Eduardo Aladrén: "Para hacer carrera en la ópera necesitas más cerebro que voz"

El cantante es el primer aragonés de las últimas décadas que consigue el papel de tenor principal en una ópera del Teatro Real de Madrid

Eduardo Aladrén, caracterizado para los papeles de Pinkerton ('Madama Butterfly'), Rodolfo ('La Bohème'),
Eduardo Aladrén, caracterizado para los papeles de Pinkerton ('Madama Butterfly') y Rodolfo ('La Bohème'),
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Cuando se cumplen 100 años del debut de Miguel Fleta en el Teatro Real de Madrid, otro tenor aragonés, Eduardo Aladrén, va a encarnar un papel principal en una ópera del coliseo madrileño, declarado recientemente como el mejor del mundo. Será en 2022 cuando Aladrén dé vida al Ismaele del 'Nabucco' verdiano. Nacido en Zaragoza, ciudad donde dio sus primeros pasos en la lírica, Eduardo Aladrén es el prototipo de artista hecho a sí mismo. Se inició en la ópera tarde, cuando todo parecía indicar que iba a desarrollar una exitosa carrera como ingeniero, y no era una de las mejores voces de su generación. El tesón, el esfuerzo diario y el compromiso con el canto le han convertido en uno de los tenores más solidos del panorama internacional. Tras siete años curtiéndose en Estados Unidos, se instaló en Alemania. En la actualidad es solista fijo en la Deutsche Oper am Rhein de Düsseldorf, puesto que le permite, además, participar en otras producciones operísticas de todo el mundo. Allí conoció a su esposa, la pianista ucraniana Anastasiya Titovych. Ha cantado ya en 17 países de tres continentes, y antes de su 'Nabucco' del Teatro Real interpretará el papel del Turiddu de 'Cavalleria rusticana' en la Ópera Nacional de Finlandia en Helsinki en agosto y septiembre de este año. 

Por fin, el Teatro Real.

Los cantantes de ópera llegamos a un punto en nuestras carreras en el que todo es propicio para que nos pasen cosas. El secreto está en estar preparado para cuando ese momento llegue. Recuerdo haber visto una ‘Carmen’ en El Escorial con Jorge de León en el papel principal masculino. Entonces aún era policía en Canarias. Estaba de ‘cover’ en un ‘Andrea Chenier’ en el Teatro Real, se indispuso el tenor principal y en apenas tres meses se convirtió en una estrella internacional. Estas cosas suceden. Por eso yo sigo estudiando, cantando y poniéndome metas. Disfruto del canto, pero subo peldaños y espero que algo especial me suceda.

¿Qué puede contar de su papel de Ismaele en ‘Nabucco’?

Puede parecer mal que lo diga, pero he cantado papeles de tenor más comprometidos, como el Rodolfo de ‘La bohème’. Va a ser mi debut en ese papel que, como todos, tiene sus partes complicadas. Pero me va a permitir estar relativamente cómodo y relajado en mi presentación en el Real. En cualquier caso, no ha sido fácil conseguirlo: tuve que hacer  tres audiciones para que me dieran el papel.

No le contratan mucho en España. ¿Hay esnobismo entre los programadores?

Quizá algo de eso sí puede haber, y algunos directores de teatros piensen que se venden más entradas con apellidos extranjeros. Pero si algunos teatros tienen esa mentalidad, hay que destacar que en países como Francia o Estados Unidos sucede precisamente lo contrario, que se protege bastante más al cantante nacional. Y por eso quizá estemos en cierta desventaja los españoles, pero yo no soy el más indicado para hablar de esto porque la mayor parte del trabajo lo he encontrado fuera.

Su llegada a la ópera es un poco tardía. ¿Cómo fue?

