POESÍA. 'ARTES & LETRAS'

La terapia poética de la escritora Valeria Correa Fiz

La autora argentina afincada en Madrid, tras 'La condición animal' y 'El invierno a deshoras', publica un nuevo poemario: 'Museo de pérdidas'

Valeria Fiz Correa publica 'Museo de pérdidas'.
La escriutora Valeria Correa Fiz se mueve en el cuento y en la poesía con comodidad.
Isabel Wagemann.

En el prólogo esclarecedor a su nuevo poemario: ‘Museo de pérdidas’, Valeria Correa (Rosario, 1971) afirma que “contemplar lo perdido es intentar dar un sentido a lo que queda y a quienes somos”; sin embargo -añade-, resulta difícil contemplar las ruinas, o el edificio a medio hacer, porque evocan siempre el fantasma del edificio completo. Y a mí me da por pensar en el significado de la palabra fantasma. Un fantasma es algo irreal, una quimera; pero es también una amenaza, un riesgo. Mas la autora advierte que, pese a temores y ensueños, “quizá no haya tesoro más grande que lo que nunca tuvimos o lo que tuvimos y malogramos (…) y somos capaces de poner en palabras”.

Escribe: “Eres todo el amor que espero y que no pido, en cualquier instante puedes romper el cántaro contra la fuente, en cualquier instante, morder la manzana y con un resabio de sangre en la boca, oiré cantar el gallo tres veces antes de que me niegues”.

Hölderlin es quien guía a Valeria Correa a través de las salas de mármol de su ‘Museo de pérdidas’. Ya en el prólogo, el alemán le susurra que “lo único permanente lo instaura la poesía”. Y la poesía, la búsqueda de la estética, es terapia para afrontar el dolor y el temor vitales; sin embargo, no exime de efectos secundarios, como la desorientación que experimenta la poeta al comenzar su obra con un poema que evoca su Argentina natal, de la que marchó para vivir en España: 'Perder el sur'. “Cada exilio es un modo de encontrarse en la pérdida y descubrirse en la ausencia”.

Sobre las pérdidas que provoca el transcurso del tiempo escribe la autora en ‘Velocidad de las flores’: “¿Quién pudiera -erguido y silencioso como el tallo- tolerar la lenta podredumbre y creer en el ciclo sagrado de la vida: calvario, crucifijo, tumba y resurrección, y confiar en las primaveras por venir?” Pero la esperanza en que florezca una nueva primavera es a veces anhelo quimérico, como afirma ‘Límites’: “Eres todo el amor que espero y que no pido, en cualquier instante puedes romper el cántaro contra la fuente, en cualquier instante, morder la manzana y con un resabio de sangre en la boca, oiré cantar el gallo tres veces antes de que me niegues”. Pero, aun en la negación, la poesía, la belleza continúan, porque: “¿Quién no desea acaso lo que ha desaparecido?

Para Valeria Correa escribir es un “trabajo sucio contra el olvido”. Canta a “un mundo perdido que agoniza”.

Uno de mis poemas preferidos es ‘Temps perdu’, pieza narrativa que evoca la nostalgia de un pasado bello que se percibe fútil desde el presente: “(Ah, Roma, escalones, palomas: toda esa felicidad desperdiciada)”. Pero la poesía, tal como ha quedado dicho, otorga sentido a todas las pérdidas y lleva a decir a la poeta: “La soledad puede ser solo un error de perspectiva”. “Así te aguardo: con la alegría que multiplica lo querido aun cuando ausente, a pesar de que las leyes matemáticas exigen que al multiplicar por cero resulte siempre cero”.

Para Valeria Correa escribir es un “trabajo sucio contra el olvido”. Canta a “un mundo perdido que agoniza”. Y “todo vuelve a ser (real)” cuando lo nombra. Mas aceptar el dolor de las pérdidas y convertirlas en estética requiere valentía, de ahí que la autora recurra de nuevo a Hölderlin hacia el final de su museo de versos. En ‘Coraje de poeta’, el alemán aconsejó: “Camina, pues, inerme por la vida y nada temas”.

LA FICHA

‘Museo de pérdidas’. Valeria Correa Fiz. Ediciones La Palma, 2020.

TRES POEMAS

PERDER EL SUR1

[Perdí dos ciudades, dos hermosas ciudades. Y aun más:

algunos reinos que tenía, dos ríos, un continente.

Los extraño, pero no fue un desastre.

Un arte, Elizabeth Bishop]

Cada exilio es el anuncio de un nuevo

invierno (vuelo al norte, pulmón del cansancio,

planetaria rotación, abril de tinieblas prematuras),

Cada exilio es un modo de encontrarme en la pérdida

y descubrirme en la ausencia

con un tierno temblor del cuerpo.

Para pensar el árbol

(rama baja, rama alta de su tierno entendimiento),

para pensar el nido,

las raíces desde el puro desgarro

del ala.

*****

LA NOCHE OTRA

[La ausencia se aproxima

en sentido contrario al de la espera.

José Manuel Caballero Bonald]

Te soñé:

caminabas al borde de una carretera, fumabas.

Te veía en un hueco de torpe existencia,

sin claros contornos, cubierto de polvo y humo.

No traías equipaje.

Sin planes, venías a mí con las manos vacías.

Sin planes, venías hacia la nada con paso seguro

y en dirección contraria a lo que eres.

Venías a mí, animal anfibio, para hundirte en mi cuerpo, reluciente y mojado,

a respirar de la marejada de mi sangre.

Venías a mí, para vivir y morir conmigo,

enterrando tu salitre en la espuma de mis piernas.

Esa era mi noche

(la de los ojos de resaca

que no se despejaban

para verte ni mirarte tal cual eres,

sino que te soñaban

ablandado de amor,

sin la encarnizada inminencia del presente,

desprovisto de todo lastre y ancla).

Esa era mi noche en la que solo convergían

tu vértigo y mi centro en los montantes de una misma cama

sin sábanas ni plumas

de albatros tristes.

******

CONJUROS

[No quiero más que estar sobre tu cuerpo

como lagarto al sol los días de tristeza.

'Latitud', José Ángel Valente]

Norte y lejos,

centro y sur,

o muy cerca

son solo categorías

para pensar el mundo en sus distancias.

Tú y yo (mano y espera)

seremos como el trébol:

salvajes, al ras del suelo

buscando la extensión y la espesura

de lo que vive muchas vidas apretadas

en el espacio de una única noche.

Así te aguardo: con la alegría

que multiplica lo querido aun cuando ausente,

a pesar de las leyes matemáticas que exigen

que al multiplicar por cero

resulte siempre cero.

Te espero aquí,

muy al centro de tu norte,

muy lejos de tu cerca,

donde cae la quinta noche:

aún faltan dos días para tu llegada

y mis pensamientos te buscan.

Ni la borra del café,

ni el vuelo de los pájaros,

ni los números,

ni los viejos dioses arbitrarios en su Olimpo,

ni un sutil golpe de dados dispusieron este encuentro.

He sido yo quien lo ha provocado:

La ebriedad del error me obliga a cerrar los ojos.

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