mascarillas

Gejo, los rostros de un artista intenso que se educó en la calle

El pintor opta por una colección de caras más bien expresionistas que alientan en su obra en la mascarilla que cierra esta serie del verano

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La mascarilla de un sinfín de rostros expresionistas, de ojos saltones.
Gejo.

ZARAGOZA. Gejo (Zaragoza, 1977) es un artista vocacional. Apasionado. De arrebatos y mucho afán. No fue buen estudiante en Primaria ni en Secundaria, y cursó electrónica. En 1988, cuando estaba internado en el Hospital Gómez Ulla de Madrid, descubrió los graffiti o pinturas callejeras de El Muelle. Los fines de semana, cuando iba a casa de sus familiares madrileños, veía sus obras.

No ha estudiado en la Escuela de Artes ni ningún otro sitio. Aprendió practicando, haciendo mano, a fuerza de experimentación. Opera en lienzo o en un papel artesano con pintura y rotuladores acrílicos, con esprais, tintas y ceras. Ha hecho pintura de inspiración mejicana, japonesa; le gusta mucho la pintura callejera norteamericana y con ella el jazz y el soul. Y en los últimos tiempos le ha atraído el arte africano. Admira a Basquiat, Haring, Fritz Hundertwasser, al grupo ‘Cobra’.

"Me siento más próximo a Hirosige que a Goya, Vermeer u otros clásico"». Confiesa que le gusta la cultura hip hop. Y agrega: "Trabajo con rapidez y busco el impacto visual. Creo que cada vez soy un pintor más seguro. Pinto en pizarra, en ladrillo de Uncastillo, en jarrones. Me gusta mucho que la gente reconozca mis cosas", señalaba tiempo atrás.

Gejo se revela casero, trabajador, minucioso, capaz de hacer cientos y cientos de rostros en compañía de su hija Jimena. Trabaja con niños autistas y con síndrome de Down, y recibe de ellos espléndidas lecciones: "Aprendo de ellos. Humanidad, ternura, libertad. Al arte no se le pueden poner barreras y ellos, por lo regular, se las saltan todas con normalidad". De ahí su mascarilla.

PERFIL

Gejo se ha hecho con un sitio partiendo del arte urbano, del arte callejero y de la estética de los graffiti. Admira el Festival Asalto, pero su trabajo no va por allí, dice. El rostro es su reino: tierno, exacerbado, bruto, soñador, todos los rostros le atrapan y le estimulan. Ha hecho varias exposiciones en la galería Cristina Marín y destacan su técnica, su energía, su sentido del humor y su voluntad de transgresión.

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