Javier Callén: "El jazz sufre aún algunos prejuicios, pero es, como todas, una música visceral"

El músico, nacido en Huesca en 1980, ofrece hoy un concierto, al frente de su cuarteto, y presentará al público algunas de las piezas que ha escrito

Javier Callén, con su cuarteto, ofrece hoy un concierto en el Auditorio de Zaragoza
Javier Callén, con su cuarteto, ofrece hoy un concierto en el Auditorio de Zaragoza
Toni Galán

Usted se inició en la música como violinista y ahora es contrabajista. Eso sí es cambiar...

Mi madre se apuntó al Conservatorio de Monzón y nos apuntó a todos sus hijos. Ella, a estudiar flauta travesera, mi hermano guitarra, mi hermana piano y yo violín. La verdad es que, cuando eres niño, ir a clase con tu madre no es el mejor plan. Estudié cinco años, pero no me gustaba y lo dejé: el instrumento y, durante un tiempo, la música. Hasta los 27 no toqué un contrabajo.

Es un instrumento más complicado de lo que parece, ¿no?

Sí, yo he tocado, e incluso he hecho grabaciones, con muchos instrumentos: guitarra, saxofonón, teclado... y el contrabajo es el más difícil de todos. Lo es incluso duro desde el punto de vista físico, aunque posee unas cualidad tímbricas y de registro difíciles de igualar.

Sufren las manos.

Y todo el cuerpo. A mí se me cansan mucho las piernas. Es un instrumento que hay que tocar con todo el cuerpo para que las notas tengan una vibración y alcancen sonoridad.  Tiene una forma casi humana. Es curioso, también vibra sobre ti.

Y el jazz, ¿cómo le atrapó?

Me he movido siempre alrededor de la música de raíz africana por sus capacidades expresivas y porque tiene algo de espontáneo de lo que carecen otras. Y así llegué al jazz, no tanto por el virtuosismo a la hora de tocar, sino sobre todo atraído por la improvisación. Hay piezas que he oído miles de veces y que me siguen emocionando como el primer día que las escuché.

Todavía hay muchas personas, incluso melómanos, que ven el jazz como una música difícil, apta solo para iniciados.

El jazz no se ha despojado aún de algunos de los prejuicios que le rodean. Se le atribuye cierto intelectualismo pero, en realidad, como todas las músicas, tiene un alto componente visceral. No es una música indescifrable: muchas melodías tienen nexos en común con nuestro acervo cultural. Incluso boleros escritos a principios del siglo pasado en Cuba, influidos por la música española, tienen mucho en común con las melodías del jazz.

A improvisar en un concierto, ¿se aprende?

Claro que se aprende, pero improvisar es duro porque no depende de factores técnicos sino más bien de que sepas desarrollarte interiormente, incluso de que aprendas a eliminar las barreras que impiden expresarte. Hay que vencerse muchas veces a uno mismo, volcarse como ser humano, para improvisar. Suena muy rimbombante, pero no encuentro otra forma de decirlo. La improvisación activa cosas en el cerebro que no sabías que estaban ahí, y cuando la haces en grupo aún disfrutas más porque tú vas modificando lo que tocas en función de lo que hacen los demás.

Hoy actúa en Zaragoza con su cuarteto, creado ahora hace cinco años para el Festival de Jazz de Monzón. Borja Barrueta tocará la batería, Alberto Arteta el saxofón, Íñigo Ruiz de Gordejuela el piano y usted el contrabajo. ¿Que va a escuchar el público que asista?

Son todos temas originales míos. Soy más de estudiar música que de componerla, pero en los últimos tiempos, quizá por la situación que estamos viviendo, he tenido más tiempo para escribir.

¿Y cómo definiría esa música?

Me resulta difícil... Por ejemplo, hay un tema con un ritmo de 6 por 8, una melodía inspirada en el dance de la gaita de Bujaraloz y una armonía no tonal, de jazz. Mi música no es muy estándar. La escribo con la secreta esperanza de que sea agradable, por no decir que tengo el deseo de que emocione al público.

¿Cómo está viviendo la pandemia?

Pues como el resto de compañeros del sector, fatal. Estamos pasando un momento muy malo porque no tenemos conciertos. Ser contrabajista, como lo soy yo, es ser músico acompañante. Y te llaman para repertorios muy diferentes. Yo he tenido hasta seis actuaciones a la semana. Ahora mi calendario se reduce al concierto del Festival de Jazz y a otro que tengo el día 5. Y eso es todo. 

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