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José Cerdá. Testimonio del arte genuinamente necesario

El Paraninfo rinde homenaje al buen hacer y el buen humor de este maestro del dibujo, del humor, de la publicidad y de los caballitos de feria

Homenaje a José Cerdá (1924-1920).
José Cerdá dibujando a un personaje aragonés con soltura y gracia.
José Cerdá

El ejercicio de investigar en una hemeroteca conlleva siempre, o al menos en mi caso, un grato peaje de distracción por culpa del contexto gráfico. Sobre todo si son periódicos los años 50 o 60. Abundaban las fotografías, enviadas desde cualquier rincón del mundo, pero el humor y la publicidad quedaba en manos de los dibujantes locales. La primera foto transmitida por cable documentó un accidente, y ese fue el tono de la información gráfica, referida de habitual a lo insólito, desde la catástrofe a lo ridículo.

La intrahistoria se refleja mejor en los chistes o en los anuncios de las corseterías. La fotografía exigía tramas de puntos, resultando confusa, pero los dibujantes proveían de imágenes nítidas, de líneas expresivas. Sentido del humor y ligereza eran sus claves. Cierta mística de lo moderno vendía mucho por entonces, e imponía ritmos de chachachá al diseño, y hacía que un croquis superase en glamur a lo acabado. Eran los años del Desarrollismo, y lo castizo y lo pop convivían en España, como en esas películas que enfrentaban a Manolo Escobar y Concha Velasco.

En la prensa zaragozana de aquel tiempo, uno de los dibujantes destacados fue José Cerdá Udina (1924-2020) a quien se rinde homenaje en el Paraninfo. Cerdá compartió aquellos años con dibujantes como Chas (Marcial Buj Luna) o Ángel Lalinde. Su territorio eras las páginas del Amanecer, donde publicaba chistes y asumía encargos de publicidad para los negocios locales. Hacia 1960, el periódico ofrecía así sus servicios: «Confíe sus campañas publicitarias a ‘Amanecer’… con dibujos de Cerdá».

José Cerdá era un dibujante en quien confiar. Frente a otros colegas más tradicionales y más rancios, el suyo era un estilo sintético, moderno, que proponía joteros en contrapicado. Se atrevía con todo.

Tuvo un talento especial para crear personajes cómicos. Esta exposición me ha hecho conocer a algunos de ellos. Me parece genial que hiciera bajar de sus pedestales a los dos gigantes de la Audiencia. A mí me contaban, de niño, que aquellos sacudían con sus garrotes a quienes mentían. Cerdá tuvo la ocurrencia de convertirlos en Mendo y Bruto, y hacerlos circular por la aceras de Zaragoza. Pero su criatura más celebrada fue el tío Zambombo, orondo baturro que no dejaba de ser, como esos gigantes, otro anacronismo andante.

Zambombo fue el modelo para un nuevo tragachicos, que recuperó, en los sesenta, la tradición de los gargantúas para las fiestas del Pilar. Estos nos conduce a otra faceta del arte de José Cerdá, al diseño y decoración de atracciones de feria. Esa fue, de hecho, su ocupación fundamental desde 1967 hasta su jubilación. Se trataba, ni más ni menos, del arte aplicado a la diversión. Es estupenda esa caseta donde una familia entera se parten de la risa, en el más literal de los sentidos. Todo era humor y fantasía. A diferencia de la prensa, el mundo de las ferias era además el mundo del color.

Esta exposición no esconde estar hecha desde una perspectiva emocional. Su comisaria, la diseñadora Ana Bendicho, es la nuera del artista. Su texto, en el (estupendo) catálogo, comienza como una crónica familiar. Regresa al tiempo en que conoció a su pareja, el pintor Pepe Cerdá, hijo de don José. Y también discípulo y ayudante. De hecho, tal como cuenta Ana, Pepe (hijo) «pasaba el tiempo entre los galeristas y los feriantes». Ella misma colaboró alguna vez con los Cerdá pintando fondos para aparatos de feria, cosa de la que ofrece pruebas fotográficas.

A Pepe Cerdá, el ejemplo paterno siempre le ha servido para anclar en arte en la realidad. Al final, da la impresión de que las vidas extraordinarias de personajes como su padre sean un compromiso entre el pragmatismo y la bohemia. No es fácil sacar adelante a una familia sin dedicarse a otra cosa que el arte, multiplicándose como humorista, dibujante publicitario, decorador, diseñador o pintor de ferias y muralista. La exposición muestra de forma ejemplar todos esos territorios. Un atractivo mosaico de cuadros nos muestra también, como traca final, variopinto trabajo como pintor de caballete.

DIBUJO, PINTURA

'Los mil mundos imaginarios de José Cerdá'. Comisaria: Ana Bendicho. Paraninfo de la Universidad de Zaragoza. Sala África Ibarra. Hasta el 27 de marzo de 2021.

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