Imágenes de la capital del cierzo / 28. 'Artes & Letras'

El río Gállego y su Azucarera, el progreso frente a la tradición

Anclada en la ribera, la azucarera simbolizaría los cambios socioeconómicos que acontecerían en el siglo XX

Imágenes de la capital del cierzo / 28.
Anclada en la ribera, la azucarera simbolizaría los cambios socioeconómicos que acontecerían en el siglo XX.
Archivo María Pilar Bernad Arilla

La fotografía, tomada hacia 1915, es magnífica tanto por su composición como por su estética y por su contenido. Capta con maestría la simbiosis de una Zaragoza rústica, donde la naturaleza todavía impone su ley, frente a las grandes conquistas de la industria, que transforma la materia prima y el paisaje. Dos formas de concebir el mundo y la acción del hombre en una sola imagen.

Las ovejas, ajenas a tales circunstancias, beben tranquilas en la playa bajo el antiguo puente colgante de Santa Isabel, hundiendo sus patas en el lodo de las orillas. Algunas miran atentamente al objetivo del fotógrafo. Parecen adivinar que, quizá cien años más tarde, serán objeto de nuestra curiosidad.

Sin verlo, se puede intuir la presencia del pastor. Morral al hombro, colgado el paraguas y apoyada su figura en el cayado. A su lado un perro fiel, siempre vigilante. Por aquél entonces constituía la labor del pastor, junto con la del sufrido agricultor, los modelos habituales de aquellas economías tradicionales en el medio rural. Trabajos solitarios en duras condiciones, sometidos al rigor de la climatología del valle del Ebro: veranos abrasadores e inviernos heladores. Herencias de padres a hijos, sin esperanza de cambios en el futuro.

Imágenes de la capital del cierzo / 28.
Detalle de la playa bajo el viejo puente colgante de Santa Isabel, lugar adecuado para abrevar el ganado. Al fondo la alturas de la Plana de Zaragoza.
Archivo María Pilar Bernad Arilla

El río baja algo crecido, quizá por los mayencos. Mérito tiene, pues en el cauce bajo sus aguas siguen repartiéndose en grandes acequias (Camarena, Urdán…) desde tiempos ancestrales. De ellas sacan provecho innumerables huertas de las “tierras planas”. Estas aguas, de calidad muy superiores a las del Huerva, del Jalón o del Canal Imperial, habían saciado la sed de las familias zaragozanas de posibles en épocas anteriores. Y, para colmo de generosidad, movían piedras de molino y turbinas hidráulicas, produciendo los primeros kilovatios-hora de la región.

Emergiendo sobre su cauce, símbolo de los nuevos tiempos, la AZUCARERA DEL GÁLLEGO capta intensamente la atención. Su poderosa presencia puede molestar al espectador ávido de paisajes inalterados. Allí lleva desde 1905, cuando MORATÓ Y SAMPERA S.A. comenzó la primera campaña de transformación de la remolacha en azúcar, siguiendo la estela de las primeras azucareras ya establecidas en Aragón. Para su implantación la empresa catalana escogió la ribera del Gállego, lugar con buena capacidad de enlace ferroviario y por carretera.

La historia de la extracción industrial del dulce elemento a partir de la remolacha se había iniciado con el trabajo de dos ingenieros agrónomos de la Granja Agrícola Experimental de Zaragoza, señores Otero y Rodríguez Ayuso. Estos, ya en la última década del XIX, supieron ver las inmejorables condiciones de suelo, agua y tierra que la depresión del Ebro tenía para tal cultivo. De igual manera vaticinaron que con el mismo se podría dar adecuada respuesta tanto a la crisis de la agricultura tradicional como a la falta de suministro de la materia prima inicial (caña de azúcar) por las pérdidas coloniales.

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Detalle de las primeras naves y chimeneas. Estas de cuerpo levemente troncocónico, fabricadas en ladrillo.
Archivo María Pilar Bernad Arilla

Desde las primeras naves construidas hasta el magno complejo industrial que llegó a ser en los años cuarenta del pasado siglo, innumerables ampliaciones y modificaciones fueron ejecutadas con la instalación de nuevas tecnologías. Los distintos edificios fabriles, iban “envolviendo” lavaderos, hornos, secaderos y maquinaria pesada al ritmo creciente de la producción. Esto se manifestó en un complejo industrial siempre cambiante, en continuo crecimiento.

Algunos acontecimientos demuestran la importancia que la ciudad, desde un primer momento, dio a la fábrica: Corría el año 1906 cuando, todavía inacabada la primera campaña de recogida de la remolacha, fue inaugurada la vía del tranvía Nº 9 “del Gállego”. Ya electrificada desde su nacimiento, hacía su recorrido entre Plaza de la Constitución (actual de España) y el puente de Santa Isabel. Decenas de trabajadores de la propia azucarera constituirían parte de los primeros viajeros asiduos de la línea. Aprovechando la coyuntura, la empresa había convenido con TRANVIAS DE ZARAGOZA la utilización de sus vías para trasladar, cargas de remolacha, carbón y productos acabados (azúcar, melaza) entre el complejo industrial y las estaciones ferroviarias de Cariñena, de Utrillas y de El Campo del Sepulcro.

Entre 1913 y 1914 se instalaron varios grupos de calderas, con la consiguiente erección de una nueva chimenea similar a la ya existente. A partir de entonces, la construcción de nuevos almacenes, elevación de la nave principal y, sobre todo, la edificación de un coqueto edificio de oficinas, acabaron por darle el aspecto apiñado característico de un establecimiento industrial que había crecido desordenado, sin planeamiento alguno. Finalmente, mediados los años 20, el progresivo aumento de la producción facilitó la disposición de un enlace ferroviario propio con la línea Zaragoza-Barcelona, a la par que se construyeron otros silos, esta vez en la orilla izquierda del río. Tal decisión obligaría a tender una pasarela-transportadora que cruzara la remolacha, por flotación, hasta los lavaderos de la fábrica, utilizando para ello aguas de la acequia “Urdana”.

A partir de entonces la AZUCARERA DEL GÁLLEGO abandonaría su independencia y pasaría a formar parte del importante grupo AZUCARERAS EBRO hasta 1963, fecha en que dejó de funcionar. Diez años más tarde fueron derruidas las últimas instalaciones, urbanizando sus terrenos para su uso residencial y docente. La falta de toda sensibilidad concejil hacia el patrimonio industrial zaragozano hizo que nada quedase en pie. Ni siquiera aquellas esbeltas chimeneas que, como si de torres de Babel se tratara, quisieron acariciar las alturas.

Link a la foto grande:

https://photos.app.goo.gl/hvPruHNAFttQQ3Rf8

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