OCIO Y CULTURA

Memoria de Félix Romeo, el hombre de los abrazos, la pasión y el debate feroz

El sábado 21 se materializará una de sus ideas en el pantano de Lechago: una cápsula con más de 130 piezas dedicadas a él se depositará en el fondo

El retrato de Félix Romeo que hizo el colectivo Anguila para la serie 'Gigantes y Cabezudos'.
El retrato de Félix Romeo que hizo el colectivo Anguila para la serie 'Gigantes y Cabezudos'.
Colectivo Anguila.

“El padre de Félix Romeo Pescador es de Lechago. Ese es el origen de su vinculación con el pueblo. También es de Lechago su tío Marcelo, casado con una hermana de su madre. Cuando en 1985 conocí a Félix en El Ángel Azul, eso fue lo primero que me dijo: 'Yo también soy de Lechago'. Félix tenía 17 años”, recuerda Luis Alegre (Lechago, 1962) y así define el vínculo del escritor Félix Romeo con la localidad turolense donde el sábado 21 de agosto, a las 17.00, se va a vivir un hecho muy literario: se enterrará una suerte de nave o cápsula de libros, documentos, cartas y objetos en su honor en el pantano de Lechago, que ha concebido y embellecido el escultor José Azul. En una de sus múltiples y originales ideas, Félix concibió la existencia de una biblioteca sumergida en el pantano. Y su idea, gracias al propio Luis Alegre, Agustín Martín, cronista del pueblo, y María Jesús Soriano, presidenta de la Asociación ‘El Pairón’, se hará realidad. Félix falleció en Madrid, el 7 de octubre de 2011, pronto hará diez años.

Luis Alegre: "Cuando en 1985 conocí a Félix en El Ángel Azul, eso fue lo primero que me dijo: 'Yo también soy de Lechago'. Félix tenía 17 años”

Agrega Luis Alegre: “No sé muy bien cuántas veces pudo estar en el pueblo cuando era niño. Pero desde que yo lo conocí, vino varias veces, algunas conmigo. Por ejemplo, cuando presenté ‘Besos Robados’, cuando vinimos con David Trueba, Santiago Segura y Jorge Sanz”. En realidad, Félix no perdía oportunidad de estar en Lechago y en tantos otros sitios. Viajar y contemplar el paisaje era una de sus grandes aficiones. Si algo le definía, por encima de todas las cosas, es era la curiosidad, la vida que no cesa con su afluente incontenible de historias, personajes, hechos y pasiones. 

Cuatro amigos, que han estado muy cerca de él durante años, lo recuerdan: Guillermo Busutil, Premio Nacional de Periodismo Cultural de 2021; Pepe Cerdá, pintor y amigo personal que lo retrató en varias ocasiones; Lara López, con quien coincidió y con quien colaboró durante años en RNE, e Ignacio Martínez de Pisón, Premio Nacional de Narrativa y uno de sus más cercanos amigos. 

GUILLERMO BUSUTIL 

A Félix Romeo lo conocía de otros, de libro y de noche, como creo que todos entablamos abrazo de hermanico con este escritor de escritores. Mi amigo Miguel, un pionero en la objeción de conciencia, me hablaba de él como un rebelde, y en su relato epaté enseguida con aquel Espartaco al que decidí conocer enseguida que fuese posible. La segunda vez fue cuando leí ‘Dibujos animados’ y también me gustó su talento de escritor subversivo de ternura y humor con cicatrices de derrota. No sé si fue el empujón definitivo o cuando Juan Manuel de Prada me lo presentó en Madrid loándole mi pulso de cuentista pero el caso es que me adoptó con su abrazo de arponero bonachón con heridas de las que mejor no hablar e interminables historias que nunca cesaban, en su guarida de Madrid –una especie de isla de Tortuga de la literatura- o en el centro de una reunión de escritores en las que Félix era la voz de la pasión y en otros caso del debate feroz. 

También coincidí con él en esa actitud y nos fuimos hablando y encontrando en ferias, en premios y cada vez que mi periferia me dejaba citarme con su abrazo, hasta que el 2007 fue de los primeros que fiché para mis colaboradores de la revista ‘Mercurio’. Desde entonces no hubo semana en la que no hablásemos por teléfono y correo acerca de un libro, de un amigo que va para allá, de una recomendación, del amor, de proyectos, de unas risas y alguna que otra confidencia. Siempre cercano, empujándome a contar –gracias a él comencé a escribir en 2009 ‘Vidas prometidas’, que publiqué en Tropo- y a seguir en lo nuestro. Félix Romeo era literatura con cuerpo grande, el mapa donde todos quienes le conocimos encontramos un refugio en la necesidad, un tesoro sobre el que escribir, un viaje interior que a su manera también hacía él. Y un personaje con tanta vida al que ella, que nos lo robó, le debe otras vidas de literatura. Ese debería ser nuestro empeño amigo: convertirlo en un personaje coral para que siga viviendo dos veces y más, todas las posibles. 

