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Cuando una multitud despidió a José Oto, el 'coloso' de la jota, en Zaragoza

El 18 de abril de 1961, hace 60 años, falleció José Oto. Se calcula que más de 150.000 personas salieron a las calles de la ciudad para despedir a este insigne jotero.

Zaragoza despide a José Oto, en abril de 1961.
Zaragoza despide a José Oto, en abril de 1961.
Marín Chivite | Archivo HERALDO

Los mástiles de los instrumentos apuntaban hacia el suelo en señal de duelo y aragoneses vestidos de traje regional portaban coronas y ramos de flores. Había muerto José Oto, el "referente de la jota moderna, un ídolo de masas". La noticia de su fallecimiento corrió de zaragozano en zaragozano en la misma tarde de ese 18 de abril de 1961, tal día como este domingo de hace 60 años, según contaron las crónicas. Murió en la Casa de Socorro la Beneficencia Municipal, donde había sido ingresado ante el empeoramiento de su salud.

La capilla ardiente se instaló en la Escuela Municipal de Jota, sita en la calle de San Vicente de Paúl y donde fue velado por miles de ciudadanos. Desde allí partió el cortejo, para dirigirse por Espartero hasta la iglesia de San Miguel, donde se leyó un responso. Se estima que más de 150.000 personas salieron a las calles de Zaragoza para rendirle homenaje en uno de los cortejos fúnebres más multitudinarios que se recuerdan en la capital aragonesa, junto al de Joaquín Costa.

"Era muy querido y así le respondió Zaragoza"

En las fotografías de ese día el gentío apenas deja ver el pavimento de las calles. Compañeros y amigos de Oto lo llevaron a hombros en una comitiva que transcurrió por el Coso, hizo una parada en la plaza de España y de ahí subió hasta la plaza Aragón, desde donde partió hasta el cementerio de Torrero. En la plaza de España, junto al Tubo, fue testigo Evaristo Solsona, historiador e investigador de la jota. "Allí hubo una parada y se cantaron tres jotas, las que cantaba él casi siempre: 'La Fiera', 'Las flores de Zaragoza' y 'La que más altares tiene'. También se detuvieron en el paseo de la Independencia, a la altura de donde estaba la Agrupación Artística Aragonesa, donde le lanzaron miles de flores", recuerda Solsona. "Era muy querido y así le respondió Zaragoza", añade.

Zaragoza despide a José Oto, en abril de 1961, en el cementerio de Torrero.
Zaragoza despide a José Oto, en abril de 1961, en el cementerio de Torrero.
Marín Chivite | Archivo HERALDO
"Él cambió la forma de interpretar la jota. Pasó de ser una expresión ligera a ser más lírica"

La figura de José Oto "supuso un cambio enorme con los cantadores antiguos, la jota antiguamente era más ligera, más rápida", analiza este historiador de jota. "Él cambió la forma de interpretar la jota. Pasó de ser una expresión ligera a ser más lírica, dejando el alma cuando canta, como se puede comprobar en sus grabaciones", considera en la misma línea Nacho del Río, cantador e investigador del folclore aragonés. "Sin duda, es el coloso de la jota, es el hombre que hizo a la jota muy grande, universal", agrega del Río.

Nació en la calle de Casta Álvarez, así que el Gancho fue su cuna, y la calle de las Escuelas Pías se formó, aunque hay datos de que empezó a tocar el violín antes en la plaza de San Pedro Nolasco. El día de su muerte se recordó en las páginas de HERALDO que aprendió solfeo y bandurria con el maestro Calavia. Después llegaría Miguel de Asso o Pilar Gascón, quienes le transmitieron grandes lecciones. Evaristo Solsona recuerda que en 1927 ganó el certamen oficial de jota, un concurso al que nunca más se presentó. Fue entonces, con 21 años, cuando la prensa ya le apodó como el "rey de la jota".

Solsona, gran conocedor de su vida y trayectoria, cuenta que vivió en varias calles de San Pablo y también en la zona del Tubo. Sus últimos días fueron en el Hostal Vasconia, en la calle de San Blas. Allí, en esas calles vibraron sus cuerdas vocales y también sobre escenarios de todo el país. En 1929 la prensa se hizo eco de su "triunfo" en las tablas del Liceo de Barcelona. "Obtuvo un triunfo enorme, siendo ovacionadísimo y viéndose obligado a repetirlas entre grandes aplausos", reflejaron los periódicos. Cantó ante Alfonso XIII, un hecho que "le enorgullecía", también ante Manuel Azaña o Miguel Primo de Rivera. Además, recibió galardones, como la insignia de oro de la Casa de Aragón de Madrid. Además, Oto fue uno de los primeros que entonaron jotas ante tallas de la Semana Santa, como fue el caso de la Piedad, recuerda Solsona.

Perdona Virgen María
​que no te cante saetas
​porque estamos en la tierra
​de la jota aragonesa
Zaragoza despide a José Oto, en abril de 1961.
Detalle de la despedida a José Oto, en abril de 1961.
Marín Chivite | Archivo HERALDO

"Fue un hombre muy querido, con un carisma arrollador, con esa bonhomía que tenía y ese cantar que lo hizo romper con la jota antigua”, apunta del Río, que conoció la figura de José Oto a través de su maestro, Jesús Gracia. "Bondad" e "integridad" son las palabras que utiliza Solsona para describirlo. "Todo el mundo lo admira por su vida, trayectoria y por la cantidad de jotas que nos legó", opina Nacho del Río. Ese legado que menciona se conserva en discos de pizarra, a pesar de que algunos desaparecieran durante la Guerra Civil.

Oto fue el "espejo" en el que se han mirado muchos joteros que han venido después, manifiesta Solsona. "Poder cantar jotas que interpretó Oto es algo muy bonito", confiesa del Río. "Cada uno tenemos nuestras facultades y las de José Oto eran únicas, el timbre de su bonita voz era único. Sin duda, poder aprender de esas versiones es cuando menos muy bonito, tenerlo en el recuerdo y ver que su jota no se pierde, que se sigue cultivando y aprendiendo", añade el jotero bilbilitano. Ahora él transmite a sus alumnos la grandeza de Oto, un "artista, bohemio, soñador y un gran enamorado de Felisa Galé, su novia eterna". La muerte de Felisa en 1948 fue un duro golpe que le trastocó la vida, aunque fue ayudado por compañeros como maestro Cebollero, dice Solsona. 

“En los primeros días de este mes –de abril- lo vimos por última vez en la calle de los Mártires. Se hallaba mucho más delgado y bajo de color. Nos dijo que había estado muy grave a consecuencia de una enfermedad bronquial. Le dimos la alegría de devolverle una foto de la malograda jotera Felisa Galé que nos había prestado para una entrevista que con el propio Oto sostuvimos y que se publicó en el último extraordinario del Pilar de HERALDO DE ARAGÓN. Temía que esa foto hubiera podido extraviarse, porque esa foto la llevaba siempre consigo en su cartera, al lado del retrato de su madre”.

A ella, a su madre, le cantó una jota “con el desgarrado corazón” el día que murió.

Cuando murió le puse
​un pañuelico por la cara,
​pa que la tierra no toque
​boquica que yo besara

Un pañuelo rojo y negro también cubrió el rosto de José Oto dentro de su féretro, ese pañuelo que tantas veces se había anudado a la cabeza y que tan de cerca había escuchado sus jotas.

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