su trayectoria 

El poeta insondable

Miguel Labordeta supone una de las propuestas poéticas más interesantes de la España de postguerra. 

Miguel Labordeta
Miguel Labordeta
Heraldo.es

El zaragozano Miguel Labordeta supone una de las propuestas poéticas más interesantes de la España de postguerra. Con apenas un centenar de poemas publicados (aunque escribiera muchos más) su poesía expresa una idea muy clara y contundente del malestar y el sinsentido de un discurso vital absurdo, completamente aleatorio, pero que nos obliga a disfrutar de cada día. Por eso, está presidida por la renuncia, la protesta y la búsqueda incesante del amor como salvación.

La poesía de Miguel Labordeta implica el absoluto compromiso con las palabras, como medio de la protesta, de la insurgencia, de la rebelión contra una existencia irrespirable y absurda, pero también implica una vida resuelta en las palabras, en las que se describen las realidades más intimas y, por consiguiente, más verdaderas: los anhelos, los deseos, los amores frustrados, las ilusiones y la desesperanza.

No se trata de un creador al uso: su concepción estética, su mundo personal y su visión del mundo hacen que sus poemas resulten siempre como puñetazos a nuestra conciencia, dirigidos a desestabilizar la plácida conciencia burguesa. En un poeta que comienza a escribir apenas unos años después de la Guerra civil, cabría esperar un posicionamiento ante esta peculiar y lamentable circunstancia histórica. Y lo hay, pero no como suele leerse en otros escritores: Miguel Labordeta nos muestra una sociedad dividida en viejos o ancianos y jóvenes o adolescentes. Los primeros están infectados por el odio, los segundos se retuercen en la duda entre la acción violenta y la contemplación casi mística, conscientes de la complejidad del universo y de limitadísima existencia humana, que apenas dura el guiño de una estrella. Los jóvenes tienen la obligación de construir un mundo diferente, aunque tengan que marcharse a otro espacio, fuera del mundo, extraterrestre. Normalmente, los viejos están significados en la sangre y el color rojo; los segundos siempre se definen por ser azules, puros.

En la poesía de su primera época (que él mismo denominó ‘epilírica’ o lírica del fenómeno, que comprende sus primeras obras: ‘Sumido 25’, 1948; ‘Violento idílico’, 1949; ‘Transeúnte central’, 1949, y debía cerrarse con ‘Las nueve en punto’, en 1951, obra que no llegó a publicarse porque fue censurada y apareció diez años después, con tan solo siete de sus nueve poemas con el título de ‘Epilírica’) se concibe que el poeta es una especie de sacerdote que debe conducir al pueblo hacia un nuevo horizonte en el que crear un mundo nuevo, sin odio. A partir de este momento (primeros años 50), Miguel se sume en un profundo silencio, en un tiempo de reflexión: abunda en lecturas renovadoras, con un acercamiento a la cultura oriental, y empieza a concebir la poesía de una manera diametralmente diferente: será la ‘metalírica’ o lírica del ser, en la que se adelgaza el discurso y se busca la esencia de las cosas, reflejada en composiciones en las que la sintaxis de reduce al mínimo. De esta segunda época, tan solo publicó una obra poco antes de su muerte, ‘Los soliloquios’ (1969).

Dos concepciones estéticas y una misma esencia. El mensaje que nos deja la poesía de Miguel Labordeta es complejo, el lector necesita empaparse de sus duras imágenes, de las contracciones entre sustantivos y adjetivos (violencia y suavidad, «duros como la arcilla, / duros del roquedal», dirá su hermano José Antonio), que nos descolocan, nos rompen la lógica y nos desconciertan. Pero en ella encontramos la pequeñez de la vida humana en un cosmos devorador, la necesidad de superar el odio con un amor universal, que no acentúe las diferencias, sino que se centre en la hermandad.

Leer la poesía de Miguel Labordeta a cien años de su nacimiento y más de cincuenta de su muerte supone comprobar que hemos aprendido muy poco y que es preciso volver a dotar a las palabras de sentido, aunque el mensaje sea misterioso y poco comprensible.

Antonio Pérez Lasheras es profesor de Literatura Española de la Universidad de Zaragoza

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