PINTURA Y DIBUJO. ARTES & LETRAS

Javier Aquilué en la Casa Amarilla: legado de Apeles, legado de Duchamp

‘Bric-à-brac’, una exposición del artista y músico oscense llena de imágenes inquietantes y enigmas

Javier Aquilué expone en la Casa Amarilla.
La pieza 'El dedo en la llaga' de Javier Aquilué.
Aquilué/La Casa Amarilla.

En los años 40, el fotógrafo danés Sven Türck acudió escéptico a una sesión de espiritismo, pero lo que recogieron sus cámaras –mesas y sillas, incluso el propio médium volando– lo dejó estupefacto, porque no supo ver el truco. Más tarde, según leo, el análisis digamos que forense de sus negativos parece excluir la manipulación. El problema podría haberlo resuelto el padre Heredia, un jesuita mexicano que fue azote de los espiritistas a inicios del siglo XX. Reproducía sin problemas fenómenos como la levitación y se sacaba de la manga ectoplasmas sin necesidad de espíritus, pues le bastaba su talento para la puesta en escena. Uno de sus tratados se tituló 'Espiritismo y Sentido Común'.

A Sven Türck me ha llevado a conocerlo Javier Aquilué, gracias a una serie de dibujos basados en sus fotos. El que una mesa se eleve por los aires plantea la intromisión de lo anómalo en lo cotidiano, algo que puede parecerse, en términos estéticos, a la conversión duchampiana de los objetos en arte. Los dibujos de Aquilué se titulan 'After Sven Türck', igual que aquellas fotografías de otras fotografías, 'After Walker Evans', etc., que hizo Sherrie Levine y que fueron paradigma del Apropiacionismo, vuelta de tuerca de esas estrategias duchampianas. Vuelta de tuerca que Aquilué reitera al presentar al público el fantasma de sus propios dibujos en una copia en papel de calco, procedimiento que resulta entrañable en tiempos de escaneo generalizado.

Si a un fotógrafo se le pudo imaginar fedatario de lo paranormal, el dibujante parece que carezca de credibilidad. Si el padre Heredia enfrentó Espiritismo y Sentido Común, se puede hacer lo mismo con el Arte Figurativo. Artistas como Aquilué se saben desvalidos frente al Sentido Común y se instalan lo que él mismo denominó “las fallas del sistema” en su estupendo ensayo 'El ojo vago' –sobre el que escribí otro día en el suplemento 'Artes & Letras'. La falta de fiabilidad de la pintura hace de ella una herramienta de percepción parapsicológica. Siempre que se posea una capacidad como la de Aquilué para la puesta en escena.

Su exposición actual en La Casa Amarilla debo definirla como imprescindible. El argumento Poltergeist se reitera en un cuadro inquietante, con una figura femenina arrinconada y un taburete en vuelo. Ese fenómeno paranormal no lo debe ser tanto para esa mujer, pues mira hacia otra parte. Habrá algo más raro todavía fuera de campo. Este tipo de sutilezas, tan cinematográficas, nos esperan en todo el trabajo de Aquilué. “Pausas en la narración” o “indicios” según dice él mismo. Los cuadros abundan en sombras y reflejos. Sombras como falsos testimonios de corporeidad; reflejos donde buscar un observador secreto, como en los ojos y el collar de la hermética madre de 'El dedo en la llaga'.

El título de la exposición (Bric-à-brac) conduce al siglo XIX, al amor por los bibelots y el historicismo. Dos de las obras buscan referencias en la antigüedad grecorromana (el 'Legado de Apeles' analizado por Gombrich) para hablar del presente. Los paredes de Pompeya son el fondo para un friso de contemporáneos bostezantes, como si el tedio hubiera sustituido al ritual. Los retratos funerarios del Fayum, en otro friso, esta vez de dibujos, y hecho durante la pandemia, sufren el borrado desde la nariz, como si se tratase del efecto de una mascarilla, una mitad borrada que sólo recuperamos digitalmente, gracias a un GIF. Volvemos aquí al mundo de los espíritus digitales que conservan la memoria del tiempo raro en que poseíamos mandíbulas.

LA FICHA

‘Bric-à-brac’. Pinturas y dibujos de Javier Aquilué. La Casa Amarilla. Paseo Sagasta 72, local 3. Hasta el 20 de febrero 2021.

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