LITERATURA. OCIO Y CULTURA

Muere Fernando Ferreró a los 93 años, poeta del Niké y patriarca de las letras aragonesas

Poeta esencial y minimalista, había publicado catorce libros y recogió en 2017 su 'Obra poética completa' en Prensas Universitarias, en Larumbe

Muere el último faro del Niké: Fernando Ferreró.
Retrato de Fernando Ferreró, de 2017.
Toni Galán.

“Desearía vivir más. Estoy satisfecho de la vida. Soy moderadamente feliz y Zaragoza me encanta, incluso creo que ha mejorado el clima. No tengo resentimiento hacia nada ni hacia nadie. La música clásica me llena, paseo con mis amigos, escribo. Soy completamente anárquico. ¿Una retrospectiva de mi obra artística? Ni lo pienso. Soy demasiado perezoso, salvo que me lo dieran todo hecho... Tampoco soy tan vanidoso. Tengo la sensación de que a medida que envejezco la vida se hace más rica”, dijo en una ocasión el poeta, profesor, escultor y pintor Fernando Ferreró (Zaragoza, 1927-2021), que ha fallecido este domingo 13 a los 93 años, tras pasar varios días en la clínica Montpellier. El funeral será el martes en el cementerio de Torrero.

Autor de 14 libros de poemas, empezó a publicar en 1959, y alternó la poesía con su condición de profesor de lengua y literatura. Siempre tuvo una gran amistad con la familia Labordeta, especialmente con Miguel, al que consideraba su maestro, y con José Antonio. Con ellos y con un amplio grupo de poetas (Emilio Gastón, Ignacio Ciordia, Rey del Corral, Guillermo Gúdel, Luciano Gracia, Lorenzo de Blancas, Manuel Pinillos...) y artistas frecuentó el café Nike, casi desde sus orígenes hasta su cierre. “Los hermanos Labordeta fueron claves en mi vida. Grandes amigos. Yo en el café Niké solo he estado inserto como persona, no como poeta, aunque muchos iban al Niké como quien va al Parnaso. No era propiamente una tertulia literaria. Era otra cosa: un día aparecía alguien con un soneto, que había trabajado mucho, lo leía y se oía desde el fondo: ‘¡Vaya mierda!’. Con todo, no creo que el Niké y lo que produjo merezca ser visto con desconsideración”, confesaba a HERALDO.

Se formó en Zaragoza y Salamanca, se confesaba “un estudiante perpetuamente enamorado”, y dio clases en Benicarló, en la década de los 50, y luego en Alfaro, donde conoció a su mujer Pilar Novales, también profesora. Y finalmente recaló en Zaragoza, aquí recobró su actividad poética, que cristalizó en varias poemarios marcado por la esencialidad, cierta abstracción, un ritmo personal y un sentido peculiar del verso, elegante y estilizado. En 2017 apareció la edición de su ‘Obra Poética Completa’ (PUZ. Larumbe), a cargo del joven investigador y poeta Julio del Pino.

“Ver así mi obra editada me produce una gran satisfacción porque puedo ser comprendido en cada uno de sus momentos y en su evolución. Mi poesía, desde el primer poemario de 1959, atiende a dos cuestiones filosóficas: la investigación del mundo, y las emociones, dolores y experiencias que produce ese conocimiento del mundo”, decía a HERALDO en 2017.

Añadía, a propósito de la poesía: “Es multiforme, no admite definición única o sería muy vaga y no diría prácticamente nada, por la sencilla razón de que hay montones de tipos de poesía. E inciden en el lector de manera distinta. La poesía es un disparo hacia el sentimiento, el pensamiento y, a veces, la conducta”. Para Antonio Pérez Lasheras, estudioso del Niké y biógrafo de José Antonio Labordeta, entre otros estudios, “Fernando Ferreró es el poeta más ‘raro’ del Nike. Poeta minimalista, destila la realidad buscando la esencia, la verdad de las cosas. Sigue una estela poco frecuentada en la lírica hispánica, más próxima a los poetas herméticos italianos”, dice. En esa línea, confirmaba Ferreró: “Hay dos poetas que me interesaría señalar: Eugenio Montale y Giuseppe Ungaretti. Me encuentro motivado emotivamente con los dos y sintonizo con su voz”.

En la exposición que puede verse en la sala África del Paraninfo, ‘Iluminaciones. Imágenes, objetos y palabras en la estela de Niké’, hay dos esculturas suyas que prueban su talento y su vínculo con el arte bruto.

DOS POEMAS

1

El árbol del paisaje,

discurso que te lleva

hacia una desgastada

llanura donde cada

palabra es otra

que le busca el sentido:

no aquí, no allá,

sino dentro o afuera.

2

Ojo interior.

Ojo cerrado que percibe

el tiempo y el suceso

al entreabrir las puertas

que los guardan

en un solo edificio

de incertidumbre.

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