Albert Boadella: "Soy muy guerrero y me crezco con el castigo"

"Ser marqués de juglarías no estaría mal, y mejor que conde de bufonia", dice el dramaturgo, actor y escritor, que explora en 'El duque' la relación entre nobleza y farándula y estrena 'Diva', su aproximación a una crepuscular María Callas.

Albert Boadella, en la Cámara de Zaragoza.
Albert Boadella, en la Cámara de Zaragoza.
Guillermo Mestre

La enriquecedora relación entre un noble y un juglar articula 'El duque' (Espasa), el nuevo libro de Albert Boadella (Barcelona, 77 años). Actor y dramaturgo, azote de políticos y mitos como Jordi Pujol o Salvador Dalí, Boadella se crece en el castigo y espera morir con las botas puestas. Fundó Els Joglars con 19 años y dirigió la compañía hasta 2012. En la 'bodeguilla' de Felipe González conoció en los 80 al duque de Segorbe, Ignacio Medina. Amigos desde entonces, relata su relación en el libro y estrena 'Diva', su aproximación a una crepuscular María Callas.

¿Extraña la amistad entre un aristócrata y un satírico miembro de la farándula?

No. Son amistades de siglos. No olvidemos que el mundo de los nobles tuvo mucho que ver con el de los comediantes. Príncipes y duques fueron nuestros mecenas en otra época. Los ministerios de Cultura han sustituido a esta relación tradicional por algo más frío y administrativo. El libro es sobre un amigo, una persona inteligente de gran valor artístico que ha restaurado obras extraordinarias y creado cosas formidables en el mundo de los monumentos y los hoteles. Es una relación de artista a artista.

¿Qué le ha enseñado el trato con el duque de Segorbe?

Me ha mostrado formas del camino de la belleza que yo desconocía. Es un gran conocedor del mundo antiguo y de su presencia en el nuestro. Aspectos de su propia vida que para mí han sido muy didácticos y pedagógicos. Algo le habré enseñado yo. Hay influencias mutuas. Él diseña jardines de forma extraordinaria. Los más bellos de España, como el del Pazo de Oca, renovado tal cual era en la antigüedad.

Usted es hoy un aristócrata de la escena. ¿Qué título le gustaría tener?

Marqués de juglarías no estaría mal, y es mejor que conde de bufonia. Duque ya es excesivo. Juglar se corresponde más con mi oficio, desarrollado como los juglares, de forma multidisciplinar. Ahora estoy en una cosa operística: 'Diva', sobre María Callas. He hecho cosas cercanas a la danza y sátiras con aspecto más bufonesco y de farsa. Pero encajo muy bien al nombre que le puse a una compañía hace casi 60 años, Los Juglares.

Con 77 años cumplidos, ¿se arrepiente de algo?

Si mirara con lupa al pasado de algo me arrepentiría. He vivido una utopía en el trabajo con Els Joglars, con su repercusión, no solo artística, en España y fuera. No puedo pedir más. Éramos felicísimos montando una obra durante meses, aislados en una casa formidable del Pirineo donde vivíamos todos. Nos divertíamos como enanos. Casi nadie en España podría ofrecer un currículum de felicidad así.

Llevó la sátira al extremo de ser un tocapelotas profesional. ¿Lo sigue siendo?

Hay cosas que merecen cívicamente una respuesta. Viví en Cataluña una evolución muy negativa de la política y de la sociedad. Pensé que era necesario en ciertos momentos utilizar mi oficio para satirizar una situación enormemente ridícula. Es una parte minoritaria de mi obra, pero como las sátiras eran muy feroces, tuvieron mucha repercusión y borraron aspectos de mucha más importancia artística.

La contradicción le define. Es un bufón que apoya hoy a Felipe VI.

