275 aniversario

En los ‘extras’ del Pilar: los pasos perdidos de Goya

Crónica de los pródigos años ochenta y noventa, con el descubrimiento del ‘Cuaderno Italiano’. Así lo contó HERALDO.

Artículo publicado por Julián Gállego en HERALDO en 1982
Artículo publicado por Julián Gállego en HERALDO en 1982
Heraldo

Los años ochenta fueron pródigos en temas goyescos. La serie de restauraciones de la obra mural de Goya (Aula Dei, el Pilar, Muel...) y un nuevo interés por el Goya joven, el Goya más propiamente aragonés (auspiciado en buena parte por los propios restauradores de esa obra mural, el matrimonio Barboza-Grasa a través de las páginas de HERALDO) dieron un nuevo impulso a la presencia de Goya en el periódico y, también, en los extraordinarios del Pilar.

En 1980 Goya se nos traslada fuera de nuestras fronteras y tenemos a José Pérez Gállego haciéndonos un recorrido por ‘Goya en Londres’ y a Carlos González Lóbez relatándonos la ‘Vida y muerte de Goya en Burdeos’. Nuevamente González Lóbez aparece en 1981 con una pregunta inquietante y aún no respondida: ‘¿Qué fue de la cabeza de Goya?’.

Carlos Barboza nos hablaba de un ‘Goya circular’ (l781- 1981), en un viaje de ida y vuelta alrededor de la ‘Regina Martyrum’. Una idea a la que regresaría en su ‘De Altamira a Goya en el Pilar’, en el 82, una vez restaurada la ‘Regina’, unificando la expresión plástica española desde la cueva cántabra a la pintura al fresco de la cúpula pilarista. Ese año se cumplía el segundo centenario del legendario y precursor Banco de San Carlos y Julián Gállego escribía de ‘Goya en el Banco de España’.

El 83 abundó en temas goyescos: desde el formidable informe de Guillermo Fatás sobre ‘Noventa y nueve goyas fuera de España’ a ‘La cúpula Regina Martyrum y sus bocetos’ de Federico Torralba, pasando por un ‘Goya en Madrid’, de Julián Gállego y ‘Un coloso en Zaragoza’, de Carlos Barboza, sobre la enigmática obra goyesca existente en el palacio de la duquesa de Villahermosa en Pedrola.

No faltaban ‘Tres sonetos goyescos’ del poeta zaragozano Miguel Luesma: ‘Goya. Aquelarres’, ‘La maja desnuda’, ‘Los fusilamientos del tres de mayo de 1808’. De este último, referido a la figura central, escribe el poeta:

Soneto goyesco del poeta zaragozano Miguel Luesma.
Soneto goyesco del poeta zaragozano Miguel Luesma.
Heraldo

En el 85, para suplir la ausencia de artículos goyescos del 84, se acumularon los temas relacionados con el pintor: Jacinto Luis Guereña habló de ‘Un perro que Goya pintó’, sobre la enigmática cabeza canina; Joaquín Aranda, del literario Goya de Feuchtwanger; Ricardo Centellas, un joven investigador incorporado a la sección crítica de ‘Artes y Letras’, señalaba la influencia del Padre Isla en nuestro pintor en ‘Isla, predicador en Zaragoza en 1757’; Federico Torralba nos habló de los testimonios de Teófilo Gautier sobre Goya en ‘Davillier y Gustavo Doré en tierras de Aragón’, y Carlos Barboza nos puso sobre ‘Los pasos perdidos de Goya’, en torno a algunos rastros ignorados del pintor por tierras aragonesas, dentro de su línea de investigación sobre el joven Goya.

De 1986 son los artículos de Julián Gállego ‘Goya en la Villa Favorita’ y de José Pérez Gállego ‘Goya en La Florida’. Julián Gállego escribe en el 87 ‘Goya vuelve a París’. En el 89, el mismo Julián Gállego escribió sobre ‘Venecia y Zaragoza’, en torno a la exposición de Goya en la ciudad de los canales, auspiciada por el Ayuntamiento zaragozano. Gonzalo M. Borrás, el catedrático de arte de la Universidad de Zaragoza, gran especialista del mudéjar, se ocupaba por vez primera en estas páginas del pintor y lo hacía con un artículo de claro entronque regionalista: ‘Francisco de Goya y la personalidad aragonesa en el arte’.

Goya en los noventa

El comienzo de los noventa nos trajo al profesor Ángel Canellas López con un ‘Goya joven en la basílica’, en torno a la presencia de Goya en el Pilar y con un final en el que subraya la amargura que sintió el pintor por sus disputas con el Cabildo zaragozano y el alejamiento de su tierra: «Toda mi felicidad la he perdido en Zaragoza», escribe en una carta del mes de junio de 1781.

Y señala Canellas: «Aquel episodio de las pechinas del Pilar alejan a Goya, con sus 35 años de edad, de la ciudad de Zaragoza. En los 47 que aún iba a vivir poco supuso esta tierra para el genial pintor: recibe en 1787 turrones de Zaragoza, que elogia; la Sociedad Económica Aragonesa de Amigos del País le nombra socio de mérito en 1790, y son espaciadas y brevísimas sus estancias en esta ciudad. En 1808 le llamará el general Palafox y pasará en Fuendetodos el segundo sitio de Zaragoza, y en 1815 dejará para el Canal Imperial de Aragón dos magníficos retratos del rey Fernando VII y del duque de San Carlos».

Triste conclusión para Canellas: «Goya, pues, es uno más en la nómina de tantos brillantísimos zaragozanos que esta ciudad no supo retener mientras vivieron».

En este mismo 1990, Juan Antonio Gracia anunciaba ilusionadamente que «Todas las pinturas de las cúpulas del Pilar serán restauradas», deseo que hasta el momento sólo se ha visto cumplido –ya restauradas con anterioridad la ‘Regina Martyrum’ y el coreto– con la cúpula de González Velázquez, gracias al patrocinio de la CAI en la celebración de su 90 aniversario. Por su parte, José Pérez Gállego habló de ‘Goya, pintor religioso’, en torno al libro del profesor Morales y Marín publicado por la DGA.

En el 91, Ana María Navales, en ‘Penúltimo retrato de Goya’, criticaba la poco afortunada visión sobre el pintor, muy llena de tópicos, de la obra teatral ‘Le dernier portrait de Francisco Goya’, de John Berger y Nella Bieslki, editada en Francia por Cham Vallan.

La propia Ana María Navales, en el ‘extra’ del 94, relacionaba las figuras de ‘Goya y... El Greco’ a través de la comparación entre 1os pueblos natales de ambos grandes pintores, Fuendetodos y Fódele en la isla de Creta. Julián Gállego, por su parte, escribía de uno de los grandes hallazgos goyescos de las últimas décadas, el llamado ‘Cuaderno Italiano’, al que se refería, en relación también con Zaragoza, en su artículo ‘Goya en Italia’.

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