Imágenes de la capital del cierzo / 26. 'Artes & Letras'

Emilio Gastón Ugarte, el esperantista que salvó a los niños austríacos

El político y abogado zaragozano trajo sanos y salvos a más de 300 pequeños desde Graz, Estiria, tras la I Guerra Mundial en una gesta que cumple 100 años

Imágenes de la capital del cierzo / 26.
Retrato de Emilio Gastón Ugarte. El fundador del movimiento escultista y esperantista de Zaragoza fue el precursor de la llegada de los niños austriacos a nuestra ciudad como apoyo y solidaridad ante las penurias sufridas tras el conflicto generado durante la 1ª Guerra Mundial en 1920.
Archivo Emilio Gastón Ugarte

ESPERANTISMO EN ZARAGOZA

Desde que el doctor polaco Ludwik Lejzer Zamenhof creó el Esperanto, un idioma universal para el acercamiento de los pueblos sin distinción de raza, religión, credo, ni clase social en 1887; muchos insignes esperantistas aragoneses han interiorizado esa lengua para difundir sus ideas de solidaridad, paz, respeto por la cultura y el hermanamiento entre los pueblos del mundo.

En Zaragoza ya se hablaba Esperanto desde principios del siglo XX con el padre Planas a la cabeza, quien en 1903 comenzó a difundirlo entre los sectores políticos progresistas, religiosos de las Escuelas Pías o militares de alta graduación.

Fue precisamente el monje de la orden 'Scholarum Piarum' quien prestó una gramática de este idioma al trío compuesto por Emilio Gastón Ugarte, Agustín de Montagud y Rafael Benítez aprendiéndolo de forma autodidacta. Se reunían en la rebotica de la Farmacia Ríos, C/ Coso, 43, en la que concurrían el mencionado abogado D. Emilio Gastón Ugarte, concejal por la oposición del Ayuntamiento de Zaragoza; el capitán de Tren, D. Rafael Benítez; D. Agustín de Montagud, el Prof. Heliodoro Martín y el maestro nacional D. Emilio Artigas; quienes decidieron en firme fundar el Grupo Esperanto de Zaragoza.

Tras unos inicios titubeantes al necesitar un lugar de reunión propio, lo encontraron en una habitación en el segundo piso del Café Iberia, sito en el Pº de la Independencia. El 3 de julio de 1908 se inauguraba el Centro Esperantista Frateco (cuyo significado es Fraternidad).

Fue primer presidente de la sociedad D. Agustín de Montagud; Vicepresidente Don Emilio Gastón Ugarte y Secretario D. Emilio Artigas y Trigo; vocales D. Luis Jordana de Pozas, D. Rafael Benítez, D. Román Estrada, Doña Asunción Romeo, D. José Antonio Martínez, A. González y el joven estudiante Miguel Sancho Izquierdo. El Director del Colegio Politécnico de Zaragoza, D. Heliodoro Martín se adhirió inmediatamente al proyecto, ofreciendo sus aulas, experiencia y ayuda en todos los órdenes.

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Emilio Gastón Ugarte (con bigote y barba) junto a decenas de seguidores de este idioma que serviría para unir a los pueblos del mundo. Sin distinción de estatus social, nacionalidad, sexo o religión, cualquier persona podía pertenecer a la Asociación Frateco Zaragoza, aprender el idioma e impregnarse de una filosofía de vida basada en la solidaridad y el amor al prójimo.
Fotografía inédita del fotógrafo zaragozano, Luis Gandú Mercadal. Hacia 1912. Fondos fotográficos de la DPZ.

En 1912 Emilio Gastón Ugarte es nombrado presidente de la Asociación Frateco, siendo ya una gran personalidad política: miembro del Partido Republicano Autónomo Aragonés y más tarde Presidente del Partido Federal Aragonés, hombre humanista y pacifista. Un hombre adelantado a su tiempo.

Fue el año 1914 el que marcó para siempre las relaciones políticas, sociales, económicas y emocionales en Europa. Un continente que se resquebrajó por el estallido de la I Guerra Mundial y que pilló por sorpresa a los esperantistas que celebraban su congreso en París, en agosto de ese mismo año.

Muchos de sus integrantes fueron tratados como prisioneros de guerra sin posibilidad de escapar al horror del combate, dirigidos a una deportación y muerte segura, hecho que no sucedió al interferir el esperantista francés y general Sébert que junto al abogado zaragozano, Emilio Gastón Ugarte, quien valiéndose de la neutralidad de España en la contienda consiguió tramitar los pasaportes como refugiados, dirigiendo a gran parte de ellos a la frontera española, salvándoles de ese modo la vida.

No sería la única acción valerosa que el fundador del Esperantismo en nuestra ciudad y promotor de los Exploradores en Zaragoza (Movimiento Escultista), realizara en favor de la solidaridad y ayuda al prójimo.

Debemos ser conscientes del arrojo de Emilio Gastón ante un conflicto que devastaría Europa, dejando un saldo de muertos entre civiles y militares, superior a los 17.000.000 millones de personas a causa de la peor hambruna de la historia hasta ese momento, de las enfermedades, entre las que se contaron por millones las muertes por la mal llamada Gripe española en 1918; así como la destrucción masiva por la tecnología armamentística empleada y la crueldad de una guerra que sumiría al continente en un odio emergente en años posteriores hasta la llegada de la II Guerra Mundial.

