a la fresca
Emboca, terraceo con vistas a un campo de golf a cualquier hora del día
En este espacio, en sus tres terrazas con ambientes diferentes rodeadas de olivos y moreras, se puede disfrutar desde el aperitivo a la última copa de la noche.
El espacio Emboca (c/ Noria, 3. 638 018 116) inició su andadura en Zaragoza hace cuatro meses junto al club de golf de Ranillas. Todavía era invierno y en aquel momento tan solo se podían intuir las estupendas posibilidades de sus zonas al aire libre. Hoy, con la canícula de julio plenamente asentada en Zaragoza, sus terrazas son como un pequeño oasis en el que, sobre todo por la noche, la temperatura baja tres o cuatro grados respecto al centro de la ciudad.
Emboca no es un restaurante. En ello insiste mucho su propietario, Guillermo Vicente. Él lo describe como un espacio donde desde media mañana hasta bien entrada la noche suceden cosas vinculadas a la gastronomía y a la idea de salir y disfrutar al aire libre. Un escenario donde lo que pasa en él deja mucho margen para la improvisación, “tanta como para venir a primera hora de la tarde a tomar una copa después de comer en el centro y no abandonarlo hasta bien entrada la madrugada”.
En definitiva, la versatilidad es la marca de la casa teniendo como horizonte visual más próximo el campo de golf y la vegetación del cauce del río Ebro; a la izquierda, la imponente presencia de la Torre del Agua y, a la derecha, los cortados de Juslibol. La puesta de sol es muy recomendable. Se oculta sin que nada distraiga la mirada. Es, sin duda, el momento del día más apetecible, el más fotografiado y fotografiable.
En cuanto a la versatilidad, he aquí algunas de las propuestas que sugiere Guillermo Vicente para acercarse a su ´casa` sin tener muy en cuenta los horarios. “Cualquier hora es buena para tomar el vermú en mesas altas de acero junto a olivos centenarios; pedir un plato del día para degustar rápido y volver a trabajar; comer a mediodía alrededor de varios menús o sugerencias; alargar la sobremesa y transformarla en tardeo junto a una copa bien puesta; picar algo a media tarde, o cenar y estirar la noche un rato más, todo lo que vayan dando de sí las restricciones de la pandemia”.
Nada más acceder a Emboca aparecen los olivos de tradición centenaria rodeados de una pequeña barra alta. Están pensados para el picoteo más informal. En este lugar conviene probar las anchoas del Cantábrico con mantequilla fresca o con tomate sobre pan de cristal, y la ensaladilla con langostinos, aceite de arbequina y huevo frito campero.
En la parte central está el comedor acristalado con paredes totalmente abatibles, así que en este tiempo se convierte en una terraza más. Al fondo, se encuentra la terraza al aire libre más amplia, con mesas, sillas, sombrillas y ventiladores. En ella también tiene mucho protagonismo la parte vegetal. Desaparecen los olivos y entran en escena las moreras que se iluminan por la noche.
La oferta culinaria es amplia y pensada para no complicarse demasiado la vida. A mediodía hay un menú del día (22 euros) que suele incluir una carne o un pescado a la brasa. Sin duda, esta herramienta es la estrella de la cocina, con despieces como el lagarto ibérico o el salmón que se trabajan a la parrilla.
Para una comida más larga y reposada está el menú degustación (35 euros) con cuatro entrantes y una carne o un pescado, además del postre. Finalmente, la oferta de la noche incluye cinco menús que van desde los 25 a los 40 euros.
En este horario suele ser habitual la presencia de un dj y Guillermo Vicente tiene intención de “empezar a organizar algunos conciertos en directo”. En fin, que si de disfrutar al aire libre, a la fresca y a cualquier hora del día se trata, Emboca es un sitio muy recomendable.