Por la pasión de cantar. Casi nadie sabe que estuve un año en una orquesta de verbenas, Támesis. En un año hice 90 o 100 actuaciones, fue una experiencia fantástica. Pero tenía 21 años y no me veía haciendo lo mismo con 40. Estaba en el coro Amici Musicae, una persona me hizo una prueba, me dijo que a lo mejor me apetecía entrar en el Conservatorio... Yo no era un amante de la ópera, muy poca gente la escucha a los 21 años. Pero conforme vas conociéndola te vas enamorando de ella. En el Conservatorio Profesional aprendí con Beatriz Gimeno y Eliberto Sánchez.

El tenor aragonés, en el papel de Maurizio, de la ópera 'Adriana Lecouvreur' y como Cavaradossi, de 'Tosca'.
El tenor aragonés, en el papel de Maurizio, de la ópera 'Adriana Lecouvreur' y como Cavaradossi, de 'Tosca'.
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Cuando se supo que usted iba a debutar en el Real, y este año solo hay cuatro tenores españoles entre los papeles protagonistas, ambos subrayaron que el suyo ha sido el triunfo del trabajo.

Hoy en día el que hace carrera es porque es persistente y constante, porque se sacrifica todos los días y tiene una pizca de suerte en un momento concreto. Y, además de todo eso, hay que tener un poco de voz. Pero la voz no lo es todo. Ni siquiera en los conservatorios, donde te enseñan muchas cosas que luego te van a ser útiles, se aprende del todo a cantar. Tienes que estudiar todos los días. Y viajar. Esta no es una carrera que se pueda hacer en casa. Tienes que irte, abrir tu mente, entender cómo funciona la ópera, que es un mundo aparte. Y eso no se consigue en casa, conectado a internet; hay que vivirlo. 

¿Cómo que para ser cantante de ópera basta con tener "un poco de voz"?

En el conservatorio yo no era, ni de lejos, la mejor voz. Si he llegado hasta aquí ha sido porque tenía ganas de llegar. Creo también que mi personalidad me ha ayudado. Siempre he querido sentirme parte de sitio donde he estado y no me ha importado estar cuatro meses durmiendo solo de hotel en hotel si cantaba. Para la ópera hay que tener algo de voz, obviamente, pero no es lo más importante. La carrera de un cantante no está en la voz, está en el cerebro. He visto muchísimas voces extraordinarias que no han hecho carrera. El 'cementerio' de la ópera está lleno de ellas.

Eduardo Aladrén, junto a la soprano Ainhoa Arteta, momentos antes de salir a escena.
Eduardo Aladrén, junto a la soprano Ainhoa Arteta, momentos antes de salir a escena.
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Su llegada a la ópera no solo fue tardía, también sorprendente. Tenía una prometedora carrera como ingeniero industrial, estudios que terminó en 1998.

Fue un momento complicado de mi vida. Había acabado mis estudios aquí y me habían aceptado en la Escuela Superior de Canto de Madrid. Cuando dije en la empresa donde trabajaba que me iba con una beca a estudiar canto en Madrid me ofrecieron mejores condiciones laborales para que me quedara. Mi padre, que es ingeniero, me hacía ver la otra parte, lo que tú no ves cuando tienes 23 años y muchos sueños en la cabeza. Convencí a mi padre, la empresa me dijo que tendría la puerta abierta si decidía volver... Tenía tantas ganas de cantar que me daba igual todo. Solo quería ir a Madrid y entrar en la escuela. Me pasaba los días enteros allí, incluso cuando no tenía clase iba a escuchar a mis compañeros. Cuanto más estudias más te das cuenta de lo poco que sabes. Los sueños de estudiante están muy bien, te permiten seguir caminando pero eres un poco infeliz. Al acabar en Madrid me di cuenta de que tenía que seguir aprendiendo.

Y en lugar de hacer carrera en España se fue a Estados Unidos.

