LETRAS JAPONESAS. ARTES & LETRAS

Murakami y Ozawa, diálogos llenos de cuerda

El autor japonés, un gran melómano, conversa con su compatriota, famoso director de orquesta en el volumen 'Música, solo música' (Tusquets)

Murakami y Ozawa. Diálogos musicales.
Haruki Murakami, en uno de sus viajes a España donde es muy admirado.
Jordi Bedmar/Efe.

Pasada la hora de audición, en el quinto movimiento de la segunda de Mahler, se llega a la realización del amor de Dios y el reconocimiento de la vida después del fin, la Resurrección, que es la palabra que da título a la sinfonía. Es esa la palabra que recorre las trescientas veinte nueve páginas del libro ‘Música, solo música’. O de cómo el escritor Haruki Murakami conversa con el director de orquesta Seiji Ozawa. Y decimos conversar cuando podríamos decir, tener el honor de estar a sus espaldas, callados, en una simple silla, mientras ellos en sus butacas hablan de la música clásica.

Pero siendo sinceros, y en esta materia, se aprecia a las claras que lo son; hablan de algo más sencillo, de algo más puro. Pasión. Como denota la cuarta de las seis conversaciones que anotaron entre ellos. La que versa sobre Mahler, en la que Ozawa reconoce emocionarse con solo leer las partituras del compositor.

Para un entendido en música, y más si es compositor, habrá partes que ya sabe; pero seguro que perfiles y detalles serán nuevos. Porque lo que anida en este libro, son las casualidades que provoca una conversación distendida. Donde no hay un guion, donde surge otro hilo de conversación. Donde el propio Ozawa se maravilla de la memoria de Murakami o de los vinilos que tiene y el director y compositor ni siquiera sabía que existían.

Una intimidad robada

El libro se vertebra sobre seis conversaciones en tiempo concreto y cuatro interludios que introduce el escritor. De esta forma, cada diálogo a dos, siempre a dos, en una intimidad robada por el lector; se hacen breves por la intensidad de conocimiento que albergan, de forma que solo lo que se puede destilar, es lo que se cuenta. Resulta gratificante como un gran conocedor, pero no músico profesional, como Murakami, comenta con aire neófito, ritmos o intervalos de tiempo que alumbran a Ozawa en cosas en las que no había caído.

De esta forma, el diálogo resulta también enriquecedor para el director de orquesta. Brahms, Beethoven, Mahler, Mozart, Bach; todo el elenco obvio de grandes compositores pasa por el tamiz de la conversación a dos. Y hará las delicias del lector, lo que comentan de Bernstein, Karajan, Kleiber y más. Abren foco para poder comprender, y es difícil hacerlo, un poquito más a Glenn Gould, y de esta forma empatizar con un genio incompatible con la realidad inmediata. Y una vez en ese punto, el lector atento, comprenderá mucho más de lo que hablan ambos. Del amor de uno por un compositor y de cómo se lo transmite al otro sin imponérselo. Como se transmite el aprecio, sin demostrarlo. Como la capacidad de superación de Seiji Ozawa.

Deliciosa la manera de explicar los abucheos que recibió la primera vez que dirigió en La Scala de Milán. Cuando comprendió que no era el primero que recibía esa acogida y cuando pasado un poco de tiempo se tornó en aceptación del público milanés. Ese punto de giro que también requiere la comprensión de la música clásica.

Por eso si el lector escucha las piezas que mencionan en los diálogos, seguro que aprende algo más, y disfruta, casi tanto como ellos. Porque igual no es posible. Porque el empeño de Ozawa para que asistiera Murakami al festival de verano que organizaba en Rolle, a orillas del lago de Ginebra, junto a Montreux; acaba convirtiéndose para el lector, en la comprensión del aprendizaje del escritor sobre la mejora interpretativa de los participantes. Sobre cómo una semana intensa y receptiva, pule muchos defectos de los alumnos con detalles sibilinos de Ozawa. Libro joya, pues, para cualquier melómano, tenga el nivel que tenga y quiera lo que quiera aprender.

Para cualquier persona que se emocione con un compás bien ejecutado, el disfrute está asegurado. Como cuando alguien que sabe escribir, Murakami; disfruta aprendiendo de los comentarios de alguien que sabe trabajar las partituras, Ozawa. Un gran tándem para lo que no necesita resucitar porque siempre está viva, la buena música bien leída. Como el que lea estas conversaciones a la espalda de dos genios. Ahora que no nos oyen.

LA FICHA

'Música, solo música'. Haruki Murakami y Seiji Ozawa. Traducción de Fernando Cordobés y Yoko Ogihara. Tusquets. Barcelona, 2020. 329 págs.

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