Mefisto, el poeta y periodista que desnudó a Aragón en sus versos

Una tesis doctoral revive la figura y la obra de Fernando Soteras (1886-1934) famoso por sus ‘Coplas del día’ que publicaba HERALDO en portada

Fernando Soteras, ‘Mefisto’, analizaba la actualidad de Aragón en sus versos.
Fernando Soteras, ‘Mefisto’, analizaba la actualidad de Aragón en sus versos.
Heraldo.es

Fernando Soteras Gimeno nació en Zaragoza en 1886 y fue uno de los periodistas aragoneses más famosos de principios del siglo XX. Hoy apenas es recordado, y menos por su verdadero nombre. Firmaba la mayor parte de sus escritos con un seudónimo, ‘Mefisto’. Durante una veintena de años analizó la sociedad, la política y la cultura aragonesas en la primera página de HERALDO DE ARAGÓN, a través de unas poesías sencillas y amenas que llamó ‘Coplas del día’. El periodista y escritor Juan Luis Saldaña, articulista también de este periódico, acaba de presentar su tesis doctoral sobre la vida y la obra de Mefisto. Una tesis doctoral que ha recibido la máxima calificación y que descubre nuevos perfiles de una figura intelectual inmortalizada con un busto en bronce en la plaza de Aragón.

"Mefisto era un hijo de su tiempo, un hombre valiente, educado, que dejó tras de sí un recuerdo de concordia, de una España sin etiquetas –asegura–. Hasta ahora estaba bastante olvidado porque la guerra civil fue un volcán que dejó ‘cristalizados’ a muchos personajes, y no han vuelto a ‘humanizarse’ hasta que alguien los ha recuperado. En el caso de Mefisto, además, se da la circunstancia de que vivió en la Edad de Oro de la poesía española, a caballo entre las generaciones del 98 y 27. Sus versos no tienen tanta calidad literaria como la de otros, pero yo no lo reivindico como poeta sino como periodista. Esas ‘coplas’ eran un arma muy potente y, con ellas, Mefisto fue valiente y se enfrentó a los poderosos".

Eran versos populares, poesías jocosas y festivas en las que el humor, muchas veces, escondía cargas de profundidad. "Era un hombre muy observador, que recorría Zaragoza fijándose en los objetos cotidianos, en las modas en el vestir, en los personajes costumbristas –destaca Juan Luis Saldaña–, pero esos primeros versos eran a menudo el instrumento para soltar una pulla a alguien al final. En una de sus columnas podía empezar hablando de las castañeras para acabar dándole un ‘palo’ al alcalde".

Inclinado vocacionalmente hacia el periodismo y la literatura, Fernando Soteras tuvo que acabar, por imperativo familiar, la carrera de Veterinaria. Se inició en la prensa como caricaturista y colaboró en rotativos como ‘Lealtad’, ‘La Crónica’ o el ‘Diario de Avisos’. A mediados de la segunda década del siglo XX entró a trabajar en HERALDO.

En 1908 había ganado un concurso convocado por este periódico, que tenía mucho interés en ganar, como prueba el hecho de que presentara una veintena de trabajos con distintos seudónimos. Pero tardó en entrar en la redacción. "Su llegada se produjo, creo yo, de forma natural. Trabajaba en el ‘Diario de Avisos’ y este fue comprado por HERALDO. Aunque en prensa llegó a utilizar una veintena de seudónimos, el de Mefisto se acabó convirtiendo en su seña de identidad. Él contaba que lo sacó de un personaje episódico que Baroja usó en su ‘Aventuras, inventos y mixtificaciones de Silvestre Paradox’. En la novela es un pintor bohemio".

Desde 1914 hasta 1934, año en que Mefisto falleció al ser arrollado por el tren el coche en que viajaba en un paso a nivel, el periodista no faltó prácticamente ningún día a su cita con los lectores de HERALDO.

"Sus coplas tenían mucho humor y una fina ironía. Siempre buscaba algo más. Intentó soñar en ellas una Zaragoza menos provinciana y más abierta al mundo de lo que parecía. Y en realidad era así, porque la capital aragonesa en aquella época tenía un cierto aire cosmopolita y recibía a los mejores artistas del momento".

Saldaña le dibuja como un republicano muy próximo al pensamiento (no tanto a la conducta) de Lerroux; un hombre de profundos sentimientos religiosos, tolerante y con mucho sentido del humor. En sus escritos no hacía ataques personales aunque tampoco rehuía la polémica: dos alcaldes de Zaragoza contestaron con sus propias ‘coplas’ a las de Mefisto. Y aunque algunas de sus rimas hoy podrían considerarse ligeramente machistas, "en realidad, en cuanto a consideración de la mujer, iba un par de pasos por delante de la sociedad de su tiempo". Podía haber triunfado en Madrid pero no quiso abandonar su tierra, a la que tanto quería. Y que tanto le quiso a él, como pudo verse a su muerte: el vehículo que traía sus restos mortales a Zaragoza tuvo que parar en varias localidades: La Almunia, La Muela... Hubo que cortar el paseo de la Independencia para recibirlo.

"Aragón se dio cuenta de que había perdido a su voz –concluye Juan Luis Saldaña–. Una voz sencilla pero que decía lo que casi todo el mundo pensaba. Supo conectar con la parte de la sociedad a la que casi nadie atendía".

‘El último mono’ (12-X-1923)

Ya escribí al implantarse

la dictadura,

que la poda es precisa

pero en la altura;

que mejor que al humilde

pincha–tinteros,

hay que atar a exministros

y consejeros.

Y que es justo se pode

con entereza,

si antes hubo esquileo

por la cabeza.

Hoy se instruyen procesos

harto fatales

contra cien secretarios

municipales,

sin mirar que su hazaña,

siendo nociva

se inspiraba en los actos

de los de arriba.

Bien está que éstos queden

entre tabiques,

pero… no dejen sueltos

a los caciques.

‘Sonatina’  (8-XII-1923)

¿Qué tendrá la censura

con mis coplas del día?

A diario ese lápiz hace roja sangría

y extermina unos versos

que jamás llevan hiel.

Yo cultivo sin bilis la inocente ironía

y esa mina de sangre 

de implacable energía

me da cada lanzada

que me rompe el papel.

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