Tuve la suerte de conocer a Virginia Zeani, que era profesora en la Universidad de Indiana,  y me fui a estudiar con ella a la Escuela de Música de Bloomington. En aquel momento era imposible hacer carrera de solista en España, a lo máximo que se podía aspirar era a papeles secundarios. Pensé que si empezaba así me iban a considerar toda la vida un comprimario, que me iban a encasillar en este tipo de papeles aunque lograra tener un nivel técnico que me permitiera cosas más importantes. En Estados Unidos se funciona de forma diferente. Los teatros tienen programas para jóvenes artistas donde te ofrecen papeles pequeños y no te lo tienen en cuenta. Con uno de esos programas entré en la Ópera de Palm Beach: el primer año solo interpreté papeles pequeños, pero el segundo ya me dejaron cantar el Pinkerton de 'Madama Butterfly'.

Después estuvo tres años por libre en Miami y decidió dar un giro a su carrera, pero no regresar a España.

Hay que tener en cuenta que estalló la crisis económica de 2008, los teatros de ópera dejaron de percibir dinero y empezaron a recortar el número de funciones. En muy pocos meses a las agencias norteamericanas les empezaron a sobrar cantantes. Yo llevaba ya siete años en Estados Unidos y un tenor mexicano amigo mío me dijo: "Vente a Alemania". Tenía otras posibilidades, me habían ofrecido ganarme la vida haciendo papeles comprimarios en España. Y no estaba mal la oferta porque, aunque ganas menos haciendo segundos papeles, tienes más actuaciones y al final casi acabas ganando lo mismo y con menos responsabilidad. Pero a mí siempre me ha gustado ser cabeza de ratón antes que cola de león, así que hice las maletas y me fui a Alemania. Quise saber hasta dónde podía llegar. El mundo de la ópera es una habitación llena de puertas y cuando abres una no sabes a dónde te puede llevar. Y desde que estoy en Alemania solo hago papeles principales.

Eduardo Aladrén, caracterizado para dos producciones distintas del 'Turandot' de Puccini, en el papel de Calaf.
Eduardo Aladrén, caracterizado para dos producciones distintas del 'Turandot' de Puccini, en el papel de Calaf.
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Un nuevo repertorio, un nuevo idioma, un país con muchos y muy buenos cantantes...

Ya. Pero en Alemania hay cantantes de todo el mundo y yo no me fui allí a 'pelearme' con los tenores que cantan en alemán. Mi punto fuerte es el repertorio italiano, el verista, el francés romántico. Esas son mis armas, y ese repertorio poco a poco fue abriéndome puertas. Lo que no hay en Alemania es el sonido y el timbre mediterráneos, y eso es lo que ofrecía yo. No digo que dentro de unos años, cuando tenga la experiencia necesaria, no haga un Wagner joven, un 'Lohengrin' o un 'El holandés errante', pero en aquel momento yo ni me lo planteaba.

¿Cómo juzga o valora su voz?

Con el tiempo me he dado cuenta de que es muy flexible. He cantado papeles dramáticos, como el Canio de 'Paggliaci' y también otros de tenor lírico spinto, como el Andrea Chénier. Y esta temporada haré los tenores de 'Lucia de Lammermoor' o de 'La traviata', que son más líricos. Sigo trabajando todos los días y eso me ha dado la flexibilidad. De joven me costó muchísimo trabajo y esfuerzo poder hacer los agudos de forma relajada. Mis profesores no pensaban que llegaría a ser un primer tenor ni a desarrollar una carrera internacional porque no tenía agudos. Pero aprendí a hacerlos. Soy un ejemplo de constancia pero, si yo he sido capaz de esto, cualquier puede hacerlo. Otro punto fuerte de mi voz es el timbre, y eso sí que no se puede cambiar ni aprender. Cualquier falseamiento de tu timbre natural te lleva por mal camino, y yo he tenido suerte con el mío.

Evolucionará.

Mi evolución natural es al repertorio de tenor lírico spinto. He cantado tres 'Turandot', ahora haré 'Cavalleria rusticana'... Cuando pasas de los 40 años tienes que situar bien los márgenes de tu repertorio y la experiencia es importante para estos papeles.

¿Ha tenido alguna vez miedo escénico?