No existirían juglares ni bufones sin reyes y monarquías. Pero, bromas aparte, en la circunstancia política en la que vivimos, la monarquía es lo más llevable. En una república, el enfrentamiento y el caos hubieran sido muy superiores. No firmo la idea de la monarquía hereditaria. Puedo estar de acuerdo con Felipe VI y su importancia, pero no estoy seguro de que sus sucesoras vayan a ser lo mismo o mejores. Solo le doy un voto generacional a la monarquía, como se lo di a Juan Carlos I, aunque sus aspectos finales hayan sido poco edificantes y ejemplares.

Llamado a ser uno de los mejores reyes de la historia, ahora se le denuesta.

Nos ha frustrado a todos, pero creo que la historia centrará todo y quedará la parte más positiva de quien propició la democracia en España, y en el momento más peligroso de su historia reciente se puso del lado de los demócratas. Lo otro no es ejemplar y está bien que salga a la luz. El mismo voto generacional que di a Juan Carlos I se lo doy a Felipe VI. Si imagino quiénes pudieran estar en este momento en la presidencia de la República, es decir Zapatero o Sánchez-Iglesias, me quedo patitieso. Me aterroriza. Al lado de estos caballeros, Felipe VI es como caído del cielo.

Oficio con polémica

En Cataluña le zurran de lo lindo. Se fue y ahora vuelve a trabajar allí. ¿Cómo el exministro Wert, se crece con el castigo?

Sí. Las dificultades me instigan a hacer cosas. A enfrentarme. Soy muy guerrero. Me gusta estar siempre en alguna batalla. Me tomo siempre mi oficio como una defensa de algo, en contra de algo o en polémica con algo. Es mi carácter. No es agradable estar en la Cataluña actual. Estoy allí por una cuestión testimonial. No me da la gana tener que marcharme de la tierra donde nací por culpa de una pandilla de impostores y de corruptos. Lo aguanto con ánimo y bien. Tengo práctica.

De retirarse, ¿ni hablar?

No, mientras las neuronas respondan y el físico me lo permita. Si hago autocrítica y veo que me repito diré adiós. Las personas no somos infinitas en nuestros pensamientos y acciones. Si me copio a mí mismo y no tengo nada que decir, se acabó.

El teatro es hoy más necesario que nunca, ¿los gobernantes han estado a la altura en su defensa?

No. En España en absoluto. En Francia o Alemania han sido más activos. El teatro se ha hecho mucho más imprescindible cuando la mayor parte de las comunicaciones humanas se dan de forma electrónica o enlatada, incluido el cine. El teatro ha tomado su gran dimensión como multiplicador de las emociones entre el actor y el espectador. Es cada día más imprescindible, y es sorprendente que sea así siendo un arte tan antiguo.

¿Qué espera de las elecciones catalanas?

Nada bueno. Soy muy pesimista. Cataluña ha entrado en un proceso de degradación muy profundo y no solo en la política. Se ha extendido a una parte muy importante de la sociedad catalana, y esto no va a mejorar con las elecciones.

¿Cree que veremos la república catalana?

Podemos ser lo suficientemente pesimistas como para pensar que sí. Incluso yo con 77 años. Es muy posible si los gobiernos centrales siguen en la actitud que está siguiendo el de Sánchez. Con la deriva de este gobierno, es perfectamente posible.

Se presentó en 2018 como presidente en el exilio de Tabarnia, movimiento contrario a la independencia de Cataluña. ¿Se plantea dar un paso adelante y entrar directamente en política como candidato?

Mis compañeros me lo reclamaron en el momento de la fundación de Ciudadanos. Entonces pensé que mi vida debía ser la de un artista y que no podía ni debía doblar mi actividad y dedicarme a la política de forma tan comprometida. Obtuvimos tres diputados en las elecciones, pero creo que si me hubiera presentado los resultados habrían sido mejores. Yo era conocido en Cataluña y mucha gente se vinculó a Ciudadanos porque estaba yo. Pero mi vida, y estoy convencido de ello, no hubiera sido ni tan feliz ni tan plena desde el punto de vista de lo que sé hacer mejor, que es el teatro.

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