Imágenes de la capital del cierzo / 22. 'Artes & Letras'

Un anarquista oscense mata al presidente en la Puerta del Sol de Madrid

El asesinato de Canalejas consternó al país dejando un rastro de indignación y manifestaciones de duelo

El asesinato de Canalejas.
El diario zaragozano, “La Crónica”, donde trabajaba el fotógrafo Luis Gandú Mercadal estaba situado en la calle Don Jaime I, en el desaparecido nº 41, hoy re denominado como número 1 de la plaza de Ariño. En la pizarra exterior se detalla la última hora: el magnicidio de José Canalejas a manos de un anarquista en la capital de España. El oscense Manuel Pardina, autor del atentado, caía abatido en el lugar de los hechos.
Foto: Luís Gandú Mercadal/ Fondos Fotográficos DPZ

El magnicidio de José Canalejas y Méndez, Presidente del Consejo de Ministros de España, se producía el 12 de noviembre de 1912 mientras ojeaba distraído el escaparate de la librería San Martín, en la madrileña Puerta del Sol.

Caía abatido tras asestarle un disparo bajo el lóbulo de la oreja izquierda y cuya bala le atravesaría la oreja derecha. El segundo disparo ya no tuvo trascendencia. El plomo salido de la pistola Browning, posteriormente llamada 'la mataduques' fue mortal de necesidad. No se encontraron las tres supuestas balas disparadas. El asesino, un anarquista con conexiones internacionales nacido en El Grado, Huesca, de nombre Manuel Pardina Sarrato, había recibido el encargo de matar al unificador del liberalismo en España. Tras los disparos, el asesino caía muerto a escasos metros del presidente después de una breve persecución por los escoltas. La versión oficial cuenta que se suicidó en el lugar de los hechos con su arma al verse acorralado, la autopsia reveló que tenía dos disparos en el cráneo.

La noche anterior, Canalejas no pudo dormir. Estaba aterrado con la posibilidad real de que fuera a ser asesinado, tal y como sucedió al día siguiente. Sabía que tenía enemigos poderosos que no pararían hasta verlo muerto, y lo más importante, en distintos bandos. Católico convencido pero profundamente “anticlerical”, puesto que defendía la laicidad del estado y la necesidad de acotar el poder e influencia de la iglesia, aprobó la llamada “Ley Candado” en 1910, apenas unos meses después de jurar el cargo, consistente en limitar las órdenes religiosas en nuestro país, generando incluso, un conflicto diplomático con el Vaticano. 

El asesino, un anarquista con conexiones internacionales nacido en El Grado, Huesca, de nombre Manuel Pardina Sarrato, había recibido el encargo de matar al unificador del liberalismo en España

La cuestión de la enseñanza era un tema de estado ya que los defensores del catolicismo querían seguir influyendo desde las aulas con la instrucción católica necesaria, por el contrario, los liberales pedían que todos los maestros tuvieran título estatal y que los tribunales examinadores no favorecieran a las escuelas católicas, lo que le valió varias huelgas nacionales. En Zaragoza, salían a la calle cientos de personas a manifestarse en contra de estas reformas el 2 de octubre de ese mismo año, con masivas detenciones y cargas policiales en la plaza de la Constitución.

El asesinato de Canalejas.
La manifestación de duelo recorre la calle Don Jaime I, frente a la sede del periódico “La Crónica”. Esquinero con San Voto, el desaparecido edificio en cuyo solar se levantaría la primera sede central de la CAI. Al fondo, el palacete propiedad de la familia Corralé derribado en 1916. En el edificio erigido de nueva planta se instaló la clínica quirúrgica de Ángel y Víctor Marín Corralé.
Foto: Luís Gandú Mercadal/ Fondos Fotográficos DPZ

Canalejas realizó una importante legislación al hacer obligatorio el servicio militar eliminando las redenciones en metálico, lo que igualaba a ricos y pobres a la hora de cumplir con sus obligaciones patrióticas, como en la guerra de Marruecos, cuestión esta muy importante porque se estaba jugando en el tablero internacional el reparto de las colonias en África con Francia, y los reservistas de nuestro país, la mayoría de ellos humildes, habían sido sacrificados masivamente para seguir manteniendo el tipo desde el desastre del 98. Motivo más que suficiente para apartar al presidente de su cargo.

