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Lara Dibildos: "Con lo que estamos pasando, nos merecemos reír un ratito"

La actriz madrileña encabeza el reparto de ‘El contador del amor’, una exitosa comedia que representará el sábado y el domingo en el Teatro de las Esquinas de Zaragoza.

La actriz Lara Dibildos posa para HERALDO en su casa de Madrid.
La actriz Lara Dibildos posa para HERALDO en su casa de Madrid.
Enrique Cidoncha

¿Cómo está gestionando estos meses complicados tanto en lo personal como en lo profesional?

Están siendo unos meses muy difíciles, de pasar miedo e incertidumbre. En particular, los que nos dedicamos al teatro tuvimos que suspender muchas representaciones. Me quedé de la noche a la mañana sin nada y eso es muy duro porque, además, no sabíamos cuándo podríamos levantar el telón otra vez. Yo me acababa de meter en mi primera obra como productora, ‘La telaraña’ de Agatha Christie. No pude elegir peor momento. Al ser ocho actores, es imposible representarla en las condiciones actuales. Por eso hemos recuperado ‘El contador del amor’, donde somos tres actores y con un texto buenísimo.

El golpe para los espectáculos en vivo está siendo demoledor.

Son muchos los sectores que lo han pasado y lo siguen pasando mal. Lo peor es que no sabemos cuánto nos queda. En el caso del teatro, detrás de los actores están un montón de personas:los regidores, los técnicos de sonido, los chóferes... Ahora parece que empezamos a levantar un poco la cabeza, pero con solo un 50% de aforo. Sabemos que ahora dinero no vamos a ganar, pero al menos trabajamos. No podemos permitirnos quedarnos en casa.

En noviembre regresó a las tablas en el Teatro Zorrilla de Valladolid con ‘El contador del amor’.

Sí, fue muy emocionante. Agotamos las entradas y se quedó mucha gente sin poder entrar.

¿Qué sintió al retornar a un escenario tras tanto tiempo?

Antes del coronavirus, lo que soñábamos es llegar a un teatro y que estuviera lleno a reventar. Pero nos ha cambiado tanto la vida, que ahora valoras que acuda el 33% del aforo y verles disfrutar. Solo con eso estamos felices. Ahora lo disfrutamos más todo y nos conformamos en seguida.

Una hora y media de risas son más necesarias que nunca.

Con todo lo que hemos pasado y seguimos pasando, nos merecemos un ratito así. Y me incluyo junto al público. Los tres actores que intervenimos nos lo pasamos genial y transmitimos esa energía positiva a la gente. Se crea una complicidad maravillosa. Yo me sigo riendo con esta función con la que llevo cuatro años. Es un espectáculo muy completo en el que no se detienen las carcajadas.

El sábado harán dos funciones. ¿Cómo es un día de doble sesión?

Agotador. El secreto de esta función es el alto ritmo. Acabamos agotados porque es frenética y nos abrimos en canal con una verdad absoluta. Termino reventada. Tendré media horita entre función y función para tomarme un café y un bollito que me den energía para volver a empezar. Ese cansancio desaparece en cuanto se vuelve a levantar el telón. Eso sí, al terminar, una cenita ligera y a dormir.

¿Qué le atrapa de esta obra?

Mi personaje es un bombón. Si no es el más bonito de mi carrera, se le acerca. Para mí ha sido una extraordinaria alegría recuperar esta obra y comprobar que sigue alegrando y gustando al público.

¿Cómo y cuándo le inocularon el virus del teatro?

El teatro es un tren que pasó cuando no esperaba, que cogí por la inconsciencia de la juventud, y fue una de las mejores decisiones de mi vida. Han pasado ya más de 20 años. Yo estaba trabajando en televisión y el productor Tomás Gallo buscaba a un rostro televisivo para un papelito pequeño en el teatro. Me llamó para hacer una prueba para ‘Pato a la naranja’. No me lo creía cuando me comunicó que me asignaba el papel. Al principio compaginé la televisión con el teatro y además ya tenía un hijo, y aquello era una locura. Llegó un momento en que decidí lo que quería ser en la vida y me preparé bien para dejar la televisión y dedicarme al teatro. Elegí el camino más duro, pero he disfrutado tanto y he sido tan feliz... Mi gran escuela ha sido patear teatros, hacer giras y recorrer todo el país.

¿Esa sensibilidad por la actuación le viene de sus padres, José Luis Dibildos y Laura Valenzuela?

Creo que eso fue al revés. Viví este mundo desde que nací, con mi padre que fue un gran productor de cine y mi madre una gran actriz de cine y televisión. Pero a mí me llamaba el teatro. Recuerdo desde pequeña ir con mi madre a ver funciones. Encontré mi sitio en el teatro, donde no había comparaciones posibles con mis padres. Y en ese huequito me quedé.

Su padre trabajó con grandes directores, como el aragonés Carlos Saura.

Viví de cerca varios rodajes. Los fines de semana mis amigos se iban al parque de atracciones. Todos mis fines de semana los pasaba en los rodajes. Me sentaba en una silla, me daban un bocadillo más grande que yo y me tiraba horas viendo cómo se preparaban los actores y cómo funcionaba ese mundo. Soy una afortunada por haber visto de cerca a grandes intérpretes como José Sacristán, Charo López, Concha Velasco... En aquel momento no me daba cuenta, pero la interpretación ya me estaba conquistando.

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