Muere por coronavirus la soprano aragonesa Pilar Torreblanca a los 65 años

Implicada en proyectos sociales, afrontó desde niña problemas de salud hasta cumplir su vocación.

La soprano aragonesa Pilar Torreblanca.
La soprano aragonesa Pilar Torreblanca.
OLIVER DUCH

La soprano zaragozana Pilar Torreblanca falleció este jueves a los 65 años de edad a consecuencia del coronavirus, contra el que había luchado durante semanas. Torreblanca, dueña de una voz de bello timbre, fue una de las sopranos aragonesas más destacadas de las últimas décadas. Su funeral tendrá lugar este sábado, a las 16.30, en la sala de ceremonias del tanatorio de Servisa (la capilla ardiente queda instalada en la sala nº 7 del tanatorio, ubicado en Camino de San Antonio, 43).

Nacida en Zaragoza, los primeros años de su vida estuvieron marcados por la enfermedad. Contrajo la poliomelitis a los 6 años y posteriormente se fracturó las piernas en varias ocasiones, lo que la obligó a pasar por el quirófano y le dejó dificultades de movilidad de por vida. Ello no oscureció su carácter afable y risueño. "Tuve una infancia muy feliz, gracias a mi familia, en la que ha habido siempre una tradición musical muy importante -aseguraba en una entrevista-. En casa siempre me decían que mis primeras palabras las dije cantando y con tres años ya entonaba ‘En la playa, mi bella Lola’, una habanera que me cantaba mi abuela".

A los 14 años empezó a darse a conocer como cantante ligera acompañándose ella misma a la guitarra, aunque sin pensar en dedicarse profesionalmente a la música. En 1974 inició la carrera de Medicina en Zaragoza pero tampoco se olvidó de su vocación, y tres años más tarde se presentó al popular concurso televisivo ‘Gente joven’, en el que quedó subcampeona y que la hizo famosa en toda España, todavía como cantante melódica.

Acabó la carrera de Medicina en 1980, entre 1979 y 1984 estudió Ciencias de la Información y Relaciones Públicas en la Autónoma de Barcelona (era también técnico superior en Protocolo y Marketing), y paralelamente estudió canto con Pilarín Andrés, discípula de Louisa Pierrick, la mujer que forjó a Miguel Fleta.

Todo por el canto

Tras ganar una beca otorgada por el Ayuntamiento de Zaragoza, entre 1985 y 1990 hizo el Grado Medio de Canto en el Conservatorio de Valladolid. Ese último año lo dejó todo para consagrarse profesionalmente al canto. Solo llegó a ejercer la medicina durante cuatro meses. "Nadie creía en mí musicalmente, solo mi profesora y yo misma -aseguraría tiempo después-. Todos pensaban que era muy difícil que me pudiera hacer un hueco en un mundo tan complicado como la ópera porque yo tenía dos hándicaps: era muy obesa y tenía una discapacidad en una pierna. Pero yo he sido siempre una persona de retos y sigo siéndolo: le doy gracias a la vida porque me ha dado tanto y porque cada día me ofrece un nuevo reto y la ilusión de ir consiguiéndolos".

Amplió estudios con figuras de la talla de Alfredo Kraus, Montserrat Caballé, Renata Scotto o Giuseppe Di Stefano, con el que debutó y con el que ofreció un recordado recital en septiembre de 1987 en la iglesia de San Gil de Zaragoza. Actuó en numerosas ocasiones en Estados Unidos, Alemania, Gran Bretaña, Canadá, Italia, Rusia, Ucrania, República Checa, Finlandia, Argentina, Chile y España, entre otros países.

Como cantante de ópera debutó en el papel de Doña Anna en el ‘Don Giovanni’ de Mozart, con la Ópera Eslovaca. Destacó como intérprete de las óperas de Rossini, que parecían escritas para su voz, pero también interpretó los principales papeles femeninos de óperas como ‘Semiramide’, ‘Il trovatore’, ‘Lucrecia Borgia’, ‘La dama del lago’, ‘Alceste’ o ‘Anna Bolena. "Los protagonistas de una ópera son la voz, la orquesta, el director y el compositor. Hay mucho oropel alrededor, pero el oro es difícil de encontrar", aseguraba.

Carrera profesional

Su carrera como cantante profesional de ópera duró 15 años: lo dejó cuando sintió que las facultades no le acompañaban para estar en primera fila del arte lírico. "Si hago balance -confesaba-, estos años me han parecido cortísimos, intensos, maravillosos y también duros y muy solitarios". Pero siguió dando recitales y conciertos. En 2009 sufrió un grave atropello que la retiró de los escenarios un tiempo, pero no definitivamente. También impartía clases de técnica vocal e interpretación, y realizó cursos y master class de gestión del pensamiento emocional para cantantes líricos.

No fue muy prolífica grabando discos. En 1981 impresionó uno con canciones de Leon Russell, Jacques Brel, Horacio Guaraní y Facundo Cabral, entre otros; y en 1998 ‘Las dos orillas del cielo’, con Miguel Ángel Tapia al piano, que incluía desde canciones populares españolas y sefardíes hasta temas de Ginastera o Guastavino. Dentro del proyecto de ‘Las edades del hombre’, en 1993 grabó en directo en Salamanca la ‘Cantata para solistas, coro, orquesta, órgano y cinta magnética’ de Pedro Aizpurúa.

Paralelamente a su carrera artística, participó en numerosos proyectos sociales. Desde su creación en 2003, fue presidenta de la Fundación Ceste Educación y Empresa, dedicada al fomento, estudio y formación del individuo para favorecer su integración y desarrollo laboral y social. Pero se la recordará por su voz y por el compromiso entrañable con su vocación. "Soy una diva cuando salgo al escenario -le gustaba contar-, y me pongo la pestaña postiza y el traje de actuar porque el público paga por verme así. Cuando termina la actuación soy una persona muy normal, poco dada a la vida social y a los oropeles de la fama. La vida ya me ha prejubilado parcialmente varias veces; por eso, cuando la salud me lo permite, yo me lanzo a cantar".

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