poesía gallega. Artes & letras

Olga Novo: "Todo amor es loco, o no lo es.

La poeta gallega, premio de la Crítica, publica en Olifante la traducción de ‘Feliz idade’, en una versión del poeta y traductor Xoán Abeleira

Olga Nova publlica en Olifante 'Felizidad'.
Olga Novo publica unm poemario ambicioso y bello en Olifante. 
Anxo Cabada

Hoy es el Día Internacional de la Mujer Rural. Usted procede del campo, de una familia de labradores. ¿Cómo se planteó ‘Feliz idade’, en gallego (acaba de ser premiado en Galicia y en todo el país con el Premio de la Crítica al mejor poemario); ‘Felizidad’ (2020), en Olifante, en la versión de Xoán Abeleira? ¿Qué quería hacer, qué ideas barajó?

Lo cierto es que nunca programo o me planteo un libro. Para mí la escritura siempre tiene la condición de una aparición, de un fogonazo, imprevisible, y por ello, creador, pues es el encuentro, o la revelación de algo que no se espera. De este modo, los poemas de esta obra, como los de las anteriores, fueron surgiendo acompasados a la propia experiencia vital. Pero precisamente esa experiencia vital suele conformar ciclos. La muerte de mi padre evidenció el final de un ciclo, que se correspondía también en la escritura con la poetización de la experiencia de la maternidad y el declive y desaparición del padre.

Hay en el libro algo de novela envolvente y elíptica.

Ese carácter de poesía como emanación de la vida es lo que confiere ese carácter de novela elíptica a la obra. ‘Feliz Idade’ cuenta la (intra) historia de un lugar, de una comunidad, pero a través de la revelación poética, desde un tempo emocional.

¿Quería ser un libro de celebración de la vida o un diálogo con la vida recordada de sus antepasados?

Ambas cosas, porque lejos de ser excluyentes, confluyen en el terreno poético, donde el tiempo no existe. La poesía como escucha tiene mucho de lenguaje espectral, de tuba intravenosa que nos comunica con lo que pervive en nuestro recuerdo y que, por lo tanto, existe, en una forma de surrealidad, en el sentido bretoniano.

¿Por qué es tan poderosa la impregnación del campo en su imaginación y en su poesía?

No puede no serlo. Soy hija, nieta, bisnieta… de labriegos. Hasta donde la memoria alcanza mi familia ha habitado en una pequeña aldea del sur de Lugo, viviendo de la agricultura y la ganadería hasta mi generación. Me he criado en medio de rebaños de vacas y ovejas que dormían su sueño azul en una cuadra justo debajo de mi habitación: me dormía con su calor y sus bramidos. He tirado de un becerro como de un poema cuando se le ven las patas. Mi poesía, en este aspecto, es poco ‘imaginativa’, es más bien un realismo expresado desde el irracionalismo.

¿Qué debe al paisaje, al trabajo en la tierra, a los aperos de labranza?

La cosmovisión. La comprensión de lo natural y su extraordinaria belleza, que se revela como una harmonía fractal. El respeto por la vida y el enorme esfuerzo humano. Siempre he mirado los aperos de labranza como una materialidad poética acariciada por manos encallecidas por el trabajo. La dureza y la belleza.

¿Qué es más conmovedor el deseo de maternidad o el hecho de la maternidad en sí mismo?

Ambas cosas, la una lleva a la otra, y las dos son creación. Una de las partes del libro se titula precisamente ‘Poesía en posición fetal’: la identificación entre la concepción (poética) y la poética de la concepción es aquí absoluta. La encarnación del poema en la criatura: la palabra hecha carne. ¿Puede haber algo más conmovedor que llevar una vida dentro?

¿Cómo se entiende la presencia de tanta muerte en esta exaltación de la vida?

Porque la asunción de la existencia debe integrar los ciclos de la vida y de la muerte. Por otra parte, esta presencia de lo que desaparece, obedece a la realidad del mundo rural, en un evidente proceso de extinción que yo he vivido en primer plano. Mi aldea natal es un ejemplo de ello. En cuarenta años he asistido a su lento ‘desmantelamiento’, que conlleva una catastrófica demolición cultural, de graves consecuencias sociológicas. Mi poesía no es ajena a este hecho y es profundamente política.

¿En qué medida su hija Lúa desentierra el recuerdo o el fantasma de tantas mujeres de su familia?

No lo desentierra, lo hereda y lo vivifica. Ella es el último eslabón de esa genealogía femenina, conformada por mujeres subalternas de los subalternos, analfabetas trabajadoras del campo, cuyas historias y saberes no han interesado a la Historia, pero que conforman el sostén de la vida. Lúa lleva en su nombre un símbolo de la feminidad, la memoria de las aguas matriciales regidas por la luna. Una luz indirecta, metafórica, ultrarromántica.

Da la sensación de que ha vivido el período de gestación hipersensibilizada por un sinfín de emociones y de acontecimientos íntimos.

