Antón Castro: "La cultura ha sido y es imprescindible para resistir cualquier vendaval del destino"

El escritor y periodista de HERALDO publica el libro de poemas 'El cazador de ángeles' (Olifante)

El escritor y periodista de HERALDO Antón Castro
El escritor y periodista de HERALDO Antón Castro
Guillermo Mestre

Antón Castro (Santa Mariña de Lañas -La Coruña-, 1959), Premio Nacional de Periodismo Cultural (2013) y Premio José Antonio Labordeta (2020), reside en Aragón desde hace más de 40 años. Ama esta tierra profundamente. En ella cosechó el amor de su familia, sigue cultivando amistades y sembrando su talento en el periodismo y la literatura, de sol a sol, escribiendo a cualquier hora del día. El fruto de ese esfuerzo ha germinado en más de una treintena de libros de narrativa, poesía, periodismo y ensayo, además de sus entrevistas, reportajes y artículos en HERALDO, donde además alumbra cada jueves el suplemento cultural ‘Artes & Letras’. Este jueves, a las 19.30, presenta en el Aula Magna del Edificio Paraninfo el poemario ‘El cazador de ángeles’ (Olifante). Acompañarán al autor Trinidad Ruiz, editora de Olifante y Miguel Mena, locutor y escritor. El acto contará, además, con la actuación de Joaquín Pardinilla y María José Hernández

En ‘El cazador de ángeles’ vuelve a un refugio poético en el que juega con el verso y la prosa…

La poesía es refugio, experiencia, emoción y puede ser un paseo hacia las estrellas. Y me gusta mucho utilizar el verso, que siempre es un camino de aprendizaje en el ritmo y en la expresión, y el poema en prosa, un subgénero que siempre me ha interesado mucho. Libros como ‘Ocnos’ de Luis Cernuda, ‘Pasión de la tierra’ de Vicente Aleixandre, ‘Las cosas del campo’ de Muñoz Rojas y los ‘Pequeños poemas en prosa’ de Baudelaire forman parte de una predilección personal a la que se suma la obra en prosa de Juan Ramón Jiménez.

¿Qué temas aborda en esta nueva obra?

Creo que están los temas generales en este libro en cinco tiempos: el amor y sus fantasías, la memoria, la naturaleza, la infancia, la amistad, la alegría, la enfermedad (o este nuevo estadio de fragilidad y desconcierto que es la pandemia), la muerte y, casi por encima de todo, la necesidad de conocer el mundo desde el lenguaje y el sueño y de contarlo incluso en reportajes poéticos.

En este volumen aparecen bicicletas y su prosa poética recuerda a uno de sus libros anteriores, ‘El paseo en bicicleta’…

No lo hubiera dicho, pero ese ha sido un libro muy importante para mí: era un diálogo a cuatro bandas con el paisaje, con la memoria, con los paseos en bicicleta y con un sinfín de personajes -Nico, Ramón Acín, Laurent Fignon, Marie Curie, Horacio Quiroga, y tantos y tantos otros- marcados por la presencia de la bicicleta en su vida. Esa prosa poética intenta mezclar la narrativa con la intensidad lírica. Que se pueda leer como si fuera un relato y que se pueda sentir como si fuera un poema. Cada libro es una experiencia, una estación de paso y una maleta para seguir viajando, o soñando, y escribiendo.

Usted es un periodista y un escritor prolífico. ¿Cuál es su secreto para ganar horas al día y escribir tanto?

No hay secreto. O quizá sí: el desorden. Y la ansiedad. Y ya puesto: que amo la vida y todos sus incidentes y accidentes. Me pongo en cualquier instante a redactar un poema o intentar cerrar un libro de cuentos, en el que llevo trabajando tres años largos. Paco Brines y José Hierro han dicho que la poesía te visita y que ese es el momento de escribirla. A veces, tengo la sensación de que me llama y la dejo que se escriba con mis dedos en el teclado. Puedo escribir a cualquier hora.

"Cada libro es una experiencia, una estación de paso y una maleta para seguir viajando, o soñando, y escribiendo"

Llevaba demasiado tiempo sin publicar un libro, ¿cuántos meses?

Bueno, no tantos (risas)… Mis dos últimos libros fueron ‘Vino del mar’ (Olifante, 2019) y ‘Pasaron por aquí’ (Pregunta, 2019), dos textos muy distintos que hablan de mi forma de acercarme a lo real y de la penetración de lo cotidiano en todo lo que escribo, y que eran dos homenajes muy sentidos al campo de Cariñena y a Aragón. Y el pasado junio, apareció un librito, con Ángel Guinda, sobre Bécquer: ‘El escritor de mi vida’. Era un texto corto para celebrar los 150 años de la muerte del poeta, que me marcó mucho. Tanto que le dedico un poema en este libro. Bécquer fue el primer poeta de mi vida y me lo leyó una bonita joven en la playa de Valcobo, allá en mis mares de Arteixo, y creo que nunca me ha sonado tan bien el autor de las ‘Rimas’. Aún oigo aquella voz.