El abogado y político zaragozano conseguiría formar un patronato de solidaridad apoyado por distintos centros esperantistas de España para realizar una gesta inédita en nuestro país. Sin apoyo institucional, aunque el patronato era algo firmado por diferentes instituciones públicas en las que se prefería dar prioridad a las donaciones monetaria directas a Austria antes que dar cobijo a los afectados, por lo tanto, papel mojado en realidad; consiguió traer a España a unos 330 niños austríacos procedentes del estado federal de Estiria, Austria, concretamente de su capital Graz.

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Niños estirios de Graz llegados a Zaragoza en octubre de 1920. Una de las pocas imágenes que se conservan. Gentileza de la Asociación Esperantista Frateco
Gentileza de la Asociación Esperantista Frateco

Para ello dispuso de toda una red de esperantistas dispuestos a acoger en sus hogares a los niños austríacos durante al menos un año para salvarlos de las garras del hambre, la enfermedad y la terrible posguerra. Niños con edades comprendidas entre los 10 y los 14 años que vivirían parte de su infancia en Zaragoza, acudirían a las escuelas como cualquier niño de su entorno, dormirían en un lecho caliente y tendrían el cuidado y cariño que cualquier pequeño necesita para su desarrollo emocional, afectivo, social y personal.

Niños con edades comprendidas entre los 10 y los 14 años que vivirían parte de su infancia en Zaragoza, acudirían a las escuelas como cualquier niño de su entorno

Terminada la contienda en 1918, Austria fue uno de los países más asolados de Europa. No podía asumir la pérdida de más vidas humanas, sobre todo niños, por lo que su grupo esperantista solicitó ayuda a España el 15 de Enero de 1920 mediante una carta. Emilio Gastón recogió el guante y ayudado por su homólogo en Graz, el señor Karl Barthel, reunió el apoyo de esperantistas de Tarrasa: Sres. Alavedra y Chaler; de Gerona, Sr. Comella; de Cheste, el señor Mañez; de Valencia, el Dr. Llorens; de Teruel, el señor Belenguer; de Reus, el señor Aguadé; de Sabadell, señor Oriach; los señores Dr. Serrat y Gorges de Barcelona; y Campdelacreo, de Manlleu.

Tras innumerables gestiones, idas y venidas a instituciones, zancadillas desde el propio gobierno español y austríaco que no veían con buenos ojos esta intervención fuera de su radio de acción, el 10 de octubre de 1920 se cumplía el sueño de traer el primer convoy de niños hasta el puerto de Barcelona.

Los trenes de la esperanza, como denominó en su libro, José Vicente Castillo Gracia llegaban al fin a nuestro país, recibiendo a los pequeños en la estación para ser distribuidos por las diferentes ciudades y hogares asignados.

En mayo de 1922 marcharía a Graz el último tren de la esperanza devolviendo sanos y salvos a los niños austriacos que durante un año, en algunos casos más tiempo, habían permanecido en nuestro país. La emoción y tristeza se palparía a partes iguales.

En 1923 se disolvería el patronato y la mayoría de esos niños regresarían a sus lugares de origen reclamados por sus familias y el gobierno austriaco. Algunos perecerían en nuestra tierra por las deplorables condiciones de salud que arrastraban, como la niña que acogió el propio Gastón en su hogar, fallecida de tuberculosis a los pocos meses de su llegada; otros pocos, permanecieron para siempre en suelo español agradecidos por el acogimiento de esta tierra generosa y amable que aprendió a hablar esperanto para poder comunicarse con todos ellos.

Algunos perecerían en nuestra tierra por las deplorables condiciones de salud que arrastraban, como la niña que acogió el propio Gastón en su hogar, fallecida de tuberculosis a los pocos meses de su llegada
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Doña Carmen Burillo Auger, esposa del abogado, en el centro de la fotografía junto a sus hijos Elena, Emilia, Inés y Rafael. Los hijos de Emilio y Carmen serían los primeros esperantistas desde su nacimiento en Europa. La bandera del esperantismo protagoniza este encuentro entre seguidores de este idioma auxiliar e internacional, el Esperanto. El color verde representa la esperanza; el blanco, la paz; y la estrella de cinco puntas, los cinco continentes.
Fotografía inédita del fotógrafo zaragozano, Luis Gandú Mercadal. Hacia 1912. Fondos fotográficos de la DPZ.

Acaban de cumplirse 100 años de un acontecimiento único en nuestra sociedad. Las instituciones públicas deberían reconocer un acto de solidaridad y entrega como este, dando valor a quien desde 1908 (se cumplen 112 años de la asociación esperantista Frateco de Zaragoza) ha compartido una filosofía de vida que implica el amor al prójimo, la solidaridad, la cultura, el respeto y el hermanamiento entre los pueblos.

España, Austria y Europa entera deben mucho a los esperantistas en general y a la Asociación Frateco Zaragoza en particular con Emilio Gastón Ugarte a la cabeza, quien fallecería apenas dos años más tarde, en 1925, tras una vida entera dedicada a un sueño: el Esperanto.

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