Pocas. Solo cuando por alguna circunstancia excepcional no he ido muy bien preparado a un ensayo. Pero, precisamente por eso, porque soy consciente del problema, voy siempre muy preparado. Sí que estoy algo nervioso unos minutos antes de salir a escena, pero en cuanto salgo ya no pienso en nada, solo canto.

Cada vez se les exige más a los tenores.

La carrera de un tenor como Fleta, al que admiro mucho, y la de otro tenor actual son incomparables. Para ir a cantar a América, Fleta se subía a un barco y estaba un mes de travesía con su familia, su agente, su pianista... Durante la travesía se estudiaba los papeles que iba a cantar. Hoy en ocho horas vuelas a Estados Unidos. Un cantante que enferme esta mañana en Viena es sustituido por otro de otro país que llega al teatro para dar la función y sustituirle en menos de cuatro horas. Hay más tenores y se nos exige mucho más. Y tenemos que estar fenomenales todos los días.

Pero no siempre se puede. Hay enfermedades.

En mis 21 años de carrera solo he cancelado una producción, y porque tenía 39-40 grados de fiebre y era imposible. Yo he cantado con faringitis y con dolor de garganta, lo reconozco. Tienes que hacerlo. Y no solo porque si no cantas no cobras, sino porque has estado ensayando durante semanas un papel y si no cantas un día generas un problema serio.

El tenor aragonés, caracterizado para el papel de Don Carlo, de la ópera homónima, y en un 'Requiem' de Verdi en versión escénica.
El tenor aragonés, caracterizado para el papel de Don Carlo, de la ópera homónima, y en un 'Requiem' de Verdi en versión escénica.
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Pero eso es asumir más riesgos en una voz ya de por sí arriesgada, como la de tenor. No teme a los 'stecca', los 'gallos'?

No. Afortunadamente, cuando enfermo pierdo las notas más graves, no los agudos, quizá por lo mucho que me ha costado conseguirlos.

¿Cual es su papel favorito?

Puccini ha sido siempre mi compositor favorito, y Mario Cavaradosi, de la ópera 'Tosca', mi papel. He interpretado unas diez producciones distintas y cada vez que lo canto disfruto enormemente. Es un papel que me ha dado momentos mágicos, como hace un par de años, que lo canté al aire libre en el Festival Puccini.

Cuando interpreta un papel tantas veces, a lo largo de tanto tiempo y con directores distintos, ¿cómo evoluciona?

Llega un momento, cuando ya has hecho dos o tres producciones, en el que te despreocupas de la parte técnica: sabes cómo hacer todas y cada una de las notas, cómo enfocar tu papel de la manera más correcta. Y es entonces cuando empiezas a disfrutarlo, porque te concentras más en él, lo enriqueces y llenas de matices y colores. Cuando debutas con un papel no lo disfrutas ni la mitad, porque estás muy pendiente de los aspectos técnicos, sientes que no es tuyo. No lo dominas, te domina él a ti. Cuando lo doblegas, tienes los recursos necesarios para sacarlo adelante: puedes estar enfermo, cantarlo y que nadie o casi nadie del público se dé cuenta.

¿Tiene alguna manía o superstición antes de salir a escena?

Creo que no, cantar ópera ya es bastante complicado de por sí como para buscarse algo más... Bueno, suelo llegar con bastante tiempo al teatro, a veces hasta tres horas antes de la función. Me gusta estar tranquilo, tomarme un café con leche, calentar la voz con tranquilidad, vestirme y caracterizarme con tiempo... Salir al escenario con serenidad, vaya. Pero creo que soy bastante normal. No tengo manías especiales: tomo cervezas frías o café con leche caliente cuando toca. Eso de que la leche produce flemas... Si no eres capaz de subir a un escenario y cantar no es por el café con leche que te has tomado dos horas antes.

Parece que Aragón es cantera del arte lírico. Pero da la sensación de que hay más sopranos que tenores.

Es curioso sí. La única razón que se me ocurre es que la jota se queda todas las voces masculinas. Y la jota y la ópera, técnicamente, llevan caminos divergentes.

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