Vive en Aragón desde hace más de 40 años, pero sigue sintiendo cerca el mar de su infancia y de su juventud, que también se refleja en ‘El cazador de ángeles’…

Eso es inevitable. Galicia está en mí y yo siento que de algún modo estoy en ella, y me gusta mucho tejer alianzas entre Aragón y Galicia. El mar es un espectáculo fascinante: la poesía sublime y natural de todas las horas. El color de los sentidos. El lienzo en movimiento que no dejarías de mirar. Y en este caso concreto, me he centrado en los faros: ese torreón, esa luz, ese edificio que se abre a todos los vientos y que te ayuda a entender la complejidad desde la mirada. Cierro los ojos, viajo hacia cualquier lugar con la imaginación, y siempre aparece el mar; al atardecer, llegaban los delfines y se movían confiados entre nosotros. O, de golpe, anunciaban que se había varado una ballena y que salíamos a verla. Eso no se olvida.

Antón Castro publica el poemario 'El cazador de ángeles' (Olifante)
Antón Castro publica el poemario 'El cazador de ángeles' (Olifante)
Guillermo Mestre

La pandemia se cuela en algunos de sus poemas y en concreto en ‘La vida y el virus’…

Este es un libro que se escribió con el virus…, aunque se inició antes. La pandemia nos ha enfrentado a la sinrazón, a la vulnerabilidad y al miedo. Nos ha confinado en casa, nos ha alejado de tu lugar de trabajo, de tus amigos, de tu familia. Y nos ha recordado que todos somos mortales, que estamos y que podemos desaparecer en pocos días. El drama, cuando menos te lo esperas, llega en aluvión. Y también nos ha recordado que hay que vivir todos los instantes con la máxima luz y alegría, con el máximo afecto. La realidad es tan tóxica e inhumana que no necesita más sombras ni gritos, ni malos gestos, ni otros desaires. Vivimos en un finísimo alambre todo el tiempo. En la pandemia, en el jardín, a medianoche, me he reencontrado con mis padres, ya muertos, y he intentado explicarles lo que pasa y cuánto les echo de menos. Y les digo que busco sus cartas perdidas.

En uno de sus textos dice: “Si sobrevivimos, volveremos a ser cómo éramos. (…) Todos somos frágiles y las lecciones de la historia se olvidan”. ¿No hemos aprendido nada?

Hemos aprendido, aprendemos, pero vivir también es prepararse para olvidar, y a veces la necesidad de la libertad puede más que todo. El ‘Carpe diem’ es una continua aspiración y, ante situaciones así, puede ser una forma de insurgencia o de rebeldía. De todos modos, la pandemia ya nos ha cambiado la vida; dentro de unos años, reflexionaremos sobre ella y nos daremos cuenta, entre otras cosas, de que la cultura ha sido y es imprescindible para resistir cualquier vendaval del destino. Y eso lo acaba de recordar Irene Vallejo en su memorable texto en las Cortes.

"El periodismo es para mí el aula de las mejores lecciones de la vida"

Dedica varios de sus poemas a escritores, libreros, artistas, a sus hijos, y a algunos amigos que se fueron antes de tiempo (Félix Romeo, Vicente Almazán y Javier Delgado)…

Sí. En todos mis libros hay textos para los amigos, para la gente que te marca, en este caso concreto cita a tres amigos muy entrañables. Félix Romeo me ha acompañado desde 1987 a 2011, y uno de los últimos gestos que hizo, en mi casa, fue intentar ponerse uno de mis bañadores; me llamaba casi todos los días, y especialmente todas las noches cuando salía de HERALDO. Vicente Almazán ha sido un creador discreto y apasionado. El título de ‘El cazador de ángeles’ nace del texto que le dedico; lo vi unos días antes de su adiós con una serenidad inefable. En este libro hay muchos ángeles. Javier amaba los jardines y en particular el Jardín Botánico, y ahí lo sitúo y lo recuerdo. Hay otros muchos amigos y artistas que siguen vivos: Sylvia Pennings, Javier Hernández, Rosendo Tello, Javier Calvo, Manuel Rivas, Eva Armisén… La poesía en mí también nace de la proximidad, de la emoción, del retrato, de la empatía, del reconocimiento del otro. Soy un ciudadano de cercanías. Algunos textos se publicaron en HERALDO.

También incluye palabras para el periodista y escritor Miguel Mena. Ambos nacieron fuera de Aragón, pero conocen y respiran esta tierra como si en ella hubieran venido al mundo. ¿Qué es lo que le seduce de esta comunidad y sus gentes?

Miguel Mena es un maestro de la amistad, de la delicadeza y de la pasión por el territorio. Y un escritor hondo, sin aspavientos, que se cuenta y nos cuenta. Se identifica con las gentes y con los espacios. Amar Aragón resulta fácil: es una tierra hospitalaria, de paisajes deslumbrantes y de un paisanaje cercano, que no se da importancia. Aragón, con sus ilustres, ilustrados e iluminados, no se acaba nunca. El periodismo es para mí el aula de las mejores lecciones de la vida.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión