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Luis Cobos: "La jota es el género más importante e internacional de España"

El maestro manchego desembarcará del jueves al domingo en el Teatro Principal con una orquesta de 19 músicos que interpretará grandes momentos de la música española.

Luis Cobos, el pasado lunes en el Teatro Principal de Zaragoza.
Luis Cobos, el pasado lunes en el Teatro Principal de Zaragoza.
Oliver Duch

¿Quién, cómo y cuándo le inocularon el dulce veneno de la música?

Fue en mi pueblo, Campo de Criptana: mi padre, sus amigos y mis compañeros de escuela… Todo en mi pueblo respiraba música. De 15.000 habitantes, ahora hay más de 2.200 músicos y algunos son reputados miembros de orquestas, bandas y directores, profesores, musicólogos… Fue un ambiente propicio para inocular la música y, sobre todo, la vocación por la música. Aprendí desde muy pequeño a apreciar su belleza, emoción, hondura y sentido lúdico. De mis compañeros de la Banda Filarmónica Beethoven aprendí a tocar por vocación y por el gusto de disfrutar de la música y hacer disfrutar a la gente, y también a ser parte de un todo.

¿Cómo fue su infancia en Campo de Criptana? ¿Tenía otras inquietudes además de la música?

Fui un niño y adolescente normal, empático y divertido. Me gustaban las cosas que en esa época haciamos los niños: montar en bicicleta, cantar, jugar, fabricar sueños y juegos con los elementos que la calle y algunos pequeños objetos y cosas nos ofrecían. Yo diría que mi infancia fue común, divertida y sana. Era buen estudiante y mi pasión era y es la música.

¿Cuánto esfuerzo y cuánta dedicación hay detrás de esos años de formación en su infancia y adolescencia?

Mucho esfuerzo, intenso y continuo, y mucha dedicación. Estudiaba solfeo y las disciplinas musicales; y también instrumento, un clarinete corto y agudo que se llama requinto. Iba a la escuela y también hacía los recados de casa. Además, ayudaba al maestro Angulo a preparar los ensayos y conciertos, revisando las partituras y papeles. Desde muy pequeño, era el encargado de abrir la academia donde estudiábamos los ‘educandos’ y ensayaba la banda. Una actividad frenética pero divertida y consentida por mí. Me encantaba estar todo el día ocupado. Luego, cuando fui a estudiar a Ciudad Real, también pude practicar la música, el teatro y otras actividades artísticas. Tuve suerte porque encontré a unas personas que entendieron que yo necesitaba tiempo también para esas actividades y me lo dieron.

¿Hubo algún profesor que le influyera de forma especial?

El primero fue mi padre, un industrial molinero enamorado de la música que tocaba la bandurria y reunía los domingos en nuestra casa a otros ocho o diez músicos para ensayar y preparar un concierto que daban en el Teatro Cervantes el 22 de noviembre, día de Santa Cecila. El segundo y más especial e importante fue el maestro Manuel Angulo, un violinista, director de la Banda y profesor de solfeo e instrumentos de banda. Él me dedicó muchas horas y me dio alas y conocimiento para seguir la senda de la música.

Una de sus facetas menos conocidas por el gran público es Conexión, una auténtica maravilla de soul con unos vientos atronadores que usted comandó en los 70. ¿Qué recuerdos conserva de aquel proyecto?

Un excelente recuerdo porque fue mi primera incursión en el mundo de la música en grupos pequeños de personas. También fue mi primer encuentro con el mundo del disco y el negocio discográfico. Fue una época explosiva en la que descubrí y palpé que el virtuosismo y la excelencia musical no sólo existían en la música clásica, sino también en el soul, el pop y el rock. La creación de Conexión me dio la posibilidad de incursionar en el soul, que se nutre del góspel, rythm & blues, doo-wop y algún otro género, y reúne todas las cualidades de la música instrumental y coral, que es lo que más me ha gustado y me gusta, y además incluye la voz melódica y rítmica: la conjunción de muchos instrumentos y voces. Conexión me dio muchas satisfacciones, éxito, experiencia y alegría porque tocábamos sin parar y pude también conocer muy bien este maravilloso país que es España. Además, editamos discos en Canadá, Latinoamérica, Alemania, Francia, Portugal y Centro Europa. Mucho más de lo que esperaba. Yo tenía ganas de saber, vivir, aprender… Y gracias a Conexión pude hacerlo. Estaba ávido de cambio y lo pude experimentar. Los cambios son inducidos e inductores. No siempre se cambia en tan poco tiempo por presión o arrastre sino por convicción y muchas veces sin darse uno cuenta. Naturalmente, los compositores e intérpretes vamos probando diferentes formas y temas que configuran, en el tiempo, las tendencias individuales y/o los motivos que los provocan.

