Imágenes de la capital del cierzo / 25. 'Artes & Letras'

La Comparsa de Gigantes desfila en majestad por la calle don Jaime I

La reina abre el singular cortejo encabezando el recorrido por las calles de Zaragoza durante las fiestas del Pilar de 1907

Imágenes de la capital del cierzo / 25.
Gigantes en la calle don Jaime I
Colección Manuel Ordóñez, hacia 1907. Anteayer Fotográfico Zaragozano

“Corren los chiquillos, cantan las mozuelas

Ríen los ancianos, lloran las abuelas

Saltan los Gigantes y los Cabezudos

Y ya vuelto loco baila todo el mundo”.

Saltan los Gigantes y los Cabezudos a los sones de dulzainas, gaitas y tamboriles, mezclados con el bullicio de los niños y mayores agolpados en las aceras, o que les acompañan en su desfile por la calzada. Impresionantes por su altura de cuatro metros, sus vestimentas, adornos y complementos, los titanes no parecían percatarse del hormiguero de gente que les observaba a su paso apenas unos metros después de salir de la Lonja. Sin embargo, los zaragozanos de todas las edades y condiciones sociales salían a la calle para disfrutar del desfile. Desde el obrero con chaqueta de pana y gorrilla al sin duda más acomodado caballero con bombín, desde la niña que de la mano de su hermano acompaña al cortejo a la que lo contempla desde la acera, todos querían ser partícipes de las fiestas. Ambas niñas comparten espacio y hasta el gesto al mirar hacia atrás, pero sus vestidos indican que todo un mundo las separa.

Estamos alrededor de 1907 y en aquellos años las fiestas comenzaban la víspera del día grande de la Patrona, con el repicar de campanas en todas las parroquias y los disparos de bombas y cohetes a las 12 de la mañana en las plazas. Pasacalles y orquestas situadas en la céntrica de la Constitución, hoy de España, amenizaban los paseos de los zaragozanos y visitantes, que acudían a los festejos en trenes preparados especialmente para su visita. Lo hacían a miles y en los periódicos se avisaba de que se tuviera cuidado con la cartera porque los amigos de lo ajeno no venían a disfrutar de los festejos sino a “limpiar” nuestros bolsillos.

No faltaban las cucañas en las principales plazas ni las verbenas y bailes populares por las noches, después de la quema de las colecciones de fuegos artificiales preparadas por los más afamados pirotécnicos que hacían las delicias de pequeños y mayores, ni las corridas de toros en el coso de la Misericordia.

Imágenes de la capital del cierzo / 25.
Tan cerca y tan lejos… Fragmento de la fotografía.
Colección Manuel Ordóñez / Anteayer Fotográfico Zaragozano.

Ni tampoco las procesiones para honrar a la Virgen a la que estaban, y están, dedicadas las fiestas. La Solemne Procesión General del día 12, que recorría la plaza del Pilar, calle Alfonso I, Manifestación, plaza de Lanuza, calles de Cerdán, Coso, Don Jaime I, plaza de La Seo, calle del Pilar, para regresar al templo de salida, y la del Rosario el día 13, con el mismo recorrido.

Y no, lo que no había ni hubo hasta muchos años después fue lo que hoy parece ser el acto central de las Fiestas, sin el cual casi parecería que no existen, y que no es otro que la Ofrenda de flores, nacida en los años 50 del siglo XX… hay tradiciones de toda la vida que son casi unas recién nacidas.

Los ocho Gigantones que suben por la calle don Jaime I forman un cortejo singular, ya que, contrariamente a lo que hemos visto en todas las imágenes de la comparsa hasta la fecha, las damas de cada pareja van por delante de sus compañeros, abriendo paso la reina, singular también porque no aparece en ninguna otra fotografía conocida, vestida con elegante traje y sombrero como las aristócratas de la época.

Comparsa que fue creciendo desde los primeros Gigantes de los que hay noticias, que en número de cuatro, dos mujeres y dos hombres, comenzaron representando las cuatro partes del mundo y acompañaban las procesiones del Corpus o formaban parte de los fastos en las visitas de los reyes a la ciudad.

Imágenes de la capital del cierzo/25.
La reina y el rey don Jaime I… Fragmento de la fotografía.
Colección Manuel Ordóñez / Anteayer Fotográfico Zaragozano.

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Los que vemos, construidos unos por Félix Oroz en 1867 para ampliar la comparsa, los del Quijote, Dulcinea y los Duques de Villahermosa, remozados los otros, acabaron sus días quemados el 7 de octubre de 1964 mientras sus sustitutos pudieron contemplar las llamas que los devoraron.

De lo que vemos en la fotografía ya no queda nada, salvo quizás el cielo… los edificios no ardieron pero uno tras otro cayeron víctimas de la piqueta. El que vemos a la izquierda, propiedad entonces de la baronesa de La Joyosa, era por entonces el número 45 de la calle don Jaime I, esquinero con la actual plaza de Ariño y entonces con la calle de San Voto. En sus bajos vemos el establecimiento de la Platería del Universo de Juan Forcadas, antigua de Maynar, en la que, conforme a la publicidad de la época, había un buen surtido de joyas y antigüedades. Poco después, el local pasó a ser ocupado por la zapatería El Sol, cuyos propietarios adornaron las fachadas del edificio con sendos soles como reclamo para su posible clientela. Una vez derribada, ya en 1962 se inauguró el edificio construido sobre su solar, sede hoy de la CAI, ahora en el número 33.

Imágenes de la capital del cierzo / 25.
Postal coloreada impresa por Ediciones Lluis Bartrina en la que aparece la comparsa de Gigantes y Cabezudos, incluida la reina que aparece en la fotografía principal.
Archivo Fidel Gómez.

En el siguiente edificio, esquinero con la calle Espoz y Mina, con el alero típicamente aragonés, sus habitantes aprovechan las privilegiadas vistas para contemplar uno de los últimos desfiles desde sus balcones antes de que pocos años después, en 1916, el palacete fuera derribado para construir un edificio diseñado por Francisco Albiñana en estilo vienés, en el cual se instaló la clínica de los doctores Marín Corralé, que es el que subsiste hoy día.

En primer plano, las farolas que se diseñaron para la Exposición Hispano-Francesa de 1908 y que se estrenaron para las fiestas del Pilar de 1907.

La comparsa de Gigantes y Cabezudos ha continuado acompañando a chicos y grandes fieles a su cita salvo en 1918, cuando debido a la epidemia de la llamada gripe española las Fiestas del Pilar se suspendieron, trasladándose a mayo de 1919. Este año tampoco la veremos desfilar por nuestras calles, pero cantaremos y bailaremos al son de dulzainas y tamboriles acompañándola en las próximas de 2021, si nada ni nadie lo impide.

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