Las reformas llevadas a cabo para regenerar la vida política, erradicar el caciquismo, afrontar los conflictos sociales, mejoras laborales y una mejor negociación no parecían motivos bastantes para mantener en calma a la poderosa CNT; y las huelgas, con sus presiones y desencuentros, llevaron entre otras cuestiones, al precipicio a la que fue, sin duda, la mejor oportunidad que tuvo España de regenerar la vida política. Una ocasión perdida dentro del convulso periodo de la Restauración borbónica caracterizada por una política ficticia y bipartidista que solo engordaba los intereses de unos pocos. Canalejas fue una de las personas más brillantes de su época, niño prodigio, doctor en derecho y filosofía, editor, escritor y periodista, ministro de Fomento, de Justicia, de Hacienda y de Agricultura, Industria, Comercio y Obras Públicas, y finalmente Presidente del Consejo de Ministros.

En Zaragoza, salían a la calle cientos de personas a manifestarse en contra de estas reformas el 2 de octubre de ese mismo año, con masivas detenciones y cargas policiales en la plaza de la Constitución.

Canalejas moría en el suelo frío de una céntrica calle de Madrid dejando una obra incompleta y huérfana tras ser enterrado el 14 de noviembre con gran pompa y boato en el Panteón de Hombres Ilustres de Madrid. Las luchas internas por el poder llevarían al país al colapso y descomposición de los años posteriores, donde la desconexión con la ciudadanía conducirían al pistolerismo, el terrorismo de estado y los asesinatos de dirigentes sindicales, venganzas patronales, atentados con resultado de muerte como el de los funcionarios públicos en Zaragoza, el 23 agosto de 1920, el magnicidio de Eduardo Dato en el 21 y el asesinato de un príncipe de la iglesia, el Cardenal Arzobispo, Don Juan Soldevila, de nuevo en Zaragoza, que desembocaría en septiembre de 1923, apenas tres meses después de su muerte, en la dictadura de Primo de Rivera.

El asesinato de Canalejas.
La comitiva atraviesa la plaza de la Constitución, hoy de España, de manera ordenada y en silencio en señal de respeto, hacia el Gobierno Civil. Algunos establecimientos como la Farmacia Ríos o la papelería “La Lluvia de oro” permanecen cerrados a las tres de la tarde. El café Oriental mantiene sus toldos echados. A la derecha de la imagen, Junto a la marquesina del “Gran Hotel de Europa” algunos clientes parecen esperar un coche de caballos.
Foto: Luís Gandú Mercadal/ Fondos Fotográficos DPZ

El asesinato de José Canalejas cambió la historia de España.

El sábado, 16 de noviembre de 1912, con el cuerpo de Canalejas recién sepultado, se producía una manifestación de duelo y repulsa en Zaragoza. Muchos obreros no pudieron asistir al ser día de cobro, evitando abandonar sus puestos de trabajo. El capitán General de la V Región, Luis Huerta Urrutia, de maniobras militares en Villamayor, tampoco pudo asistir al acto. A pesar de ello, se hablaba de 20.000 concurrentes. A las dos de la tarde, el comercio de la ciudad cerraba sus puertas para unirse a la apesadumbrada comitiva.

La encabezaban los estudiantes de la Federación Nacional Escolar, Facultad de Medicina, Escuela Veterinaria, Ciencias, Comercio, Filosofía y Letras… cada uno de ellos portando su bandera. El alcalde, Sr. Ballarín, daba las instrucciones necesarias para la colocación de los manifestantes, saliendo desde el Ayuntamiento, sito en la calle Don Jaime I hasta la plaza de Aragón nº 1, lugar donde se situaba el Gobierno Civil, con el señor José Boente como gobernador de la ciudad esperando su llegada. Apenas ocho años después, su hijo, César Boente, era asesinado junto a José de Yarza Echenique y Joaquín Octavio de Toledo por otro anarquista durante la huelga de gasistas, en el paseo de la Independencia. A las 15.20 h llegaba la cabeza de la manifestación, y allí, el alcalde, junto al resto de corporaciones se fotografiaría minutos después, ante los periodistas en un emotivo encuentro.

El asesinato de Canalejas.
El alcalde de Zaragoza, don César Ballarín Lizárraga, porta el discurso que ha de leer al Gobernador Civil, don José Boente, en la plaza de Aragón nº 1, esquina con la calle Bruil, lugar donde se encontraba el edificio que, hasta el 15 de marzo de 1911, había sido el Hotel Regina, acondicionado para tal fin con motivo de la Exposición Hispano-Francesa de 1908.
Foto: Luís Gandú Mercadal/ Fondos Fotográficos DPZ
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