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Los teatros: el último reducto de la cultura

Diez meses después del inicio de la pandemia, los teatros siguen manteniendo una programación continua, frente a las salas de conciertos cerradas y los cines en retroceso.

María Luisa Merlo, este jueves en el Principal representando ‘Mentiras inteligentes’.
María Luisa Merlo, este jueves en el Principal representando ‘Mentiras inteligentes’.
Oliver Duch

Viernes, 15 de enero. El cartel teatral en Zaragoza incluye a María Luisa Merlo en el Principal, a Rafael Álvarez ‘El Brujo’ en las Esquinas, a la compañía valenciana La Catrina en Arbolé y a Tranvía Teatro en el Mercado. Y en las próximas semanas seguirán desfilando figuras como Concha Velasco, Cayetana Guillén Cuervo, Nuria Espert o Carmelo Gómez, además de una nutrida representación de compañías aragonesas. A diferencia de lo que sucede con la música –con las salas de conciertos cerradas desde marzo– o con los cines –Zaragoza ha perdido temporalmente la mitad de sus butacas–, los teatros se han erigido en el último reducto de la cultura, los recintos capaces de seguir manteniendo una programación continua y de nivel, pese a la pandemia.

Un tesón que no está exento de sacrificios y de obstáculos en la gestión del día a día. «La situación es muy complicada. Estamos resistiendo de momento, pero las pérdidas económicas desde que abrimos en septiembre son constantes y nuestros recursos se agotan. Confiamos en que la pandemia vaya aflojando en uno o dos meses y que llegue el apoyo de las instituciones para poder acabar esta temporada», explica con crudeza Juan Carlos Higueras, responsable de Comunicación de Las Esquinas.

Un relato muy parecido al del resto de escenarios. Como el Olimpia de Huesca. «Es un momento muy frágil, muy precario y de mucha incertidumbre, además de agotador por la constante exigencia a la adaptación derivada de la situación. No solo hemos tenido que suspender actividad, hemos estado periodos en ERTE... sino que también se ha reducido mucho el número de espectadores. Somos un espacio de titularidad privada y la pérdida de público que ha acarreado la pandemia nos preocupa mucho», revela Rubén Moreno, gerente del espacio oscense.

El guión es similar en la Estación. «Contamos con 18 trabajadores y estamos sufriendo un gran desgaste tanto humano como financiero, pero seguimos manteniendo los ánimos y la esperanza de que esta situación llegue al final», comparte su directora, Cristina Yáñez.

La reducción de los aforos –llegó a ser del 25% y ahora alcanza el 50%– junto al resquemor de parte del público a asistir a los espectáculos están golpeando muy duramente a la salud financiera de los recintos. «Actualmente tenemos permitido solo un 50% del aforo, con lo que las posibilidades de financiación disminuyen en ese mismo porcentaje. Y los continuos llamamientos de las instituciones (y no entro a discutir su idoneidad) a no salir de casa hace que las familias se resistan a salir, con lo que ese 50% se nos queda alto. Durante la Navidad hemos alcanzado casi el 90% de ese 50%, lo que quiere decir que estamos a menos de la mitad de nuestras posibilidades», aduce Iñaqui Juárez, director artístico de Arbolé.

En los teatros municipales zaragozanos –Principal y Mercado–, esa titularidad pública está siendo garante de pervivencia y continuidad. «El esfuerzo está siendo grande pero el resultado está siendo muy satisfactorio. Estamos programando en clave de normalidad, a pesar de los condicionantes. Todas las partes estamos haciendo sacrificios para adaptarnos a estos nuevos tiempos, desde las compañías a las administraciones públicas. No nos hemos planteado en ningún momento cerrar las puertas, ni cuando el aforo máximo era del 25% porque esto es un teatro público y los recursos hay que destinarlos a la salud intelectual del ciudadano. Es de los pocos bálsamos que quedan disponibles y da certezas», proclama José María Turmo, gerente del Patronato de Artes Escénicas.

«Incertidumbre», «negativo» y «difícil» son las palabras que más se repiten cuando se les pregunta por su visión del futuro a corto y medio plazo. Y también es unánime la invocación a las instituciones públicas para mitigar las consecuencias de este terremoto económico que complica el porvenir.

Ayuda institucional

«Si las instituciones hubiesen mantenido sus compromisos adquiridos en cuanto a actividades a realizar, y hubiesen gastado sus presupuestos de cultura en lo que estaba previsto (con todas las restricciones y protocolos por ellas mismas dictados como hemos hecho los demás), y mantenido sus contenidos culturales no sería necesario ningún tipo de ayuda al sector. Ninguna institución ha gastado en esos planes de ayuda, tan rimbombantemente anunciados, ni la tercera parte del dinero que se han ahorrado suspendiendo sus actividades. Hay que decir que la aplicación de los ERTE es lo que realmente nos ha salvado», expone el dirigente de Arbolé.

Desde las Esquinas introducen un matiz más colectivo: «Es fundamental que se visibilice a la cultura como un sector estratégico y económico, pero en serio, elaborando la política cultural de acuerdo con los agentes del sector, escuchando y las propuestas de la empresa privada que es la que sostiene económicamente la actividad. Es prioritario aumentar la inversión en cultura, incrementando el gasto por habitante, para llegar al menos a la media nacional actualmente en 25 euros y destinar al menos el 1% de la ayuda europea a la actividad cultural».

Desde el Olimpia oscense inciden en la importancia de recuperar el favor del público: «Urge un mayor apoyo institucional, con campañas políticas generadoras de público, campañas escolares, apoyos a descuentos a determinados sectores. La clave sería una política de menos sobreprogramación en algunos momentos y mayor inversión en generación de audiencias, además de una mayor colaboración público-privada».

Cierra la ronda de argumentos la responsable de la Estación: «Habría que sentarse con el sector y establecer unos principios generales de funcionamiento. El modelo de intermitencia para actores y técnicos, por ejemplo, que rige en Francia y sus análogos en otros países, puede ser un tema a tener en cuenta. En algunas comunidades han desarrollado una Ley de Artes Escénicas que sería también a considerar. Tal vez habría que cuestionarse si este modelo, basado fundamentalmente en principios economicistas, con el que hemos llegado hasta aquí, es el mejor o podemos mejorarlo».

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