El curioso punto en común del jiráfido Teruelia, la musaraña Darocasorex y el antílope Aragoral

El paleontólogo Luis Moliner Oliveros presenta en Zaragoza 'Fósiles con nombre aragonés', la obra que reúne más de 300 fósiles cuya etimología mira a Aragón.

Uno de los fósiles con nombre aragonés que recoge el libro del paleontólogo turolense Luis Moliner.
Uno de los fósiles con nombre aragonés que recoge el libro del paleontólogo turolense Luis Moliner.
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La Baturria es un pequeño invertebrado fósil marino, mientras que el Aragosaurus ostenta el título del primer dinosaurio definido en España. Aparentemente, no tienen mucho en común, excepto porque forman parte de los más de 300 fósiles con nombre aragonés.

Aunque muchos investigadores se decantan por personajes conocidos o características del fósil para establecer la nomenclatura, el primer fósil que se definió en Aragón, en 1850, ya inauguró una tradición de nombres científicos relacionados con el territorio.

Era la Chara Aragonensis, una diminuta semilla de un alga de agua dulce, explica a Efe el paleontólogo Luis Moliner Oliveros, tratando de utilizar un lenguaje divulgativo para que podamos imaginar cómo son algunos de los protagonistas de su libro, titulado 'Fósiles con nombre aragonés'.

La publicación, que se presenta este jueves en Zaragoza, abarca desde fósiles de seres microscópicos que poblaban los antiguos mares desaparecidos hasta huesos de dinosaurios o conchas de los fascinantes ammonites.

En concreto, hasta finales de 2019 se han definido en esta comunidad 1.053 especies de fósiles y 163 géneros, de los que casi una cuarta parte de las especies (231) y más de un tercio de los géneros (64) tienen un nombre relacionado con el territorio donde fueron encontrados.

El paleontólogo aragonés Luis Moliner Oliveros, nacido en Alcorisa (Teruel), es el autor de este libro.
El paleontólogo aragonés Luis Moliner Oliveros, nacido en Alcorisa (Teruel), es el autor de este libro.
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La chinche aragonesa Aragocilapus, el antílope Aragoral, la antiquísima alga Aragonia, el jiráfido Teruelia, el sirénido del Sobrarbe Sobrarbesiren o la musaraña Darocasorex son solo algunos ejemplos.

Pero la etimología de los fósiles no solo se expresa mediante la toponimia (lugares, ríos o sierras) y los gentilicios, sino también con la etnografía. En concreto, costumbres, tradiciones y leyendas locales.

El fósil Toremis Casiopea, encontrado en Teruel, hace referencia a la cultura del toro. Aunque la denominación de la especie (Casiopea) no está relacionada con la tradición turolense; está dedicada la tortuga de Momo, novela de Michael Ende.

Como indica Moliner, el investigador que descubre un fósil desconocido hasta entonces tiene la total libertad de ponerle el nombre que guste, simplemente respetando unas normas de los códigos internacionales.

Tan anecdótico como el nombre de Toremis Casiopea es el de Tempestia, un roedor fósil hallado en la zona de Villafeliche (Zaragoza).

"La investigadora que lo encontró debió de pasarlo muy mal en la campaña de campo, porque todos los días había tormentas fortísimas y llegó a ponerle el nombre de tormenta al fósil", relata el autor del libro, natural de Alcorisa y especializado en cefalópodos jurásicos de la provincia de Teruel.

En el popular capítulo de los dinosaurios se encuentra el mencionado Aragosaurus (etimológicamente lagarto aragonés), que desde que se definió en Galve (Teruel) ha marcado la "tendencia" de denominar a muchas de las familias con nombre aragonés.

Lo vemos también en el Turiasaurus (lagarto del Turia), que "es importante porque ha dado nombre a una familia de dinosaurios enormes que se han encontrado en más sitios del mundo, después de Teruel".

Otro río, el Tastavins, que es afluente del Matarraña, dio nombre al Tastavinsaurus que, como bromea el autor del libro, ha convertido a este dinosaurio en "catador de vinos".

Aunque en casi todos los territorios se encuentran fósiles, el paleontólogo destaca que en Aragón abarcan un amplio rango de edad geológica y una gran diversidad.

"Los hay marinos, continentales, terrestres, grandes y pequeños", subraya el también geólogo, quien insiste en que "la tierra es un planeta vivo" y que, desde los últimos 540 millones de años que son los más conocidos, ha habido varias veces que el mar nos ha inundado y otras que se ha retirado.

El legado del paso del tiempo le ha llevado a revisar más de 170 años de bibliografía para, con la ayuda de otros apasionados por la paleontología, encontrar aquellos organismos con nombre científico aragonés.

Un reflejo de la intensa actividad es que desde finales del 2019 -cuando se terminó el libro- hasta hoy se han definido nuevas especies en el territorio (algunas, con nombre aragonés). Pero esas, bromea el autor, tendrán que esperar a la próxima edición.

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