Fernando’. “Una de las cosas de las que más me arrepiento en mi vida es de no haberle dicho a la gente que quería hasta qué punto la quería”, fue una frase de sus últimos días que me dejó loco».

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