PEPE CERDÁ 

Durante muchos años he tenido una pequeña fotografía enmarcada en la que aparecíamos Felix y yo en la puerta del fuerte de Canfranc. Con el tiempo le han ido acompañado otras fotos de amigos desaparecidos. Ocupaban un estante de mi biblioteca delante de los libros. Hace unas semanas las quité todas y las metí en una caja Comenzaban a ser demasiadas, cosas de la edad. Félix fue el primero en irse. Se fue con cuarenta y pocos. Tenía diez años menos que yo. El resto de mis amigos fallecidos eran más mayores que yo, Félix no. Era como si la muerte en lugar de situarse en el futuro, lo natural, se situase en el pasado, lo antinatural. 

Me acuerdo mucho de Félix aún habiendo quitado su foto. Es muy raro que la opinión de otro sobre las cosas que para uno son importantes no sea sino la proyección de los miedos y frustraciones del opinador. En el mundo del arte, en el que la frustración es generalizada, uno ha de acostumbrarse a caminar y decidir sólo. Es muy raro que un colega desee tu éxito, tu bien. Aunque sea bienintencionado su consejo su subconsciente le traiciona y te traiciona. Félix no era así. Félix era una excepción a esta regla generalísima. Félix quería el bien y el éxito de muchas personas. Y en concreto el mío. Te empujaba a hacer con extrema delicadeza. Félix es el padre putativo de decenas de libros, de cuadros y de carreras artísticas. Ahora que se cumplen diez años sin él su presencia no hace sino agrandarse. 

Pepe Cerdá: "Félix es el padre putativo de decenas de libros, de cuadros y de carreras artísticas. Ahora que se cumplen diez años sin él su presencia no hace sino agrandarse"
La cápsula de libros y objetos que será enterrada en el pantano de Lechago.
La cápsula de libros y objetos que será enterrada en el pantano de Lechago.
Archivo José Azul.

 

LARA LÓPEZ 

Tengo sus libros cerca, siempre a mano. A veces, como hoy, los abro. No los releo, solo los abro y sigo las líneas negras, como si le estuviera mirando a él ( su expresión agradable, como por encima del bien y del mal, y esa mirada indescifrable que le hacía sonreír, aunque nunca supe si desde la alegría o desde la tristeza). Hoy vuelvo a hacerlo y me tropiezo con sus dibujos en cada libro. Otra vez su rostro, convertido en líneas a bolígrafo azul. En uno soy su presentadora favorita ( así nos conocimos, en TVE, en la ya legendaria Revista de cultura de La 2, La Mandrágora). En otro me da las gracias por quererle, antes de escribir, esta vez en mayúsculas, lo mucho que me quiere. Echo de menos que me llame y se ría a carcajadas conmigo y, sobre todo, un poco de mí.  

Félix sabía llegar a su gente querida por cualquier vía cuando hacía falta y él siempre hacía falta. Echo de menos sus mensajes de texto en el teléfono (recuerdo su teoría sobre el amor como sustentador de la economía), donde siempre sabías que ibas a encontrar un amiguita, un ¿estás escribiendo? y su clásico todos los besos del mundo que repartía como si todos fueran suyos y todos para ti. Félix abrazaba con las palabras y, a poco que le conocieras, también con abrazos reales, de los que te hacen vivir para siempre y que también son eternos. Como él. 

Lara López: "Félix abrazaba con las palabras y, a poco que le conocieras, también con abrazos reales, de los que te hacen vivir para siempre y que también son eternos. Como él".

 

IGNACIO MARTÍNEZ DE PISÓN 

Félix nos tenía a todos los amigos en la cabeza. De repente te sorprendía con una frase, un consejo, un comentario que tenía que ver con lo que estabas escribiendo o con algún aspecto de tu vida. Era como si nos hubiera metido unas cookies en el cerebro para saber a todas horas de nosotros. A lo mejor por eso es imposible que lo olvidemos: porque esas cookies siguen ahí dentro. Yo me acuerdo de él casi cada día. Sobre todo me acuerdo en los momentos de alegría. En los brindis, por ejemplo, no puedo dejar de usar la fórmula que tanto le gustaba: “Para que cuando estemos peor estemos como ahora.” 

Ignacio Martínez de Pisón: "Félix nos tenía a todos los amigos en la cabeza. De repente te sorprendía con una frase, un consejo, un comentario que tenía que ver con lo que estabas escribiendo o con algún aspecto de tu vida"

 

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