Sale a la luz un boceto inédito de Joaquín Costa realizado por Dionisio Lasuén

Una colección particular alberga un busto en terracota del polígrafo aragonés, que fue presentado en 1911 para la propuesta de homenaje al ilustre jurista

Busto de Joaquín Costa firmado por el escultor aragonés Dionisio Lasuén
Busto de Joaquín Costa firmado por el escultor aragonés Dionisio Lasuén
Teresa Grasa

Los restos de Joaquín Costa reposan en Zaragoza, aunque la idea inicial no era esa. Primero las autoridades pensaron enterrar al político y jurista aragonés en el Panteón de Hombres Ilustres, en Madrid. Pero no fue así gracias a una multitud de aragoneses que paró en Zaragoza el tren que conducía su cadáver y consiguió que Costa fuera inhumado en Zaragoza. Su mausoleo en el cementerio de Torrero fue obra de Félix Lafuente, Manuel Bescós y Dionisio Lasuén, tras un concurso de ideas fallado en 1912. La cripta situada debajo fue proyectada por José de Yarza y Echenique.

En este año, cuando se conmemora el 110 aniversario del fallecimiento de Joaquín Costa en Graus (el día 8 de febrero de 1911), el Archivo Barboza Grasa recuerda al ilustre prócer y su ingente labor con la publicación de una obra escultórica, hasta ahora parece ser inédita.

«Tras la muerte de Costa, hubo una conmoción general en Aragón y, como signo de agradecimiento, desde el Ayuntamiento se pensó en erigir un monumento a su memoria, y para sufragarlo realizaron una suscripción popular –explica Teresa Grasa–. Se convocó un concurso y se presentaron diversos bocetos por los más afamados escultores y artistas, y, tras las deliberaciones del jurado, se eligió uno en acuarela presentado por Manuel Bescós y Félix Lafuente, que representaba de una manera simbólica los anhelos de Costa, una montaña pedregosa, fertilizada por las aguas de un río, un templo clásico a un lado, una gran lápida con una inscripción alusiva a su labor y sobre un promontorio, el busto de Joaquín Costa».

Aurelio Grasa –padre de Teresa Grasa–, quien había fotografiado su entierro, en 1911, también captó el proceso de selección, los diferentes bocetos y proyectos y la ejecución final de su mausoleo hasta 1914.

«Conservamos las placas inéditas que dimos a conocer en 2011, el año de su centenario», recuerda Grasa.

«En la ejecución del mausoleo, debido a su complejidad técnica, intervino el arquitecto José de Yarza y en cuanto a la parte escultórica del busto de Costa, fue obra del escultor Dionisio Lasuén, quien realizó este trabajo en piedra, según se dice, ya que no está firmado. Hasta la fecha, no se ha comprobado la autoría del busto de Costa, que por tradición se adjudica a Lasuén», señala.

En uno de sus laterales se lee, inciso: ‘Zaragoza’. En el otro lateral figura la firma: D. Lasuén. «Hemos revisado la monografía ‘Dionisio Lasuén, Arte e Industria’, publicada por el Ayuntamiento de Zaragoza, comisariada por Blanca Blasco y Alberto Castán, en 2016 con textos de Alberto Castán e Isabel Oliván, en la que afirma la autoría de Dionisio Lasuén del busto en piedra de Costa e indica que su boceto estuvo expuesto en un comercio zaragozano en junio de 1911», apunta.

Esta obra desencadenaría la producción de otras similares, según la información publicada en junio de 1911 en HERALDO, donde se dio cuenta de aquella «escultura original del director de la Escuela de Artes e Industrias, Dionisio Lasuén», que efectivamente se mostró en varios establecimientos de Zaragoza. También se indicaba que el autor «en su afán de popularizar la efigie del ilustre aragonés ha querido hacer asequibles las reproducciones a todas la fortunas y vende los bustos a un precio realmente inverosímil. El Sr. Lasuén ha comenzado a ver realizados sus deseos porque le han llovido los encargos en tal forma que no puede atender por el momento a todos los encargos que le ha hecho el público y tiene que multiplicar las reproducción»

Diseño para el monumento de Joaquín Costa en el Moncayo
Diseño para el monumento de Joaquín Costa en el Moncayo
Heraldo

Un mausoleo en el Moncayo precursor del monte Rushmore

«A Costa se lo debería alzar severo y granítico mausoleo en el Moncayo, desde cuya cima se alcanza a ver tantas llanadas, montes, ríos, pueblos y ciudades de Aragón; de Navarra y de Castilla. ¡Bello y fortificante lugar de peregrinación seria aquel, en la consoladora primavera, en el fértil estío y en el próvido otoño, para la fe liberal, para la esperanza social y para el amor patrio!». Así defendía el periodista zaragozano Mariano de Cavia, en ‘El Imparcial’, que el ‘León de Graus’ debía descansar en el Moncayo.

Dionisio Lasuén coincidió con Cavia en la idea y llegó a realizar un boceto que se publicó en la portada de HERALDO el 14 de febrero de 1911, y que había explicado dos días antes en el diario. El escultor planteaba la creación de una cabeza de Costa de 50 metros –al estilo de las del monumento de los presidentes de EE. UU. en el monte Rushmore– coronando el vértice de la montaña «que podría verse desde Cataluña, Navarra, La Rioja, Castilla y Zaragoza y desde los Pirineos. En cuanto a Zaragoza, con asomarse al puente de Piedra podría contemplarse la pétrea cabeza del más grande aragonés, mudo e inmutable, pero haciéndose sentir con el cierzo o con la brisa».

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