NARRTIVA NORTEAMERICANA. 'ARTES & LETRAS'

Colson Whitehead, canción y estribillo de la segregación racial

El escritor norteamericano publica una novela sobre la discriminación de los negros en 'Los chicos de la Nickel' 

Colson Withehead publica 'Los chicos de la Nickel'.
Retrato del escritor norteamericano Colson Whitehead..
Random House.

Estados Unidos, años sesenta. Martin Luther King zarandea la memoria y el porvenir de Elwood Curtis, el protagonista de la bellísima ‘Los chicos de la Nickel’, Premio Pulitzer 2020 para Colson Whitehead, con los hermosos mensajes de paz que contiene su disco ‘Martin Luther King at Zillion Hill’, con su resistencia pasiva auspiciada por una conciliación que ni siquiera a día de hoy, un siglo después encuentra un final feliz.

Leer una novela como ‘Los chicos de la Nickel’ supone para el lector un ejercicio duro porque es una novela perturbadora: “Cuando encontraron el cementerio secreto, Elwood supo que tendría que volver. Los cedros que asomaban sobre el hombro del reportero de televisión trajeron de vuelta la sensación de calor en la piel, el chirrido de las moscas secas”.

No es fácil sostenerse sobre el camino de odio y abuso sobre el que transitan sus protagonistas. No es fácil habitar sus noches, su dolor, no es fácil recorrer la profunda silueta de sus heridas, ni escuchar como mueren sus sueños sin que el alma te salte en pedazos. Sin embargo, hay que leerla, conocer a Elwood y a Turner. Disfrutar de su resistencia moral y física, abrazar su manera de estar vivos en medio de un sistema que ha venido a reventar su porvenir en todos los sentidos.

Elwood es un adolescente que siente fascinación por la lucha pro derechos civiles, pero ese hechizo en el que la esperanza del famoso pastor bautista va a sumirle acabará siendo una prisión. Una prisión con nombre propio, el reformatorio La Nickel: “Cuando pasabas por la carretera, el edificio no llamaba la atención. Spencer encontró rápidamente la llave correspondiente en su enorme llavero y abrió los dos candados. El pestazo era brutal: a orines y a otras cosas que habían ido impregnando el hormigón”, y con monstruos que destrozarán su carne en mitad de la oscuridad protegidos por un ventilador industrial que ahogará los aullidos que el maltrato arrancará de su boca hasta convertirlos en una burla sorda que cambiará la fisionomía de su carne: “ Sobre la silla contigua a la cama del hospital donde yacía Elwood había un pantalón nuevo. De resultas de los correazos, fragmentos del pantalón viejo se le habían incrustado en la piel y el médico había necesitado dos horas para extraerle las fibras”.

‘Los chicos de la Nickel’ se forma sobre la sombra de las ausencias, de las mentiras, de los mitos y de los deseos hasta formar un cóctel delicioso y mortífero que hace que cada reflexión raspe como raspa la lengua de un gato que de manera inesperada nos lamiera la mano. 

Y es demoledora de principio a fin la naturalidad con que Whitehead marca y demarca el abuso. Cada párrafo pinchando dentro de los ojos de quien lee de esa forma en que la lluvia pincha sobre los labios del sediento cuando empieza a caer, porque albergan confesiones despiadadas, malos tratos y esa manera en que algunos negros abrazan la segregación si han conseguido atraer hacía su vida la suerte social. Es espeluznante la manera en que narra el colaboracionismo negro a través de la figura del salvaje Spencer “Tú has salido bien parado. A algunos los llevan a la casa blanca y no se les vuelve a ver el pelo”, o como desgrana la pederastia encubierta por un juego macabro de salud y deporte: “Todos esos viejos verdes tienen un club donde se reúnen”

‘Los chicos de la Nickel’ es una cárcel extensa y eterna tanto para los prisioneros como para los que logran salir del infierno que forma su silueta sin barrotes. Es una cárcel agónica y vergonzante que se parece demasiado a una lacerante camisa de fuerza confeccionada con odio, autosuficiencia y complejos. Es el odio elevado a la enésima potencia y lo que su perversa constancia supuso para una raza: “Y pensar que en la Nickel, por la noche, no sé oía otra cosa que llanto e insectos”.

Es una historia en la que los torturadores lucen medallas.

Un hermoso truco de magia en el que la lealtad deshace una y mil veces el ansia de venganza y que dejará con la boca abierta al lector cuando dé la vuelta a la última página. A veces la redención nos llega por persona interpuesta y eso es lo que cuenta esta historia en la que una casualidad servirá para destapar el sádico aliento que han vertido durante décadas sobre la raza negra los execrables supremacistas blancos.

No dejen de leerla porque 'Los chicos de la Nickel' es una hermosa canción de estribillos gloriosos y palabras duras.

No dejen de leerla porque Colson Whitehead ha escrito una novela completísima sobre la ignominiosa y perseverante segregación racial que lleva al límite al lector en cada capítulo.

No dejen de leerla porque la verdad sigue siendo verdad aunque se modifique el nombre de sus protagonistas.

LA FICHA

'Los chicos de la Nickel'. Colson Withehead. Traducción de Luis Murillo Fort. Random House. Barcelona, 2020. 219 páginas. 

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