No difiero en ello de la revolución hormonal que vive cualquier mujer embarazada. Pero además, la llegada de la hija está conectada con la materialización del sueño, conformando el lugar de la utopía, concebida en la misma aldea en que yo fui concebida. La maternidad me convierte en una hembra más del campo, en plena armonía natural, que comprende la profunda naturaleza fértil del amor. Una creadora que crea vida.

Uno de los poemas más hermosos del libro es el dedicado a su padre. ¿Por qué fue tan esencial en su vida, por qué regresa tantas veces a su lírica? ¿Habló con él todo lo que anhelaba?

Mi padre fue un gran narrador oral, un labriego con una extraordinaria capacidad oratoria, envolvente, vitalista en extremo, una fuerza de la naturaleza que horadaba la tierra con las manos y sabía qué tiempo haría al día siguiente por la forma de las nubes, por la dirección del viento. Saberes desde la horizontalidad y la verticalidad, como un eje invisible humildísimo que da sentido a la existencia. Mi padre aparece en el libro como un tótem personal de la (agri)cultura de la que yo vengo. Necesariamente regresa una y otra vez a mi poesía porque mi padre está en mí. Hablé con él hasta sin palabras, e incluso cuando el lenguaje verbal lo abandonó.

Aborda el amor como un acto de plenitud. ¿Qué es el amor para usted, cómo habita en su poesía? ¿Cómo se puede escribir de él sin resultar sentimental?

Es la razón de vida. Y por ello, más bien inefable. El amor se hace. Por esa razón escribir sobre el amor solamente pueda abordarse bordeando el lenguaje, casi precipitándose a su envés. Y en última instancia, abandonar la palabra en busca de la realización del amor.

¿Y por qué deviene luego en ‘Amour fou’? ¿La carne nos ofrece una gozosa libertad animal?

Yo diría que no deviene en ‘Amour fou’. Todo amor es loco, o no lo es.

¿En qué medida es este un libro surrealista?

La divisa surrealista es «Poesía, Amor y Libertad», por lo tanto toda mi obra es surrealista en un sentido ideológico muy profundo. Pero además, la larga tradición del irracionalismo poético, del intuicionismo bergsoniano y de la poesía visionaria están muy presentes en esa poética del ‘trallazo’ que determina mi forma creativa.

La música está en muchos poemas. O incluso escribe con ella. ¿También su poesía, en verso libre, es una forma envolvente de música?

Absolutamente. Cuando comencé a escribir poesía, entre los 7 y 8 años, lo hice siguiendo los patrones estróficos clásicos. Aquella música jamás me abandonó, y de hecho, inconscientemente la integro al poema en medio del bosque de versos libres. Pero, además, en muchas ocasiones es la propia música el disparadero emocional que me sitúa en ese lugar de la visión. Escribo siempre mientras escucho música, y en ocasiones incluso determina el ‘ritornello’, la estructura y las respiraciones versales. El placer inmenso de la música lleva al placer creador de la palabra. Esto se sabe desde el principio de los tiempos.

Cita a Borges y su tigre. ¿Le ha influido un escritor que parece tan alejado de su visión lírica?

Sí, el canto austero e inteligente de Borges, sin derramamiento verbal, me emociona hasta las lágrimas, porque me permite ver la multidimensionalidad del espacio. Cuando todavía no sabía si en mi vientre se gestaba una niña o un niño, me refería a mi bebé como ‘el Aleph’. Pero en el poema de ‘Felizidad’, Borges regresa con su tigre asociado a una anécdota personal: una pegatina de un tigre que mi padre pegó en el lateral de su tractor, convencido de que esa fiereza felina daba más energía a la máquina. Un tigre literario, un tigre simbólico, un tigre vital. Es tan hermoso que Borges, un intelectual al otro lado del océano, intuyese el tigre de mi padre...

¿No le asusta a veces ese apetito de unión casi visceral que tiene con la naturaleza?

No me asusta: me abisma, me completa, me explica.

¿Cuántos rodeos ha tenido que dar para hallar esta voz tan personal, que conmueve a tantos lectores y escritores? El caso más reciente podría ser Ángel Guinda.

Toda voz es personal. En mi caso, no lo sé. Quizás he escrito el mismo libro desde la infancia, con modulaciones y músicas distintas, con lenguajes que se van retorciendo en busca de la luz. Pero gracias por la emoción y la conmoción. Gracias.

¿Cuáles serían los cuatro o cinco poemarios que la han ayudado a encontrar su camino hacia las estrellas y esos árboles que ya estaban y que siguen dentro de usted?

Más que poemarios, diría poetas: Rosalía de Castro, Emily Dickinson, Uxío Novoneyra, Dylan Thomas, Claudio Rodríguez Fer, Olga Orozco, Luz Pozo Garza, Breton, Rimbaud, Rilke...

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