LETRAS ARAGONESAS. OCIO Y CULTURA

Julián Casanova: "Siempre he querido tener una elegancia narrativa para contar la Historia"

El autor de 'Una violencia indómita', especialista en Anarquismo, Guerra Civil y el siglo XX, ganaba ayer el Premio de las Letras Aragonesas

Julián Casanova gana el Premio de las Letras Aragonesas.
Julián Casanova publicó en 2020 'Una violencia indómita' (Crítica)
Guillermo Mestre.

¿Cómo ha recibido el Premio de las Letras Aragonesas? ¿Sabía algo, lo sospechaba?

Me habían presentado los libreros y me lo habían dicho. Cuando uno se hace mayor estas cosas suceden y que te propongan las librerías gusta mucho. Pero nunca se sabe que puede pasar con estos premios. Y también sabía que me había propuesto Prensas Universitarias de Zaragoza

O sea, ¿era candidato por partida doble?

Sí. Me lo dijo su director Pedro Rújula. Me explicó que presentaban mi candidatura y trataban de demostrar que, y es lo que yo creo realmente, las letras no son solo la ficción o la literatura, sino que hay otra forma que es el ensayo y la investigación histórica, cuya clave es también es comunicar con la gente.

¿Cómo ha recibido galardón?

Ha sido una sorpresa. Me cogió en Onda Cero, donde colaboro, y en ese momento recibí una llamada del consejero Felipe Faci, al que no conozco personalmente. Fue una sorpresa, por supuesto.

¡Vaya alegría! ¿No?

Me hace mucha ilusión en el sentido de que es interesante que se considere que la escritura de la Historia se merece también el galardón. Yo he tenido que luchar mucho frente a la leyenda de «ah, como historiador, escribes bien». Yo veía a Tucídides, a Herodoto, a la tradición histórica, a los hispanistas, luego yo he podido convivir con ellos, desde los Eric Hobsbawm a los Enzo Traverso, y me decía: «Pero si es en que en la Historia ha habido gente a la que siempre nos ha gustado esa elegancia narrativa para la comunicación». Es un reconocimiento que viene de mi tierra, que viene de Aragón. Estoy en el mundo, pero siempre quiero a mi ciudad, estoy implicado y me reconozco en ella. Y desde ese punto de vista me hace muy feliz.

¿Quién es más su maestro: José Álvarez Junco o Juan José Carreras?

Cuando empecé con la tesis de anarquismo, Carreras no estaba en ese momento. Quedaba una referencia, un eco, pero no lo tuve en la carrera. Acabé, me fui a la mili, y como yo quería trabajar sobre el tema de anarquismo, aproveché el servicio militar para trabajar sobre el consejo de Aragón e investigué en Archivo Histórico Militar. Había leído ‘Ideología política del anarquismo español’ de Álvarez Junco. Lo llamé por teléfono, le dije que tenía un proyecto de investigación y que me gustaría compartirlo con él, a ver qué me decía.

"Es un reconocimiento que viene de mi tierra, que viene de Aragón. Estoy en el mundo, pero siempre quiero a mi ciudad, estoy implicado y me reconozco en ella. Y desde ese punto de vista me hace muy feliz"

¿Y cómo lo atendió?

De maravilla. Me dijo: «Este es un proyecto muy interesante». Hicimos una gran amistad; cuando acabé la mili me fui a vivir a su casa. Estuve con su familia, pude disfrutar de su biblioteca durante un año entero y para mí eso era un lujo. Yo era un chaval joven, hacía mi tesis doctoral. Desde ese punto de vista, José Álvarez Junto fue mi maestro.

Luego volvió a Zaragoza.

Cuando empiezo a hacer la tesis, yo tenía una beca de investigación y vine con Carreras. Se incorporó a la Universidad de Zaragoza, 1981-1982. A Carreras le interesaba mucho la teoría de la Historia y a mí también; a partir de entonces empecé aprender muchísimo del trabajo y de la maestría de Juan José Carreras. Pero, puedo decirle, que aún tengo otro gran maestro.

¿Se refiere a Paul Preston?

Es un maestro, sin duda, pero hablo de mi hermano José, que es un experto en el estudio de las religiones comparadas en el mundo, que hizo su tesis sobre el Opus Dei. Es mayor que yo, y apenas habíamos convivido. Empezamos a hacerlo, en distintos lugares, me animó a viajar, y se convirtió no solo en mi hermano, sino en mi amigo. Y también en un gran maestro. Aprendí muchísimo de él. Me invitó a hacer mi primer viaje a Estados Unidos, donde él vivía, cuando acabé la carrera y pude investigar en la Biblioteca del Congreso. Era muy emocionante. Nada más terminar la tesis me fui a Inglaterra, en 1985, y fue una experiencia maravillosa, con todos aquellos hispanistas y una tradición heredada de la Escuela de Frankfurt.

Publicó libros capitales como ‘Anarquismo y revolución en la sociedad rural aragonesa, 1936-1938’ y ‘La Historia Social y los historiadores’, y más tarde dirigió el proyecto de investigación de ‘El pasado oculto’. ¿Qué Historia ha querido hacer?

Creo que la ha he querido hacer es la que saqué en ‘La violencia indómita’ (Crítica, 2020). Es una mezcla de telescopio, de historia comparada, mirando perspectivas, poniendo la Historia en un mapa, el espacio y el tiempo, viajando por las carreteras secundarias, y yo llamo carretera secundaria a esa que se separa de la historia política, diplomática, incluso de la Historia social. Es la Historia que a mí me ha gustado hacer y creo que ese libro resume muchísimo lo que yo he tratado de aprender de la Historia y de los historiadores, de la enseñanza... Nuestro oficio es un continuo proceso de aprendizaje.

¿Cuál es la función del historiador? ¿Qué debe hacer y decir?

Hay varias fases: una en la que yo entiendo que hay un compromiso con ese pasado oculto, como le llamé en el título del libro, con un pasado de las víctimas. El compromiso no es militante, es sacar esas partes que molestaban a determinadas personas y determinados grupos, y eso ya se estaba haciendo en Europa y yo bebí de esas corrientes que analizaban el pasado de una forma crítica.

"El oficio mío, en mi opinión, va ligado con el rigor en la enseñanza y en la escritura de la historia, con salir y hacer lo que yo considero un gran privilegio, que es dar clases en diversas universidades, publicar en las mejores editoriales y trasladar ese compromiso a la sociedad. Participar"

¿Qué otras fases contempla?

Además, percibo desde muy pronto que quiero dar un salto a los medios de comunicación; empecé a escribir en ‘El País’ las primeras reseñas en el año 1982, y ahí empecé una difusión que ha acabado en la era digital y en las redes. Ha dado muchas conferencias para alumnos de selectividad y llegué a tener 200.000 oyentes. El oficio mío, en mi opinión, va ligado con el rigor en la enseñanza y en la escritura de la historia, con salir y hacer lo que yo considero un gran privilegio, que es dar clases en diversas universidades, publicar en las mejores editoriales y trasladar ese compromiso a la sociedad. Participar.

¿Y eso cómo lo ha hecho usted?

Con un método: precisar, tener cuidado, investigar, hacer síntesis, mimar el relato, siempre he querido tener una elegancia narrativa para contar la Historia.

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