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Natalia Menéndez: "El teatro es un veneno que me ha salvado la vida"

La directora artística del Teatro Español estrena este jueves en el Matadero de Madrid ‘Las dos en punto’, protagonizada por la aragonesa Carmen Barrantes.

Natalia Menéndez, la pasada semana en el Teatro Principal de Zaragoza.
Natalia Menéndez, la pasada semana en el Teatro Principal de Zaragoza.
Oliver Duch

¿Cómo está viviendo las consecuencias de la pandemia en la faceta profesional?

Lo estoy viviendo por tramos. El confinamiento fue un momento de mucho miedo y desajuste, de intentar ayudar escuchando productores, actores, artesanos… Trabajé más horas que nunca. Estaba obsesionada con ayudar. Lo que tenía y tengo muy claro es que la cultura sirve, sana, cura… o por lo menos relaja. Siento que en ese aprendizaje dentro de una cultura segura, de cumplir con las exigencias sanitarias, hay que hacer una apuesta muy clara y el público está respondiendo. Estamos muy alerta pero con un compromiso inquebrantable. España está siendo un faro porque está demostrando que sí se puede.

Citaba todo el tejido de profesionales que viven del teatro...

¡Hay tantos profesionales que intervienen en un espectáculo! Son muchísimas familias las que dependen del teatro y de la cultura. A veces damos una sensación de que flotamos en el aire y que no tenemos colegios que pagar o facturas que afrontar. En el mundillo estos meses hemos dado ayudas para dar de comer a gente de la profesión.

¿Merece el sector una mayor consideración institucional?

Lo que hay que abrir es el aforo al 75% porque si no, los productores o los promotores no recuperan lo que invierten. En Madrid lo estamos haciendo y es posible. Si se cuidan las normas de seguridad, se puede.

Siendo hija del gran Juanjo Menéndez, debió criarse en un escenario.

Pues no. A mi madre no le gustaba porque ella quería que mi hermana y yo tuviéramos una infancia con otros niños, que no fuéramos especiales. Mi padre era muy popular y podíamos ser tratadas diferentes, algo de lo que mi madre huía. No fuimos niñas de camerino. A mí me impresionó muchísimo una obra que vi con seis años, ‘Los peces rojos’ de Jean Anouilh. Veía que mi padre estaba hablando con una señora que decía que era su mujer y se estaban lanzando un niño que era su hijo. Yo no entendía nada. Y luego los aplausos. La experiencia me sobrecogió y me sedujo.

¿El teatro tiene el poder de una droga?

Es un veneno. Un veneno que me ha salvado la vida en muchos momentos. Cuando en mi juventud me he encontrado más desorientada, de pronto el aprender con otras historias me sirvió de espejo o hizo que me planteara algunas preguntas. A veces, me siento como si fuera una monja del teatro, con mucha fe.

Una fe muy poderosa.

Es una sensación inexplicable si no la has sentido. Te nace. Hay algo que lo necesitas y que te apetece. Quieres estar en ese estado, te apetece provocar porque sabes el bien que hace. Cada vez concibo más el teatro como algo que ayuda, que es terapéutico. La gente ríe, llora y se vacía en los teatros.

Enfrentarse cada noche al escrutinio del público debe producir una mezcolanza de miedo y respeto.

Cuantos más años pasan es peor, porque siempre te piden más. Aunque me siento con una responsabilidad muy grande dirigiendo el Teatro Español y las Naves del Matadero de Madrid, cada vez tengo más claro lo que quiero. Voy afinando más el instrumento emocional y mental.

Es actriz, directora y gestora teatral. ¿Qué le aporta esa visión de 360 grados?

Era la que tenía tener. Siempre he querido conocer el teatro desde todas las perspectivas posibles. Me ha venido porque lo he trabajado mucho. No se consigue si no le dedicas muchas horas. Me hace gracia cuando mis amigos me dicen que ya estamos a viernes. Yo no lo entiendo porque trabajo todos los días. Hay veces que tengo la sensación de trabajar y otras que estoy inmersa en una piscina. Para mí el teatro es bucear, aunque hay momentos no tan agradables.

¿Qué filosofía alimenta su gestión en el Teatro Español o anteriormente en el Festival de Almagro?

Apuesto muy claramente por la dirección, especialmente la joven. Siempre se apoya al autor o al actor, que son más fáciles de llevar. También mimo el teatro familiar. Y le doy la máxima cobertura al humor. Hay que privilegiarlo porque a veces se desprecia al creerse que es comercial. Necesitamos el humor y hay muy pocos autores de humor nuevos. Finalmente, pongo el foco sobre la parte artesanal del teatro a través de exposiciones y otras actividades.

Hoy estrena en el Matadero de Madrid ‘Las dos en punto’, una obra protagonizada por la actriz aragonesa Carmen Barrantes.

‘Las dos en punto’ es una obra que trata los daños colaterales de una guerra. Es una expresión que me produce un rechazo profundo, es como si hubiera daños de primera y de segunda. Las protagonistas son dos mujeres costureras sin compromiso político que, al tener unos hermanos anarquistas y republicanos, fueron anuladas por la burguesía gallega después de la Guerra Civil. Las vejaron, ultrajaron y seguramente violaron. Pero tenían la dignidad para salir a las dos en punto todos los días para hacer un recorrido por el casco antiguo de Santiago de Compostela. Necesitaba dos grandes actrices cómicas para interpretar esta tragicomedia.

¿Cómo valora a Barrantes?

Encarna a Maruxa, la mayor, una gran costurera que ha perdido la vista, llena de miedos porque ha sido la más vejada de las dos. Tiene la losa de tener que defender a la pequeña en una sociedad patriarcal. Pese al miedo, tiene el deseo de ligar, la curiosidad por la vida, por pasear y ver a chicos guapos, tiene hambre ya que apenas comen, beben mucho. Carmen Barrantes está haciendo un trabajo formidable. Es muy difícil lo que hace ella. Es el papel de una aprisionada por fuera y por dentro.

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