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La perla del Caribe de las reinas de España que acabó en el cuello de Liz Taylor

Carmen Posadas publica ‘La leyenda de la Peregrina’, donde cuenta la historia de esa joya, que pasó de mano en mano hasta la actriz norteamericana

Carmen Posadas y la perla de nácar La Peregrina.
Carmen Posadas narra una historia que cruza cinco siglos.
Carolina Roca.

A Carmen Posadas (Montevideo, 1953) siempre le han apasionado esos objetos que viajan en el tiempo y sirven para contar, a través de sus protagonistas y de sus vidas y sus amores, una pequeña parte del mundo. Todo empezó con una idea: quiso narrar la historia de un anillo de zafiros de su propia familia, de tres generaciones, pero le pareció que eran pocas y que el relato se acababa pronto. Más tarde pensó en ‘El escarabajo’ de Manuel Mujica Láinez, la novela que abarca 3.000 años de un escarabajo de lapislázuli, "que había nacido en la imaginación del escritor", dice la escritora.

Del Caribe a Felipe II

La realidad no tardó en venir en su ayuda a través de una perla preciosa, llamada La Peregrina, también La Única, que perteneció a Felipe II y a sus esposas, y las reinas de los Austrias y los Borbones, y acabó colgada en el cuello de Elizabeth Taylor.

Su marido Richard Burton la compró en Nueva York, por 37.000 dólares, en 1969; a la subasta había acudido Alfonso de Borbón Dampierre con 20.000 dólares que le había dado la reina Victoria Eugenia, que se enteraba entonces de que La Peregrina que llevaba al cuello no era la auténtica: se la había regalado su marido Alfonso XIII después de una aventura sentimental, "algo que solía hacer muy a menudo –dice Carmen Posadas–. Un joyero debió convencerlo con esa pieza, ya que la otra era muy cara, y es la que pasó a la monarquía española. De hecho, la perla que posee ahora la Corona española, que pasó a la reina Sofía y luego a la reina Letizia, imagino yo, es otra, que está horadada", explica.

Liz Taylor vendería la joya en 2011 en Christie’s por 11.8 millones de dólares y se cree que la compró un árabe muy rico. Liz Taylor soñó con escribir una historia de sus joyas, quizá la empezase incluso, pero no tardó en darse cuenta de que no todos sus piezas tenían el envolvente encanto de la perla de nácar La Peregrina, y se imaginó que escribía ‘La leyenda de la Peregrina’. "Así se titula mi novela. Así empieza y culmina mi libro: ya que ella no la escribió, la he escrito yo", dice Carmen Posadas.

La historia es fascinante, y comienza en el Caribe, en Panamá, en 1579, con un esclavo negro que logró su libertad con esa perla de nácar, hallada en el mar, que tiene el tamaño de una pequeña pera. La pieza, que atraviesa cinco siglos y 440 años, fue pintada por grandes artistas como Rubens, Velázquez, Goya, Mengs o Antonio Moro, y fue descrita por el duque de Saint-Simon, Madame de Aulnoy o el propio Alejandro Dumas, que la cita en ‘El conde de Montecristo’, "entre otras cosas porque La Peregrina también tiene una interesante aventura vinculada con Francia, no solo a través de algunas reinas que se casaron con monarcas españoles, sino a través de José Napoleón, ‘Pepe Botella’ y luego Napoleón III, que llegó a ser presidente de Francia y luego emperador gracias a la hija de un zapatero como fue Harriet Howard", señala.

Carmen Posadas y la perla de La Peregrina.
Ana de Austria, la última y cuarta esposa de Felipe II, y Liz Taylor llevaron la perla.
Archivo El semanal.

La ganadora del premio Planeta ha compuesto una novela por episodios, una novela social, de costumbres, de psicología de los personajes, una novela amorosa y también una novela de intrigas palaciegas, "a la que administro humor e ironía, todo ello servido en frío. Esa es mi receta narrativa", dice.

Estilos, voces, hechizos, Goya

"Cada capítulo, cada relato o episodio me pedía una voz, un estilo, un punto de vista e incluso un género. Siempre he sido muy admiradora de Charles Dickens, mi autor de referencia durante años, mi modelo, pero durante la redacción del libro redescubrí a Galdós y me ha sido de mucha utilidad. Qué impresionante me ha parecido ‘Fortunata y Jacinta’. Y ‘Tristana’. Sus libros me han servido para contar capítulos concretos", señala Posadas.

"Cada capítulo, cada relato o episodio me pedía una voz, un estilo, un punto de vista e incluso un género. Siempre he sido muy admiradora de Charles Dickens, mi autor de referencia durante años, mi modelo, pero durante la redacción del libro redescubrí a Galdós"

Eso no solo le ha pasado con Galdós. El segundo capítulo, dedicado a Felipe II, que sobrevive a cuatro esposas, tiene por libro de cabecera al Quijote. "Una de mis autoras favoritas es Santa Teresa de Jesús y la tuve muy presente, especialmente con ‘Las moradas’, para dar vida a una monja con un tremendo secreto. Y luego en cada capítulo he ido metiendo monólogos, narraciones en tercera persona, fragmentos de memorias, cartas, diarios. En el capítulo undécimo, que trata sobre la muerte de Rasputín, la corte británica de la reina Victoria y el espía Oswald Rayner, ya lo dominaba por mi libro sobre los Romanov", confiesa.

"En vez de hacer una labor de erudición global, que me habría costado mucho tiempo, he hecho sobre hechos parciales. La mayoría de los personajes son reales, y cada capítulo está contado desde abajo: por un enano seductor que participó en un crimen pasional, por una monja, una servidora de la reina Margarita de Austria, por un curandero de sanguijuelas, por el enano Nicolasito Pertusato, que sale en un extremo de ‘Las Meninas’ de Velázquez, y parece un niño pero tiene 21 años", agrega Carmen Posadas, que se metió en las cortes de Felipe II, Felipe III, Felipe IV o el ámbito de hechizos y demonios de Carlos II el Hechizado, entre otros lugares.

"Carlos II es un personaje conmovedor. Deforme, contrahecho, de horrible salud, tuvieron que sujetarle la espalda el día que lo coronaron. Siempre andaba envuelto en hechizos y dolores. Si él es conmovedor, no es lo es menos su esposa María Luisa de Orleáns, que llegó a tomarle afecto e hizo lo imposible por darle un hijo. Se tomó de todo, y acabó muriendo a los 27 años", dice.

Francisco de Goya también aparece en el libro en un capítulo, el octavo, dedicado al alicaído Carlos IV, tan criticado. El pintor captó la perla La Peregrina en el cuello de la reina María Luisa de Parma en su célebre cuadro ‘La familia de Carlos IV’ y aquí vive una extraña aparición: la de la Duquesa de Alba, de la que se conjeturó que podría haber muerto envenenada por el plomo de su pintura.

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