Columna Villarroya: "Nadie se esperaba el coronavirus, pero la crisis económica sí se veía venir"

La fotógrafa aragonesa, que ha dejado de hacer retratos por la pandemia, pide respeto y rigor para su profesión

La fotógrafa aragonesa Columna Villarroya, en su estudio
La fotógrafa aragonesa Columna Villarroya, en su estudio
José Miguel Marco

Columna Villarroya nació en Daroca en 1954. Comenzó a hacer fotografías en 1979 y desde entonces ha combinado los proyectos artísticos personales y las exposiciones, con el periodismo gráfico y los reportajes para empresas e instituciones. Junto a su marido, Armando Llamazares, está al frente del estudio de fotografía Columnafoto. El retrato, dice,  «es una forma de continuidad de la vida a través de la memoria visual». Artista creativa con numerosas exposiciones y profesional de la fotografía a partes iguales, encara el año que llega «con ilusión por trabajar». La que ha puesto en todo lo que ha hecho en la vida. Quiere que todos recuperemos la salud, la armonía, la empatía y la libertad.

¿Cómo ha sido 2020?

Muy caótico. Nadie se esperaba el coronavirus, pero la crisis económica que ha llegado con él no se puede atribuir en su totalidad a la pandemia. Quienes tengan una empresa, aunque sea muy pequeña, como la mía, saben que ya antes del coronavirus se veían venir cabalgando los caballos que nos han tirado al suelo: algunas empresas renunciaban a cosas que siempre hacían, reducían gastos o buscaban algunos servicios en Portugal... Estaba llegando la crisis económica; luego vino el virus y acentuó los problemas.

¿Y en lo personal?

Llevo la situación lo mejor que puedo, como todo el mundo. Con mucho dolor por las muertes y el sufrimiento enorme que está causando el virus. Al margen de esto, mi vida no ha cambiado mucho. En los últimos años he estado muy centrada en mi casa, el estudio fotográfico y los proyectos para futuras exposiciones. Y en ello sigo, aunque buena parte de la actividad se haya parado, no haya trabajo o exposiciones en el horizonte. No viajo nada, obviamente, pero ya he viajado mucho en la vida.

¿Cómo cree que se ha afrontado la crisis desde las instituciones?

Muy mal. Ha habido mucha confusión desde el principio y, aunque resulta en parte comprensible porque la situación era nueva, lo cierto es que los políticos tienen grandes gabinetes de asesores y deben estar preparados. Además, en una situación como esta no hay cosa peor que decir ‘Diego’ donde se dijo ‘digo’, y eso ha pasado en numerosas ocasiones. Hace falta más seriedad entre los políticos y el que no valga para esta tarea, que tenga la dignidad de dimitir e irse, porque hay más trabajos aparte de la política.

En su faceta artística, usted siempre ha destacado por sus retratos. ¿Los sigue haciendo?

De momento los he dejado. Los retratos nacen del respeto mutuo y la complicidad entre fotógrafo y retratado. En nuestra vida social todos somos un poco como las marionetas: tenemos un hilo invisible detrás del cuello que nos presenta ante los demás como queremos ser. Cuando esa cuerda se afloja, cuando el retratado se abandona y se muestra como es, es cuando empieza el verdadero retrato. A veces ese momento llega incluso cuando se ha acabado la sesión de fotografía. Pero, hasta llegar ahí, hace falta que el retratado se sienta cómodo, que haya conversaciones, mucho respeto, tranquilidad, confianza, seguridad... La situación actual, aunque podría tomar todas las medidas preventivas posibles, no favorece este tipo de trabajos. No tenemos una vida armoniosa, pero ya llegará el momento de retomar el retrato.

¿Qué necesita el sector de la fotografía?

Sobre todo, rigor. Y un poco de respeto por nuestro trabajo. Todo el mundo se cree que puede coger una cámara y hacer fotografías, y eso puede valer para las fotos familiares. Pero no para todo. Ese rigor y ese respeto por nuestro trabajo no se lo pido al ciudadano normal, sino a las empresas e instituciones que, a la hora de hacer un encargo, no siempre lo tienen.