zaragoza

La primera reliquia de San Valero llegó hace 900 años

Fue en octubre de 1121 cuando el brazo de San Valero llegó a Zaragoza desde Roda de Isábena. Se inició así una devoción que llega a nuestros días.

El busto relicario de San Valero en el retablo de la Seo.
El busto relicario de San Valero en el retablo de la Seo.
Guillermo Mestre

Hoy, cuando deguste su trozo de roscón, piense que una de las principales armas empleadas durante la Reconquista aragonesa fue el hambre. El 11 de diciembre de 1118 una tropa famélica con Alfonso el Batallador, Gastón de Bearn y Céntulo de Bigorra al frente, entró espada en mano en Zaragoza. Llegaba muerta de hambre, pero aún la padecían más los 25.000 habitantes de la antigua capital de la taifa, que habían sufrido un sitio atroz.

La ciudad volvía a ser cristiana y una de las primeras medidas que tomó la balbuciente Iglesia Cesaraugustana fue declarar a Valero su protector y patrono. Apenas tres años más tarde, en 1121, la ciudad había logrado construir una humilde catedral románica, la Seo, aprovechando los restos de la mezquita musulmana.

Se consagró el 12 de octubre de ese año, y muy poco después, el día 20, llegó a la ciudad la reliquia del brazo de San Valero. En 1170 se recibió la cabeza. El cuerpo del obispo de Zaragoza se conservaba en lo que había sido hasta entonces la sede episcopal del pujante Reino de Aragón, la catedral de Roda de Isábena. Comenzaba así en Zaragoza una devoción que llega hasta nuestros días.

Pero, ¿quién fue San Valero? ¿Qué sabemos de su biografía? «Fue el primer obispo conocido de Zaragoza: vivió a finales del siglo III y principios del siglo IV –relata Juan Ramón Royo, director del Archivo Diocesano–. Asistió al concilio de Elvira (Granada). Tuvo como diácono a San Vicente y, en la persecución de Diocleciano, la última y más sangrienta campaña contra los cristianos emprendida por el Imperio Romano, ambos fueron conducidos a Valencia, donde el segundo sufrió martirio. Se supone que San Valero murió en el destierro».

'San Valero entre San Vicente y San Lorenzo', un óleo sobre tabla de Martín Bernat que puede verse en el Alma Mater Museum
'San Valero entre San Vicente y San Lorenzo', un óleo sobre tabla de Martín Bernat que puede verse en el Alma Mater Museum
Toni Galán

De su biografía se tienen tan pocos datos que incluso los especialistas no se ponen de acuerdo en si su muerte se produjo en Enate, Huesca, o en Anet, en el departamento francés de Eure et Loir. En cualquier caso, sus restos mortales fueron descubiertos en el siglo XI y llevados a Roda de Isábena.

Esa escasez de información ha hecho que a lo largo de los siglos se hayan producido curiosas interpretaciones biográficas. La tradición, por ejemplo, señala que tenía dificultades en el habla, que tartamudeaba. Pero el dato parece provenir de una confusión. «En el año 541 tuvo lugar el primer sitio de la ciudad a manos de los reyes francos Childeberto y Clotario, que lo levantaron a cambio de las reliquias de la túnica de San Vicente, al que se dedicó el monasterio de san Vicente de los Prados en París, luego Saint Germain-des-Prés –relata Juan Ramón Royo–. 

Los monjes de St. Germain buscaron luego exaltar la memoria del diácono y elaboraron un relato de la Pasión y traslado de su cuerpo en el siglo IX donde San Valero aparece por primera vez como tartamudo. Se le calificó de sabio, simple e inocente e impedido de la lengua, lo que hizo que Vicente, ordenado por su facilidad de palabra, fuera quien contestara en el interrogatorio al que les sometió el perseguidor Daciano. Pero el redactor de los textos plagió la ‘Vida de san Agustín’ escrita por Posidio, en la que se cita con este defecto a Valero, obispo de Hipona, de lengua griega y con dificultades para hablar latín».

En tiempos recientes se ha llegado a asegurar que el hecho de que no le entendiera al hablar se debía a que era euskaldún, siguiendo la hipótesis de que en los primeros siglos de nuestra era en buena parte de la provincia de Huesca se hablaba euskera.

Francisco de Goya pintó a San Valero en una de las cúpula de la basílica del Pilar en su 'Regina Martyrum'.
Francisco de Goya pintó a San Valero en una de las cúpula de la basílica del Pilar en su 'Regina Martyrum'.
José Miguel Marco | mar

En cualquier caso, lo que es indudable es que San Valero ha sido objeto de devoción en Zaragoza desde hace 900 años. Hasta la reforma litúrgica posterior al Vaticano II, cada 20 de octubre se ha celebrado en la ciudad la fiesta de la traslación de sus reliquias.

«Un relato de 1272 que se conserva en el archivo del Pilar cuenta cómo fue descubierto el cuerpo de San Braulio –añade Royo–. Y en el manuscrito se refiere que en la noche del 18 al 19 de julio san Valero se apareció al obispo Pedro de Librana, el primero después de la Reconquista, abatido por los problemas diocesanos y la amenaza de los almorávides, tranquilizándole y revelando el lugar donde se encontraba San Braulio».

El de San Valero no es un culto exclusivo de Zaragoza. Se le celebra, además, en las diócesis de Barbastro-Monzón, Lérida y Valencia. En Aragón, en las localidades de Estada y Velilla de Cinca (Huesca); Bañón, Berge, Cañizar del Olivar, Castelnou, La Codoñera, Híjar, Los Olmos y Seno (Teruel); y Cariñena, Daroca y Ruesca (Zaragoza). En Valencia, la iglesia de Ruzafa, municipio independiente hasta 1877 y desde entonces un barrio de la ciudad, fue erigida en febrero de 1239 por Jaime I. Saqueada y destruida en 1936, al desaparecer su reliquia se mandó otra desde Zaragoza en 1940.

Y en Mondragón, Guipúzcoa, desde la Edad Media se le ha venerado como patrono de los mineros.

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