Auditorio y Principal aprueban con nota el examen de la vuelta a la 'nueva normalidad'

El público ha regresado a las butacas sin protestas como las del domingo en el Teatro Real

CONCIERTO DEL PIANISTA LEONEL MORALES / AUDITORIO DE ZARAGOZA / 21/09/2020 / FOTO : OLIVER DUCH [[[FOTOGRAFOS]]]
Aspecto que presentaba anoche la sala Mozart del Auditorio de Zaragoza, minutos antes del inicio del concierto
Oliver Duch

‘Aforo máximo 700 personas’. Este cartel daba la bienvenida ayer a los melómanos que asistieron al concierto que el pianista Leonel Morales daba en la sala Mozart de Zaragoza. En cierta medida, como aseguraba por la mañana el director del Auditorio, Miguel Ángel Tapia, la sala se enfrentaba a una prueba de fuego. Se reanudaba el ciclo de Grandes Solistas Pilar Bayona y se hacía guardando las medidas de higiene y distanciamiento social que impone la pandemia. Las principales salas de espectáculos de Zaragoza llevan ya tiempo programando espectáculos acordes a la nueva situación, y escándalos como el vivido la noche del domingo en el Teatro Real parecen impensables. La representación prevista de la ópera de Verdi ‘Un ballo in maschera’ tuvo que ser suspendida por la estruendosa protesta de un grupo de aficionados que comprobaron cómo en el paraíso o gallinero (donde el precio de las localidades es más económico) no había localidades vacías entre los distintos grupos de espectadores, y sí en la platea, donde las entradas son más caras.

Algo así parece difícil que ocurra en Zaragoza, porque Principal y Auditorio han extremado el celo para que no haya desequilibrios.

Pero el Auditorio pasaba una prueba de fuego por una razón concreta, más allá de las generales de la pandemia. Cuando los abonos al ciclo salieron a la venta nadie en España sospechaba lo que estaba por llegar. Los abonados pueden elegir la localidad en la que van a disfrutar de los conciertos de la temporada, y, en el caso del ciclo Pilar Bayona, se da la circunstancia de que hay un nutrido grupo de ellos que elige la localidad con el deseo expreso de ver las manos del pianista a lo largo de todo el concierto. Es decir, en las primeras filas de la parte izquierda del patio de butacas. En la parte derecha es el propio instrumento el que tapa las manos del intérprete. Eso no se puede garantizar en la nueva situación.

«Socialmente vivimos un momento complicado, y culturalmente aún lo es más –se lamentaba por la mañana Miguel Ángel Tapia–. El ciclo tiene 700 abonados, que es prácticamente el máximo de la capacidad de la Mozart en las actuales circunstancias. Por eso hemos pedido a nuestros abonados que sean conscientes de las dificultades de la situación. Algunos van a ser reubicados, pero no nos queda otro remedio. O se suspende el ciclo o, si se reanuda, lo hacemos siguiendo las directrices que nos marcan las autoridades sanitarias. Si alguien no está conforme con la localidad en la que se le reubica, puede reclamar la parte correspondiente del precio del abono. Lo primero, siempre, es que el abonado esté satisfecho».

Había también otra incógnita por desvelar: saber si el público, en estas circunstancias, pierde el miedo a las salas de conciertos y acudía a la cita. Y parece que poco a poco ese miedo se va perdiendo. Ayer, el personal del Auditorio conducía a cada espectador a su butaca y se advertía claramente el deseo de ubicarle, si no se podía en la de su abono, sí en la misma zona. Con todo, acudieron al concierto entre 300 y 400 personas, menos de lo habitual.

El Auditorio controla a la entrada la temperatura de público y trabajadores, tiene dispensadores de gel hidroalcohólico y alfombra desinfectante, y escalona con mucho cuidado las entradas y salidas de los espectadores. Y si antes de la pandemia el edificio destacaba por su limpieza, ahora se ha redoblado.

Algo parecido ocurre en el Principal. «Desconozco los detalles de lo que ha ocurrido en el Teatro Real –aseguraba ayer José María Turmo, gerente del Patronato Municipal de Artes Escénicas–. Lo único que puedo decir es que aquí las dos producciones que se han realizado tras el confinamiento han funcionado muy bien, pese a las limitaciones impuestas por la situación. Hemos desplegado las medidas ya habituales de control de temperatura y gel, pero creo que la clave es la distancia social. Cada núcleo familiar o grupo está separado de otro por una butaca a derecha e izquierda. Y en el caso de que haya función doble en un solo día, se hace una limpieza especial entre una y otra.

Las autoridades establecen que el aforo máximo es del 75% del habitual para cada sala, pero tanto Auditorio como Principal señalan que en los espectáculos que ofrecen se ocupa en torno al 60%. «Hay que sacrificar aforo en aras de la prudencia, aunque la seguridad completa no existe», señalaba Turmo.

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