¿Se ha sentido solo en la reivindicación y actualización del legado musical español, como las zarzuelas o los pasodobles?

No, claro que no. Mi historia de amor con la zarzuela proviene de mi infancia, como casi todo lo que atañe a la música. En Campo de Criptana, cada año se representaba e interpretaba una zarzuela completa con orquesta, coros, cantantes líricos y actores. Me di cuenta de que el preludio de ‘La Revoltosa’, de Chapí, era y es tan potente e importante, o más, que los preludios de ‘Los Maestros Cantores’ o ‘Lohengrin’, de Wagner. La zarzuela tiene una música que supera, con mucho, al texto. La música tiene aire universal y las letras son más localistas y descriptivas. En España tenemos un mosaico increible de música popular: jotas, pasodobles, seguidillas, sevillanas, habaneras, sardanas, muñeiras… No estuve solo reivindicándolo, Plácido Domingo se ha encargado de expandirla y darla a conocer en todo el mundo. En los conciertos de ‘Los tres tenores’ sonaba la zarzuela.

¿Cómo vivió el fenómeno comercial que se produjo con su primer disco de zarzuelas en 1982, con unas ventas millonarias?

En los años ochenta estaba de capa caída por la irrupción del pop, el rock y la música moderna. Pero cuando grabé el disco 'Zarzuela' y sonó por las emisoras de FM y en los lugares más insospechados, se convirtió en un gran éxito, vendiendo la cifra de un millón de copias y sirvió como acicate para reactivar y traer de nuevo a la palestra a la zarzuela. Tardé varios años en poder grabar ese disco porque el coste superaba, en el cálculo de las discográficas, el beneficio que podrían obtener ya que un disco instrumental que llegase al número uno en las listas, según los índices de ventas de que disponían, vendería 50.000 copias y el presupuesto de mi disco equivalía al dinero que produciría un disco que vendiese 100.000. Por lo tanto no era factible desde el punto de vista comercial. Al final, grabé el disco con las dudas de la discográfica y a regañadientes de los financieros, pero resultó vender más de un millón y superó todas las expectativas. Eso me dio la posibilidad de grabar muchos más. Yo lo digerí muy bien y seguí trabajando como si no hubiera sido un gran éxito. Aunque ese éxito cambió mi vida profesional porque comencé a recibir llamadas y solicitudes para grabar en diferentes países y con diferentes orquestas.

A lo largo de su carrera ha trabajado con Paco de Lucía, Plácido Domingo, Paul McCartney, Julio Iglesias, Mecano… ¿Cómo es colaborar con gigantes de ese calibre?

Hay una larga lista de nombres, artistas solistas, grupos, orquestas, coros y bandas con los que he trabajado y aún sigo trabajando y colaborando. Con unos he trabajado en proyectos largos y profundos y con otros he intervenido en temas de una u otra forma y he tenido menos influencia en sus grabaciones. Muchos son nombres populares, exitosos y acreditados, emergentes y consolidados. No sabría decir con cuáles me identifico. Con los artistas de excelencia comparto su sabiduría, aprendo y les transmito algo. Con los emergentes y jóvenes aprendo mucho más y me siento muy a gusto. Exploro las ideas musicales que tienen y trato de convertirlas en canciones, obras... Eso me permite aportar muchas cosas, además de mi intervención técnica y musical. Pero siempre me esfuerzo por atrapar la emoción, el mensaje y la intención de esa música, más que la estética, la técnica y otros elementos que hacen la música más comprensible y facilitan el acceso de más gente a esos temas.

Regresa a Aragón del 22 al 25 de abril, al Teatro Principal de Zaragoza. ¿Tiene algún vínculo profesional o personal con la Comunidad?

