Notas costumbristas (49)

José María Muniesa

Al médico José María Muniesa lo asesinaron junto con su hermano Augusto el 7 de octubre de 1936 en Valdespartera.  

Retrato de boda de José María Muniesa y Carmen Moraleda.
Retrato de boda de José María Muniesa y Carmen Moraleda.
Archivo Pedro Ciria.

A José María Muniesa lo asesinaron junto con su hermano Augusto el 7 de octubre de 1936 en Valdespartera. Tenía 41 años. Ambos murieron abrazados. Los dos eran médicos, profesores auxiliares de la Facultad de Medicina (tras la sublevación militar del 18 de julio, al igual que ocurrió con catedráticos de su misma Facultad como Felipe Jiménez de Asúa, Santiago Pi i Sunyer o Gumersindo Sánchez Guisande, fueron destituidos y dados de baja en el escalafón) y juntos abrieron el primer laboratorio de análisis clínicos de Zaragoza, en la calle del Coso, 104.

Su hermano Augusto sí tenía una clara significación política: miembro del Partido Republicano Radical Socialista y más tarde de Izquierda Republicana, fue primer teniente de alcalde en la corporación presidida por Sebastián Banzo y, tras la dimisión del alcalde Manuel Pérez Lizano el 22 de marzo de 1933, alcalde de la ciudad durante mes y medio. Pero José María no era un hombre con vocación política. Contó en sus memorias José María Gayarre, quien fuera el primer presidente del Zaragoza, que Muniesa no fue nunca un hombre de ideas políticas concretas y que asistía con él, Genaro Poza y Moneva a la tertulia que Ricardo Horno tenía en su casa; que los cinco fueron juntos a Madrid al entierro de don Antonio Maura; y que lo más que le oyó a Muniesa fue aconsejar a Ángel Ossorio que adoptara una posición republicana. Moviéndose en ese ambiente y con esos amigos, no parece desde luego que José María Muniesa fuera un izquierdista peligroso. En realidad, lo que de verdad le gustó fue el fútbol. Fue presidente del Iberia y de la Federación Aragonesa de Fútbol y el gran impulsor y organizador de la “fusión” Iberia-Zaragoza en 1932. Y era directivo del Zaragoza en julio de 1936. Años después de su muerte, el Tribunal de Responsabilidades Políticas lo declaró inocente de todos los cargos. Otra muerte absurda. El zaragocismo ya tenía su mártir.

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