VIAJEROS por aragón

Cartas de una mujer a caballo y con pistola

La francesa Joséphine de Brinckmann viajó por España, cruzó Aragón en julio de 1850 y dejó constancia de la belleza del paisaje y de la caballerosidad de los españoles en epístolas a su hermano Hughes, que residía en San Petersburgo.

Joséphine de Brinckmann, de la que no hay iconografía, escribió de Sallent de Gállego
Joséphine de Brinckmann, de la que no hay iconografía, escribió de Sallent de Gállego
Laura Uranga

No todo fueron viajeros románticos por España y Aragón. Hubo algunas mujeres que se atrevían a realizar el denominado Gran Tour y a conocer países y otras culturas con desparpajo. Una de las más conocidas fue la aventurera francesa Joséphine de Brinckmann, nacida en 1808, de la que no se sabe en qué época falleció. Tampoco existe iconografía suya. Realizó un famoso viaje por España de octubre de 1849 a julio de 1850, desoyendo los consejos de su acomodada familia.

Se dice de ella, entre otras cosas, que solía viajar a caballo y que llevaba pistola. A veces hasta dos. Y consta que ella fue quizá la primera mujer que atravesó la península asumiendo su condición femenina; antes de Joséphine, existía el precedente de Madame de Suberwick, que se disfrazó de varón y usó el seudónimo de Víctor de Féreal. Algunos de los que han escrito de ella, también sostienen que «acostumbraba a viajar sola y con indumentaria masculina».

Joséphine de Brinckmann había viajado antes por Italia y por otros países europeos, de lo que dejó constancia, y tenía cierta experiencia. Siendo por lo regular entusiasta y positiva, no todo la emocionó del país: no le convencieron la gastronomía ni tampoco los hábitos con la higiene, pero dejó una frase para siempre: para ella España era una «clásica tierra del sentido común».

Su viaje se presenta en forma de cartas que enviaba a su hermano Hughes, que vivía en San Petersburgo, y que al parecer solía redactar por la noche y que luego reelaboró con ironía y plasticidad en París, donde desaparecería su rastro. Las publicó en libro en 1852 y en España hay una edición en Cátedra de 2001, con edición y notas de María Luisa Burguera: ‘Paseos por España (1849 y 1850)’.

Joséphine de Brinckmann anota a modo de anhelo y de poética: «Dado que soy una apasionada por los viajes, me encontraría recompensada del trabajo que me va a proporcionar poner en orden mis notas, si éstas pudieran ser útiles a las personas que comparten mis aficiones. Estos recuerdos, que cada noche escribía agotada por la fatiga y en combate encarnizado por el sueño, no necesitan ampliarse sino ser revisados y corregidos».

Como ha recordado Juan Gavasa, que rastreó durante años las vidas y las aventuras de un puñado de viajeras vinculadas a los Pirineos, tras recorrer buena parte de España, regresó a casa por el Portalet y no por el Somport. Afirma que le dijeron que por Jaca «el paisaje no es tan bonito».

Había pasado por Zaragoza, donde elogió la Aljafería, y otros monumentos, y también por Huesca, donde fue un tanto pesimista. Escribió que no hay nada que «ver en Huesca más que su catedral», y se extiende en consideraciones estéticas e históricas. Su admiración por los Pirineos es incontestable, tanto como por las constelaciones nocturnas y la belleza sin fondo de nuestros cielos, y habla de su «naturaleza tan bella y variada en la que cada paso que se da es un nuevo placer».

Al llegar a una fonda de Sallent de Gállego, registra las paradojas del país. «¡Dios mío, qué posada! Pero al menos fuimos resarcidos al encontrar leche de vaca; verdaderamente era para nosotros un festín, desde mi entrada en España era la primera vez que la veía». Cosa que no deja de ser curiosa porque recorrió muchas ciudades. Tras cruzar el Portalet, después de mucho buscar y de varias negativas, halla refugio para dormir y cenar ya en su país. En sus epístolas dejó constancia con «tristeza» de que España supera a Francia en hospitalidad.

No solo eso. En España y en Aragón verificó lo que podría parecer una percepción de coquetería: elogió «la caballerosidad» y el valor de los hombres, más allá de su origen social, con los que se hallaba en sus viajes o que la acompañaron en su peregrinar.

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