Mi admiración por algunos de sus talentos y por ser la cuna de jota que es, sin duda, el género popular más extendido, importante e internacional de España: «Aragón, la más famosa en España y sus regiones, porque aquí se halla la Virgen y aquí se canta la jota». Margot Fonteyn, Alicia Alonso y otras grandes estrellas de la danza han elogiado la importancia y profundidad artística de la jota, así como grandes músicos y gente de diferente condición y procedencia. La jota es, sin duda, la madre de todos los géneros folclóricos porque abarca la interpretación instrumental, ya sea con bandurrias, laúdes, guitarras y guitarricos, o con bandas, orquestas y conjuntos musicales de toda índole. Es un gran género difícil de abordar en lo que a la voz se refiere. Es, en fin un género completo que agrupa toque, cante y baile, como el flamenco.

En ‘Una noche con Luis Cobos’ le acompañarán 19 músicos. ¿Con qué se encontrarán los asistentes?

Es un concierto de música española, compuesta por geniales compositores, representativos de la música impresionista de España, comenzando por ‘Noches en los jardines de España’, una monumental y espléndida obra de Manuel de Falla, del cual celebramos el 75 aniversario de su muerte. También intepretaremos una obra de Turina, otra de Sarasate, dos obras mías, una para piano y orquesta y la otra para saxo alto y orquesta. Para finalizar, tocaremos la ‘Gran Jota de la Dolores’ como exponente también de la música de zarzuela. Los espectadores que acudan se encontrarán a una gran orquesta de cámara con músicos de primer nivel, todos centrados en comunicar las emociones y valores de esta música española tan representativa de la excelencia, el arte y la creatividad de nuestro país.

En marzo murió el compositor turolense Antón García Abril. ¿Qué importancia tuvo en la música española?

Mi querido Antón me examinó de solfeo en el Real Conservatorio de Música de Madrid, cuando yo tenía 15 años y me examiné como alumno libre de los cuatro años de solfeo y de otras asignaturas. Este hecho lo pasé por alto durante muchísimos años y fue cuando, ya en los años ochenta, tuve el honor de entablar amistad con Antón –amistad que ha durado hasta su muerte–, fue cuando me acordé y lo comenté con él. No cabe ninguna duda de que Antón García Abril es y será un referente en cuanto a trabajo, talento creativo, inspiración y sentido de la responsabilidad como representante de una generación que ha aportado belleza, excelencia y talento.

Como presidente de la Sociedad de Artistas Intérpretes (AIE) y como miembro destacado del mundo musical, se ha destacado desde hace muchos años en la lucha contra la piratería y la defensa de los derechos de los autores e intérpretes. ¿Cómo está la situación en 2021? ¿Ha empeorado o mejorado?

Estamos en un momento, que ya dura bastante, de cambio de paradigma en cuanto a la apreciación artística y social que los creadores de opinión tienen y extienden, del valor de la música, como arte, como elemento esencial de cohesión social, como portadora de valores, de convivencia y como estímulo para vivir. También pende de un hilo la impresión que de los músicos se tiene en el ámbito social, ya sean autores o intérpretes. La piratería en España rebasó todos los límites y marcas que han existido en el mundo. La tendencia, extendida en España del 'todo gratis' en cuanto a la música se refiere, produjo durante años un empobrecimiento cultural sin precedentes y abrió la caja de las esencias en cuanto al desprecio a los creadores, intérpretes y productores. España llegó a ser la potencia número uno en piratería musical, también de películas y de soportes que contuviesen algo cultural. Superaron a Paraguay, México y otros países que estaban catalogados como los más piratas del mundo. Aquello remitió, no en su totalidad, pero se suavizó, dejando detrás de si a una industria casi hundida y, como consecuencia, a los artistas y autores con menos ingresos y recursos. Ahora estamos luchando por el reconocimiento del arte, de la música, del cine y de todas las artes audiovisuales como elementos de cohesión, de divertimento y de escaparate del talento, la creatividad y el trabajo de más de 700.000 personas que nos dedicamos a esto. Pedimos a la ciudadanía, a los medios y a todos y todas que se conciencien de que el arte, la cultura y los llamados contenidos digitales, que no son otra cosa que obras, interpretaciones y producciones, los consideren como una seña de identidad, una tarjeta de presentación de un país que es de los primeros en el mundo en cuanto a talento, creatividad y cultura. Y de eso hay que presumir apoyando y respetando la propiedad de la música y sus beneficios para los creadores que posibilitan beneficios para cientos de miles de vidas y el futuro de la creación y la cultura.

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